Toros

Morante de la Puebla o cuando el toreo es un tesoro

  • El sevillano realiza una gran faena, tras bordar el toreo a la verónica, pero no acierta con los aceros · Ponce y Nazaré, que tomaba la alternativa, sin lotes para el éxito en una mala corrida de Juan Pedro Domecq

La crisis no se está notando en la Feria de Abril. Los llenazos se suceden. Ayer, pese a que el purísimo cielo sevillano amenazó con cierta resaca, en forma de pequeños nubarrones, la tarde se abrió por sevillanas, con el público abarrotando la Maestranza y a la espera de que arrastraran el último toro para salir disparado al real. La historia del festejo se puede resumir en una faena memorable de Morante de la Puebla, una alternativa de Antonio Nazaré y una pésima corrida de Juan Pedro Domecq. Pero vayamos por partes, porque hay mucho que contar en una función pasada de metraje.

Morante fue mucho Morante. Ante un toro al límite en todo, que resultó noblón y al que le costaba embestir y acabó refugiado en tablas, el de La Puebla se creció hasta límites insospechados, jugando con todos los resortes de un buen lidiador, al que añadió la sal de su arte. El saludo de capa quedará para la historia. Las zapatillas clavadas en la arena, los movimientos de los brazos armónicos, el cuerpo suelto, con naturalidad, y las muñecas aladas, para hacer volar el capote con suavidad pasmosa, para hacer soñar el toreo sublime en unas verónicas suaves y dormidas... pura ambrosía. Morante realizó una faena tan larga que recibió un aviso antes de entrar a matar. Pero no fue una faena al uso, una faena de pegapases. Alternó la diestra y la izquierda, esbozando algunos muletazos sueltos de calidad. Cuando consiguió meter al reservón animal en la muleta, dibujó derechazos con empaque y un gran pase de pecho. Luego, otra serie, robándole los pases. El público coreaba la obra con oles. Con la izquierda, en la distancia corta, pura filigrana en algún muletazo, hasta apoderarse del astado, tocándole el testuz. Entre lo más granado, naturales sueltos, de frente y a pies juntos, para esculpir y un muletazo desmayado, con el público puesto en pie, en una de las ovaciones más grandes que se recuerdan en el coso del Arenal. Cómo sería la cosa, que la presidencia fue pitada cuando envió, reglamentariamente, el recado presidencial por la dilatación de la monstruosa faena. Pinchazo en lo alto, que fue ovacionado. Nuevo pinchazo, en esta ocasión hondo, y un descabello. Cómo estarían los ánimos de exaltados, que el público le pidió al matador que diera una vuelta al ruedo, en la que nos recordó recorriendo el anillo, con pasitos cortos y rápidos, a Joselito el Gallo o Pepe Luis en imágenes en blanco y negro, cuando querían abreviar en ese premio, siempre magnífico, de la vuelta al anillo. Con el anovillado quinto, parado y sin recorrido, el de La Puebla no se dio coba.

Antonio Nazaré en su día grande, el de la alternativa, estuvo gafado. Su primero, ante el que se estiró bien a la verónica, se lesionó y fue sustituido por Fabricante, con el que se doctoró, un toro que fabricaba tornillazos, en lugar de sueños. Un astado que pulverizó el sueño del doctorado del torero de Dos Hermanas, que brindó la faena a su padre, tras recibir los trastos de Enrique Ponce. El toro, castaño, número 121, de 550 kilos, mirón, con dificultades, no llegó a entregarse. El toricantano estuvo voluntarioso. Tras la pólvora mojada anterior, Decisivo, el sexto, era decisivo verdaderamente para el porvenir de Nazaré, que brindó a Pedro Gutiérrez Niño de la Capea, que le ha cobijado en su casa, bajo sus consejos profesionales. El toro se revolvía con prontitud en la muleta y el diestro, porfión y en cercanías, sufrió un susto cuando pisaba los terrenos del astado. Mucho arroz para un novel.

Enrique Ponce saldó su cierre en la Feria de Abril sin huella alguna ante un pésimo lote. Nada ante su primero, que no tenía un pase y labor muy larga, en la que le gritaron el consabido "¡Mátalo!", cuando intentaba justificarse, salpicada con algunos muletazos largos, de buen trazo.

Pasarán los años y nadie, absolutamente nadie, podrá decir que Morante, ayer, estuvo en señorito con Señorito, al que supo sacarle, con talento y temple, todo lo que el toro llevaba dentro, que era más bien poco. Toreo a la verónica y al natural de muchos kilates. Toreo de ese que cada uno guarda en el cofre taurino qie tiene depositado en su corazón de aficionado y que, pasados los años, continuará incrementando su valor, como los buenos tesoros.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios