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Cristianos en Tierra Santa: Ni pastores ni reyes ni marimorenas

Un grupo de cristianos en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Un grupo de cristianos en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. / Sara Gómez Armas / efe

Fragmentadas por el muro de separación entre Israel y Cisjordania ocupada, hostigadas por grupos extremistas judíos y amenazadas por la continua emigración de sus miembros, las comunidades cristianas de Tierra Santa viven con miedo a extinguirse en una generación en el lugar donde nació su religión.

Tanto sus fieles -palestinos que viven sobre todo en Jerusalén o, justo al otro lado del muro, en el núcleo de Belén, Beit Yala y Beit Sahur-, como sacerdotes e incluso los jerarcas de las Iglesias, no ocultan su temor a que la cristiandad aquí quede reducida a los lugares sagrados como el Santo Sepulcro o la basílica de La Natividad, vacíos y sin vida, solo para disfrute de peregrinos y turistas.

"La Iglesia como institución permanecerá, el problema es la situación de las comunidades locales. ¿Qué haremos aquí sin fieles, solo recibiendo peregrinos?, se pregunta el Patriarca Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, nombrado por el Papa y representante de los católicos.

Las cifras hablan por sí solas. Entre Israel y Palestina, los cristianos locales rondan las 180.000 personas -contando los árabes cristianos con ciudadanía israelí-, poco más del 1% de la población de ambos territorios, cuando en 1967 eran el 12% o más del 25% en 1948, antes de la creación del Estado de Israel.

El éxodo cristiano no es nuevo en la zona: comenzó en la época otomana, pero sus feligreses señalan la Segunda Intifada (2000-05), que derivó en la islamización de la sociedad palestina y en la construcción del muro, como el último detonante que disparó la emigración.

Como palestinos, los cristianos que viven en Tierra Santa sufren violencia -que este año vive cotas sin precedentes desde 2006-, alto desempleo y falta de oportunidades; pero el ser minoría los hace aún más vulnerables en un territorio de mayoría musulmana -al este del muro-, o judía, del otro lado. "El tiempo nos corre en contra. Podemos desaparecer en una o dos generaciones de la tierra de Cristo. El 80% de los jóvenes árabes cristianos quiere emigrar y nuestra natalidad es más baja", resume Samier Qumsieh, palestino cristiano de Beit Sahur y director de Mahd TV, el único canal cristiano de Cisjordania.

Hace año que no puede visitar al resto de su familia, hermanos y primos, que viven en Nazaret -ciudad árabe de mayoría cristiana que quedó en Israel en 1948- por las restricciones de movimiento que imponen los israelíes. "Debemos incentivar la economía para que los jóvenes se queden, pero para eso necesitamos seguridad", afirma Hani Hayek, alcalde de Beit Sahur, ciudad palestina con mayor concentración cristiana, el 80% de sus 15.000 habitantes, que vive fundamentalmente del turismo de peregrinos -allí se ubica la Iglesia del Campo de los Pastores, donde el ángel dio la noticia del nacimiento de Jesús- y de la fabricación de recuerdos.

Las precarias economía y seguridad empuja al éxodo a cristianos del lado palestino, pero para los 10.000 que residen en Jerusalén se suma la presión de grupos radicales judíos, que buscan desplazar a esta minoría, especialmente de la Ciudad Vieja, para judaizar la zona y adueñarse de propiedades eclesiásticas.

Insultos al clero, agresiones a seminaristas, lugares de culto vandalizados, interrupciones violentas de procesiones son algunos de los "crímenes de odio" cometidos por estos extremistas que han aumentado dramáticamente en el último año, la mayoría impunes.

Los trece jerarcas de las denominaciones cristianas en Jerusalén -greco-ortodoxa, católica, luterana, armenia, copta, siriaca, etíope, melkita o maronita, entre otras-, cuya relación en el pasado estuvo marcada por disputas, se han unido en la campaña internacional para proteger a los cristianos de Tierra Santa.

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