Entrevista con El Cid

“Los toreros parecemos masoquistas, necesitamos pasar esos malos ratos”

El Cid posa con su capote en la orilla izquierda, como su mano, del Guadalquivir. El Cid posa con su capote en la orilla izquierda, como su mano, del Guadalquivir.

El Cid posa con su capote en la orilla izquierda, como su mano, del Guadalquivir. / Juan Carlos Vázquez

Manuel Jesús Cid Salas (Salteras, 1974) ha vuelto. El Cid, como es conocido cuando pisa la tierra de una plaza de toros, reaparece en este 2023. Se retiró de los ruedos en 2020, tras 20 años como matador de toros. En esas dos décadas consiguió abrir cuatro veces la Puerta del Príncipe de la Maestranza de Sevilla, dos la Puerta Grande de Las Ventas de Madrid y cortar cuatro orejas en una encerrona con victorinos en Bilbao. Son sólo algunos datos de un torero que cuenta con el cariño de la afición y la ilusión de volver a vestirse de luces.

-¿Cómo afronta esta reaparición?

-Nerviosillo. La presión no es la misma de cuando empiezas, pero es cierto que tengo cosquilleo en la barriga e inquietudes por ver donde va a ser el primer paseíllo. Los entrenamientos ya son distintos a los del año pasado en que toreé festivales. Ahora ya es otra cosa. El traje de luces, competir con los compañeros y estar en ferias no tiene nada que ver. Estoy con la ilusión de un niño. Sobre todo, por la incertidumbre de ver hasta dónde puedo llegar.

-¿Cuándo decidió que volvía a los ruedos?

-Hace cuestión de dos o tres semanas. Andaba rondando, pero me faltaba dar el paso. Es verdad que me da cosa porque dije que me retiraba y algunos aficionados pensaban que no iba a torear más, pero cuando he dado la noticia sólo he recibido palabras de cariño y agradecimiento. El agradecido soy yo por esta acogida tan bonita que estoy teniendo. Al fin y al cabo, si algo te hace feliz porqué no hacerlo. A mí me hace feliz torear y el vestirme de luces me hace sentir aún más feliz. Me gusta sentir esa presión y esos miedos que no se sienten en un festival. Ese subidón de adrenalina que te dan las tardes especiales.

-¿Qué le ha motivado a tomar esta decisión?

-Me hacía falta otra vez el contacto con el aficionado de las plazas de corridas de toros, porque el contacto con el aficionado no lo he perdido. He toreado 25 festivales, pero no es lo mismo. El plus que te da el vestido de luces es lo que realmente me hace falta. Además, creo que físicamente me encuentro muy bien y técnicamente estoy también bien. He mejorado muchos aspectos de mi toreo. Vuelvo porque creo que puedo aportar algo de mi tauromaquia. Puedo hacer disfrutar mucho a la gente. Puedo emocionarla.

-¿Vuelve el mismo torero que se retiró en 2019?

-Se van a encontrar a aquel Cid con una versión mejorada. La experiencia es un grado. Veo el toreo desde otro prisma que cuando empezaba o cuando era figura, que no me daba tiempo a asimilarlo. Los años te van dando una visión más amplia de lo que es el mundo del toro. Ahora, tras un parón, he podido ver lo que he hecho y lo que puedo hacer. Ahora veo cosas que antes no veía y disfruto de cosas que antes pasaba por alto. También aprendes mucho de las tardes malas, que son las que te permiten tener tardes buenas.

El Cid durante la entrevista en el Real Círculo de Labradores. El Cid durante la entrevista en el Real Círculo de Labradores.

El Cid durante la entrevista en el Real Círculo de Labradores. / Juan Carlos Vázquez

-¿Qué opina su familia de este regreso?

-Ha habido de todo. Al principio, reticentes. Mi mujer y mis hijos lo pasan mal porque saben que esto no es fácil. Mi mujer, por ejemplo, se ha tragado toda mi carrera conmigo. Sabe que ha habido momentos buenos, pero también malos. Momentos de amargura y de pasarlo mal. Aunque sabe que está casada con un torero y que somos personas especiales que parecemos masoquistas. Nos gusta pasar esos malos ratos. Nos hace falta para llenarnos también de esa sensación de que nadie te regala nadie. Al final eres tú y creer en uno mismo.

-¿Qué espera de esta temporada?

-No me planteo número de festejos. Tampoco me planteo muchas corridas. Las temporadas taurinas son muy atípicas. No tiene nada que ver con las temporadas de otros tipos de artistas, que tienen firmados los conciertos del año que viene. Exceptuando varias figuras, que tienen que estar en todas las ferias, el 80% de los toreros es día a día y partido a partido. Intentar meter la cabeza en las plazas importantes y no torear un número alto de corridas. Dentro de esa posibilidad está el que las cosas salgan bien y la temporada fluya y vaya in crescendo. Y si salen mal, pues va a costar mucho más trabajo. Siendo figura o no. Esto es como en la guerra: aquí nadie es imprescindible.

-¿Se plantea que la reaparición sea por más de un año?

