Toros

Morante, 25 años después

  • El cigarrero le cortó las dos orejas al cuarto toro de la mal presentada corrida de El Torero

  • Urdiales cortó oreja y Ortega brilló con la espada

Morante de La Puebla, en un natural al comienzo de su faena a 'Bombardero', el toro que abrió plaza en sus Bodas de Plata como matador.

Morante de La Puebla, en un natural al comienzo de su faena a 'Bombardero', el toro que abrió plaza en sus Bodas de Plata como matador. / EFE

Corrida de expectación al conjuro de las Bodas de Plata como matador de toros de Morante y que se quedó en tono menor por culpa de un ganado mal presentado y de juego decepcionante. Es de obligada corrección que exista una diferencia de presentación tan abismal por muy plaza de segunda que sea Burgos. Pero la tarde no se hundió gracias a la buena disposición de la terna.

Tras la enorme decepción de la corrida de Carmen Lorenzo y el recuerdo del buen juego que el día anterior dieron los toros del frío, esos animales que pastan en campos nevados propiedad de Antonio Bañuelos, llegó un cartel muy esperado. En el remozado coso de El Plantío que ahora lleva el nombre de Coliseum de Burgos, se daba la quinta corrida de esta feria burgalesa de San Pedro y San Pablo, precisamente en el día que le da nombre al evento.

Celebraba Morante sus veinticinco años de alternativa y el gran orfebre nos regaló una faena llena de matices con Dictador. un castaño que a regañadientes se sometió al embrujo de las telas de su matador. Y en un desplante, Morante le perdió la cara y el toro se ensañó con él, afortunadamente sin consecuencias. Lo mató a ley y le concedieron las dos orejas. En su primer toro, que se tenía en pie y nada más, apenas tuvo opciones.

Diego Urdiales le cortó la oreja a su primero, brindado a Morante, que atendía por Caramelo y que embestía de dulce pero no siempre. Alternaba las embestidas y el riojano logró meterlo en la canasta para rematar la obra con una tanda de naturales muy ligados y muy por encima de lo que el toro merecía. Lo mató de estocada desprendida y a esperar al quinto. Pero no fue bueno ese quinto, con el que alternó carteles de toros con muletazos de corte menor para despenarlo de estocada desprendida.

Juan Ortega anda a la espera de ese toro que le devuelva el sitio y lo vuelva a poner en el sitio que corresponde a su calidad de torero. Muy decidido toda la tarde, no encontró el material que requieren sus obras. Lo que mejor le salió fue cómo ejecutó la suerte de matar. El bondadoso público burgalés pidió la oreja para él en sus dos toros y es que sólo sus dos estocadas ya eran merecedoras de dicho premio.

La tarde tenía el nombre propio de José Antonio Morante por su cumpleaños de alternativa. Qué lejos queda todo desde que aquel niño de blanco y oro bajo el frío y la lluvia de un desapacible San Pedro en Burgos iniciase una carrera que tuvo luces y sombras, pero que llegado este momento reluce con un brillo cegador. Morante, ese gran orfebre vestido de seda y oro que nos regaló La Puebla del Río, se ha convertido, veinticinco años después, en el gran torero del momento y en el que va a dar nombre a toda una época de la Historia del Toreo.

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