Tengo por costumbre ver el Concierto de San Esteban. En el Palau de Música Catalana. Allá donde se reúnen las esencias. Me gusta la música coral. Pero cada año se me hace más insoportable seguir el ritual. Comenzaron con los lacitos amarillos, que portaron la mayoría de los cantores y de los directores y músicos que pisan el escenario. Después llegaron las consignas y las pancartas. Este año llevaban preparadas incluso las fotos de los políticos que andan por ahí. En la platea no caben la disidencia. En cuanto se inicia el Canto a la Senyera comienzan los gritos de "Independencia".

Y me siento agredido. Se quieren independizar de mí, de nosotros. Se sienten tan superiores que no desean cargar ni un año más con la pesada carga de pertenecer a un estado inferior. Y a mí, que siempre he admirado su progreso, su cultura y su carácter civilizado, se me queda cara de póquer. Me violentan, y seguro que éste ha sido el último año después de muchos que he asistido a esta ceremonia cercana en las formas a la de una secta.

Menos mal que estaba esperándome Murillo. El documental producido por La 2, que se ha hecho esperar y que finalmente se estrenó en la noche de san Esteban, devolvió un poco de sosiego a mis alterados sentidos. El director Manuel Armán ha firmado una de sus obras mayores, contando con las mejores técnicas fotográficas para ello. Y el viaje por la vida y obra de Bartolomé Esteban se convierte en una sucesión de pasajes de belleza muy honda. Nada cursilona. Transmisores de una alegría vital. Si me he de quedar con algo lo hago con los paralelismos que se establecen entre las obras de la fotógrafa Isabel Muñoz y con la música original creada para la ocasión por Juan Bardem Aguado.

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