-Por lo pronto, para una. Según como me vea, ya veré para 2024. Es verdad que si me quedo no va a ser para diez años. Si la cosa va bien, imagino que dos o tres años. Tengo ya 48 años. Los años no pasan en balde aunque estés bien físicamente. El cuerpo lo sabe. Una voltereta con mi edad no bota uno lo mismo que cuando tenía 20 años (risas). Los huesos no están iguales y yo tengo ya 18 cornadas y las piernas molidas. Las recuperaciones no son las mismas. Son muchos factores los que te influyen a decidir si seguir o quitarse. Yo, afortunadamente, cuando me quité en 2019 estaba pletórico. Me fui porque necesitaba un descanso para despejar la mente y desconectar del mundo del toro. Me ha venido muy bien para volver con más fuerza.

-¿Cómo ha vivido estos años sin vestirse de torero?

-He estado en la retaguardia. Detrás del telón. No he parado de entrenar, pero no con la intensidad de ahora. Ahora estoy casi a diario para mejorar y estar al 100%. Antes eran dos o tres días a la semana para mantenerme. Luego, sale el toro y te exige el máximo física y mentalmente.

-¿Se ha probado ya los trajes de luces?

-Un par de ellos de los de 2019. Me están bien, incluso uno hasta ancho. Cuando dejas de hacer deporte fuerte, el cuerpo pierde masa muscular. Si no eres de engordar, pierdes volumen. Tengo que coger un poquito más de músculo.

El Cid posa con el Palacio de San Telmo de fondo. El Cid posa con el Palacio de San Telmo de fondo.

El Cid posa con el Palacio de San Telmo de fondo. / Juan Carlos Vázquez

-¿Qué ha sentido al verse de nuevo vestido de torero?

-Es una sensación bonita y extraña. Es casi divina. Vestirte de torero y verte en el espejo. Nada más que con la taleguilla. Es tan bonito y tan especial que, cuando te lo pones, son pinturas. Los toreros somos como bailarines. Queremos ser juncos, ser flexibles. El traje es un espejo: cuando estás bien, se nota; cuando estás mal, también; si estás delgado o con un kilo de más, se ve. El traje de corto no te da esas sensaciones. Y ya cuando te pones la chaquetilla, eres un superhéroe. Ahí ya no te cambias por nadie. Te cambia hasta el talante incluso en la habitación cuando te lo estás probando. No sé que tiene el traje de torear que te da un plus de todo. Un plus de valor, de miedo, de responsabilidad,... Y también de la protección que te hace falta. Esa pequeña coraza que algunas veces mentalmente parece que tienes.

-¿Se imagina la vuelta al albero de la Maestranza?

-Lo más bonito del mundo. Es como volver a empezar. Sobre todo, aquí en Sevilla. Con gente tan entendida. Volver a pisar ese ruedo... Tengo ganas y a la vez nervios. También me encantaría estar en Madrid, en Santander, en Bilbao, en Pamplona,... Son ferias que a todos los toreros nos gusta ir. Son de mucha responsabilidad y repercusión, pero el pisar esas arenas es distinto a otras zonas. El ambiente, la seriedad del toro y del público. Por eso, cuando se hacen las cosas bien, cala.

-¿Qué le pareció la pasada temporada en Sevilla? Algunos la calificaron de triunfalista...

-Ha sido triunfadora, no triunfalista. Ha sido muy bonita, como hacía años que no ocurría. Con un elenco de toreros jóvenes que tienen un futuro muy prometedor. Con una calidad tremenda y haciéndole cosas a los toros al alcance de pocos. He visto a la gente con ganas de disfrutar. De empujar a la tauromaquia. Y eso los toreros lo percibimos mucho cuando estamos ahí abajo. La afición ha empujado a todos y eso se ha traducido en muchas orejas y varias Puerta del Príncipe con toreros muy distintos. Ha habido un nivel muy alto de toros y toreros. Y algunos no han pegado el zambombazo porque han fallado con la espada.

-¿Tiene decidido qué ganaderías le gustaría matar este año?

-Estoy abierto a todo tipo de ganaderías. He matado de todo en mi carrera. Hasta Miura, que era la única de las duras que nunca había toreado. Evidentemente, yo ya no tengo 20 años y sé donde está mi límite. Sé que hay cierto tipo de hierros que te exigen muchísimo desde el primer toro que sale, ya sea tuyo o del compañero. Requieren mucha atención y mucha tensión. Para eso tienes que estar muy preparado y muy fino. Por ejemplo, hubo una temporada que maté toda la camada de Victorino Martín. Tenía 27 o 28 años y ahora tengo casi 50.

-Si se encontrara con aquel Cid que empezó o el que estaba arriba, ¿qué le dirías?

-Gracias y enhorabuena. Como torero y como persona. Recuerdo mis comienzos, cuando estaba abajo. Me costó mucho llegar arriba. No cambiaría nada de mis inicios. Si tuviera que volver a empezar, me gustaría repetirlo todo de nuevo. Cuando sufres mucho, le das importancia a cosas que no se las darías si te costara poco trabajo. A El Cid que empieza le recordaría lo importante que es rodearte de gente buena. Todo el que llega arriba tiene un buen equipo al lado. El que no lo tiene, no se mantiene.