Novilladas de Canal Sur

El examen de los jóvenes soñadores

  • La ganadería Torres Gallego acogió la selección de la Asociación Andaluza de Escuelas Taurinas 'Pedro Romero' para las novilladas televisadas

Los alumnos participantes en la prueba en el interior de la plaza de toros de la finca ‘La Canaleja’.

Los alumnos participantes en la prueba en el interior de la plaza de toros de la finca ‘La Canaleja’. / Sarove

A los pies de Media Sidonia, en el corazón de la provincia de Cádiz, se celebró la selección de participantes de la Asociación Andaluza de Escuelas Taurinas Pedro Romero para su tradicional ciclo de novilladas, que cumple su 27ª edición y que retransmitirá Canal Sur. La finca La Canaleja, de la ganadería Torres Gallego, fue el lugar elegido para que el jurado, compuesto por ochos directores de escuelas taurinas, decidiera si los 17 alumnos presentes estaban preparados para tan importante envite.

Desde primera hora de la mañana había ambiente alrededor de la coqueta plaza de tientas. Los ganaderos, la familia Torres, organizaba las reses para la prueba y los novilleros, jóvenes de entre 17 y 20 años, se ajustaban el traje de corto junto a los coches. El día acompañaba con un cielo despejado de nubes con el sol como protagonista. La presencia de la ambulancia advertía de la exigencia de la prueba a profesores y alumnos venidos de toda Andalucía. La mezcla de acentos era buena prueba de ello. La charla entre los jóvenes era animada antes del comienzo. Algunos ya saben lo que es participar en este ciclo y tienen sobre sus hombros la presión de los primeros triunfos conseguidos.

Mario Sánchez, alumno de la escuela de Ubrique, durante la prueba. Mario Sánchez, alumno de la escuela de Ubrique, durante la prueba.

Mario Sánchez, alumno de la escuela de Ubrique, durante la prueba. / Sarove

La apertura de la plaza les permitió deshacerse de los nervios a base de capotazos de salón y pose de grupo para inmortalizar el momento. La reunión de las promesas del toreo andaluz. Un examen para jóvenes que sueñan con ser toreros. La prueba constaba de un quite con el capote y dos minutos con la muleta. Eduardo Ordóñez, presidente de la asociación, controlaba el tiempo y Pepe Luis Vargas, vicesecretario, iba dando paso a los examinandos. Con cariño y equidad fueron haciendo pasar a los novilleros, que salían decididos a mostrar su valía. Todo lo aprendido durante años debía reflejarse en pocos minutos sobre el albero. La actitud, la forma de colocarse, de andar, la técnica o el temple son algunos de los criterios que guiaron al jurado a la hora de puntuar.

Además, contaron con la ayuda de Juan Rojas, director de la escuela de Ubrique, para los momentos más tensos de la jornada. Algunos de los novillos de Torres Gallego no pusieron fácil la tarea y voltearon a varios alumnos, que demostraron su arrojo levantándose inmediatamente. Otros permitieron que hasta cinco alumnos se pusieran ante ellos gracias a su gran calidad. “Le pongo un diez al primero”, decía Vargas desde el burladero refiriéndose al primero de los erales.

El jurado de la prueba antes de su comienzo en la finca 'La Canaleja'. El jurado de la prueba antes de su comienzo en la finca 'La Canaleja'.

El jurado de la prueba antes de su comienzo en la finca 'La Canaleja'. / Sarove

La buena labor de los alumnos despertó las alabanzas de los presentes, que veían aptos para los festejos a la inmensa mayoría de los comparecientes. “Los chavales han demostrado que están preparados”, comentó Juan Pedro Torres, anfitrión de la prueba, tras su finalización. Torres abrió las puertas de su fincas al futuro de la fiesta en un momento especialmente complicado para las ganaderías por la pandemia. “Somos uno de los sectores más afectados, pero hemos conseguido mantener el número de vacas”, explicó el criador, que es la tercera generación de esta divisa.

Tras el sexto animal el jurado decidió que ya había visto suficiente a los alumnos y dio por terminada la prueba, dejando todo tipo de sensaciones en los protagonistas. La alegría de los que habían desarrollado toda su capacidad torera contrastaba con las lágrimas de otros que, a pesar de demostrar sobradamente su valía, eran conscientes de que pueden rayar a mejor nivel. La exigencia el jurado es alta, pero la que se imponen los propios novilleros es superior, ya que el ciclo de novilladas que compondrán en tan sólo un paso más en un carrera que sueñan con que sea larga, exitosa y próxima a las astas de un toro.

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