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Análisis 'Sea of Solitude'

  • Un interesante proyecto personal donde los problemas sociales son los protagonistas

Explicar una historia dentro del mundo de los videojuegos puede parecer algo sencillo, pero la realidad es completamente diferente. Hemos visto proyectos donde la narrativa se impone al plano jugable, conectando con los sentimientos del jugador tratando de concienciar sobre elementos que, por desgracia, no han sido tópicos demasiado explorados dentro del hobby. Ahí tenemos propuestas como Life is Strange, centrados en las relaciones personales; o proyectos como los de Quantum Dream, donde el guion es el núcleo central y los demás apartados quedan supeditados a las exigencias de éste.

No son los videojuegos más populares, desde luego, ni tampoco pretenden liquidar el stock de las tiendas especializadas aumentando drásticamente las ventas de una plataforma. Pero sí son títulos mucho más personales y agradecidos que la gran mayoría de producciones que aparecen en el mercado, sobre todo cuando el jugador -ya alejado de la etiqueta ocasional- busca nuevas fórmulas de entretenimiento basadas en algo que logre tocarle la fibra sensible. Para ellos, amantes de lo desconocido y exploradores de sensaciones nuevas, nos llega Sea of Solitude, producción que sorprendió en la pasada edición del E3 por tratarse de una historia única y personal: la historia de la propia directora del videojuego. ¿Logrará conectar con la conciencia del jugador? Veamos qué nos ofrece lo nuevo de EA Originals.

Un mar en calma nunca hizo a un marinero experto

El viaje que marca Sea of Solitude, desde su inicio, nos insta a trasladarnos directamente a la mente de su creadora a través de su alter ego, Kay, protagonista absoluta de la aventura. El periplo que emprende el personaje está lleno de luces y sombras, con temas a tratar tan poco manidos como la soledad, el estrés, la ansiedad y la dificultad de construir relaciones personales de calidad. Ambientado como si de un sueño lúcido se tratara, pues la protagonista ha perdido sus colores salvo el de su mochila -bella metáfora que exploraremos a medida que avancemos en el videojuego-, la anti-heroína deberá recorrer los diferentes escenarios propuestos enfrentándose a sus miedos o huyendo de ellos.

En lo jugable, la obra apuesta por una estructura semiabierta que encaja a la perfección con la sensación de desconcierto que emana en cada momento. Kay no sólo está sola e indefensa, sino que, además, hay diferentes monstruos y criaturas que buscan darle caza en todo momento. Los diferentes escenarios están inundados de agua, y, nosotros, tendremos que ir recorriéndolos con una barquita, a nado y corriendo por las superficies terrestres. Lo interesante del asunto es que, a medida que vayamos avanzando en la aventura, el nivel del agua irá subiendo o bajando, despejando caminos nuevos que explorar o cerrando otros que parecían accesibles. El agua, en este sentido, funciona como metáfora de lo que Kay debe soportar durante su viaje, tratando de buscar un equilibrio, a priori, imposible.

Y es que el videojuego se las apaña para entregarnos algunas de las escenas más crudas que hemos visto en un título independiente. Cualquier jugador sabe que los monstruos están ahí, en cualquier obra, y nuestro objetivo no será otro que darles caza. En Sea of Solitude, Kay lucha contra sus propios demonios, que no dudan ni un segundo en pormenorizarla e insultarla, metiéndose en su cabeza con el objetivo de hacer tambalear su propia confianza para bloquearla, algo que recuerda a los pensamientos irracionales y constantes de las personas que sufren trastornos de ansiedad.

Tráiler 'Sea of Solitude'

Toda sombra es proyectada por un haz de luz

La aventura de Kay se centra, principalmente, en la exploración. Si bien es cierto los entornos no son enormes, el buen diseño de éstos -y el juego del agua- permite ir recorriéndolos poco a poco, perdiéndonos en ellos si lo consideramos necesario para descubrir sus secretos y rutas alternativas. Es decir, nuestro objetivo no será otro que ir hacia adelante, descubriendo los diferentes peligros que juegan con la vida de la protagonista para, en un alarde de valentía, hacerles frente. ¿Cómo? Pues muy sencillo: contamos con el poder de absorber la corrupción del entorno y una serie de bengalas que nos marcan el paradero del siguiente objetivo.

