Va a tener razón el cineasta Joaquín Oristrell y el prime time, el tesoro de las grandes audiencias, está en manos de unos mayores que prefieren un reality a cualquier otro programa porque así no tienen que estar atentos a tramas y complejidades. Las series estarían condenadas a ser consumidas bajo demanda, sin tener que trasnochar por ver tan un solo capítulo, alargado, esquivando anuncios.

Lo de la triple noche de final de Supervivientes en esta semana en Telecinco además de ser una pobre estrategia de Mediaset es a su vez un reconocimiento de derrota de su competencia ante ese formato de los robinsones bronquistas, con sus egoísmos y sus egos. La 1 reservó anoche su capítulo de La otra mirada (no termina de tirar esta imposible escuela de feministas) y hoy Antena 3 reserva La Catedral del Mar a la que se le cambió de día sin hacer efectivo este traslado previsto para los jueves. Habrá que estar atentos a seguir el hilo cuando los directivos de Antena 3 crean conveniente.

Puede ser que mucho personal nocturno ande encantado con el Gran Hermano Hambriento pero sus cifras tampoco han sido como para hacer temblar al resto de la parrilla.

Seguro que Antena 3 tendrá poderosas razones comerciales para interrumpir su serie estrella en esta semana. Veremos si el público entre tanto partido del Mundial (un acontecimiento que sí difumina todo lo que haya alrededor del mando) deja de engancharse a la adaptación literaria sabiendo que la serie medieval que se está emitiendo a trozos se puede degustar de una tacada en otro momento.

Las estrategias de contraprogramación y serranazos de otros tiempos son más inciertas ahora. No es serio partir en tres la final de un reality, un chicle ya estirado, y no parece adecuado aplazar series que tienen en vilo a un buen puñado de la audiencia nocturna, unos espectadores castigados ya con horarios tardíos e interrupciones interminables.