Feria de San Miguel | Segundo festejo y primera corrida del ciclo

Emotiva despedida de Padilla con un saldo ganadero de Matilla

  • El jerezano, premiado con un trofeo en su adiós de La Maestranza

  • Roca Rey corta una oreja a un sobrero anovillado

  • Bellos destellos estéticos de Morante

Juan José Padilla, con una bandera Pirata y otra de España en su adiós de la plaza de Sevilla.

Juan José Padilla, con una bandera Pirata y otra de España en su adiós de la plaza de Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

En la primera corrida de esta Feria de San Miguel 2018 la tarde pintaba bien, extraordinariamente bien. Los partidarios del jerezano Juan José Padilla, del sevillano Morante de la Puebla y del limeño Andrés Roca Rey abarrotaron La Maestranza que lucía como si estuviéramos, por expectación, calor y color, en el mismísimo Domingo de Resurrección.

Mucho se tenían que torcer las cosas para que el evento naufragara... De principio a final, en lo ganadero, fue la película del Titanic. Vías de agua en una pésima y mansísima corrida de Matilla, para colmo con desigualdades en hechuras y en conjunto mal presentada, con el remate de un quinto y un sobrero, como sexto bis, que cerró plaza, con menos trapío que la mayoría de los novillos que se han lidiado este año en Sevilla.

No cabía un alfiler. La terna fue recibida con una ovación de lujo, que se prolongó hasta mitad del paseíllo. Al término del mismo, estalló otra de órdago para Padilla, que recogió en los medios. El trato cariñoso del público con el gaditano, quien no ha faltado desde su alternativa, lidiando casi siempre corridas durísimas en este albero que ha regado con su sangre, como con aquella cornada grave en el muslo izquierdo en 2000, se prolongó a lo largo de su actuación y una descarga emocional electrizó todos los tendidos cuando Padilla, tras recibir un trofeo, daba la vuelta al ruedo con una bandera de España y otra de Pirata, se arrodillaba y besaba la arena de la plaza sevillana.

De ese cuarto toro, manso desde su salida, como toda la corrida, Padilla se quejó de que tenía problemas de visión. No lo banderilleó y escuchó algunos pitos por ello. Su pundonorosa faena estuvo amenizada por un pasodoble, un homenaje en su adiós del coso del Baratillo, en el que logró como mejores cotas una serie con ligazón con la diestra y una estoconazo en el que se tiró a ley.

Con el que abrió plaza, que buscó pronto toriles y al que tampoco banderilleó, se mostró voluntarioso y recetó otra buena estocada.

Morante, quien decidió no anunciarse este año en la Feria de Abril y hacer doblete en esta de San Miguel, desplegó bellos momentos estéticos ante otro lote con varias arrobas de mansedumbre. Ante el castaño segundo ganó terreno a la verónica con gracia torera y logró algunos muletazos aislados con suavidad.

Con el mansísimo quinto, que se rajó de inmediato, dibujó algunas verónicas de categoría, tuvo un guiño gallista en una larga para colocar frente al caballo al toro. Y en la muleta, tras un comienzo por alto, manejó la franela con temple antes de que el animal barbeara las tablas.

Roca Rey, líder, que está acercando a la gente joven a las plazas y a punto de cerrar una temporada pletórica, se entregó ante otro lote imposible. Dejó al castaño tercero sin picar y en la labor muleteril el astado se lesionó la mano derecha, con el torero sin opción a nada.

Cuando salió el sexto, el público estaba desesperado y sin que tuviera ninguna tara, hubo protestas y la presidenta lo devolvió incomprensiblemente. Como sexto bis, otro astado de la misma casa, anovillado, que fue recibido con gritos de “¡Eso es una cabra!”. Roca apostó con fe ante el mansísimo animal en una labor eficaz, presidida por la quietud. Unas bernadinas de infarto y media estocada fueron el detonante para la concesión de una oreja que puso el punto y final a una corrida de máxima expectación que se cargó el saldo ganadero de los Matilla; por cierto, apoderados de Padilla.

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