Sencillo y sin florituras: directo al grano. En este sentido, el jugador va interpretando, poco a poco, cómo Kay absorbe la oscuridad del mundo guardándola en sus espaldas, lo que, a la postre, hace que la propia protagonista tome responsabilidad de cosas que, en realidad, no pertenecen a ella. Pero ¿cuántas veces hemos tenido el complejo de Superman, tratando de hacernos cargo de nuestra vida, de la de nuestra familia y/o de nuestra pareja en la vida real? Las similitudes y las conjeturas que podemos ir extrayendo del videojuego las podemos aplicar en la vida real, con resultados francamente sorprendentes.

El planteamiento de la obra es sobresaliente. La sensación de soledad, la búsqueda de la identidad y el reparto equitativo de responsabilidades son elementos que, en una sociedad como la nuestra, deben estar abiertos a debate siempre. Sin embargo, hay un elemento que no nos ha encajado bien dentro de la obra en referencia a este tipo de tema, y son sus formas. El videojuego, desde el inicio, nos advierte de que estamos delante de un viaje personal, por este motivo lo que le ocurre a Kay es algo que, en realidad, le ha ocurrido a la directora de la obra. No obstante, el juego hace un uso demasiado explícito de los temas y tópicos que llevan a Kay a la oscuridad, dejando poco margen de hipótesis al jugador, que verá cómo la causa de una debilidad está completamente definida y delimitada por lo que nos gritan los monstruos. En este sentido, Sea of Solitude trata al jugador como si fuera un ente externo que desconoce cualquier tipo de problema social y al que es necesario darle todas las explicaciones bien mascadas para que no se pierda.

Colores en un mundo sombrío

A nivel audiovisual únicamente podemos alegar que la obra hace un uso muy inteligente de la dirección de arte para crear un mundo robusto y sólido. No, no es un videojuego en el que primen los gráficos, pero tampoco muestra signos de dejadez a nivel técnico, más bien lo contrario. Sea of Solitude es el claro ejemplo de que con un poquito de imaginación y conocimientos se pueden construir mundos que conecten con el jugador sin utilizar texturas fotorrealistas. El entorno juega constantemente con los contrastes, con una paleta de colores vívida en los momentos de paz y mucho más gris cuando la corrupción está presente. Entrar dentro de la corrupción implica ver el mundo de otra manera, y, a medida que vayamos comprendiendo el papel del mar, que lo absorbe todo, veremos la inteligencia que desprende el apartado artístico.

El diseño de niveles, como advertíamos con anterioridad, está muy bien construido, aunque hay momentos en los que podemos perdernos si no tomamos algún que otro punto de referencia. También está dispuesto así, de forma que los coleccionables quedan bastante bien escondidos e instan al jugador a perderse. Por una parte, tenemos las gaviotas, que tendremos que espantarlas; y, por otro, mensajes embotellados que van dando -aún- más pistas sobre el mundo interior de Kay.

La banda sonora encaja perfectamente con lo representado en pantalla, y, pese a que el doblaje -en inglés- nos ha resultado un poco más forzado de lo habitual en este tipo de producciones, en general el apartado sonoro es notable. Los subtítulos han llegado en castellano, con una traducción más que correcta.

Conclusiones

Sea of Solitude es una obra de autor, y nunca mejor dicho. Su objetivo no es otro que hacerse un pequeño hueco dentro del corazón de los usuarios más sensibles, tratando, a la vez, de concienciar sobre algunas dinámicas detestables que están a la orden del día en la sociedad occidental. Bajo un mundo de ensueño, lleno de luces y sombras, la obra se despliega para experimentar junto con el jugador diferentes tópicos que pueden incomodar -en el buen sentido- al jugador. Sólo por eso, el título se merece, como mínimo, la atención de los jugadores que buscan experiencias nuevas. Eso sí, si somos el tipo de jugador que quiere un viaje rápido y frenético no encontraremos ningún ingrediente en la obra que cumpla nuestras expectativas. Es un videojuego para paladares finos que buscan sensaciones frescas, y no para los amantes de los platos combinados.

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