El Palquillo

El barrio que es una hermandad (y viceversa)

Colgaduras en el Cerro del Águila, en una imagen de la pasada Semana Santa.

Colgaduras en el Cerro del Águila, en una imagen de la pasada Semana Santa. / juan carlos muñoz

Al Cerro del Águila se llega en el 26 y huele a 29. Parte de su población fundacional estuvo integrada por familias procedentes de los núcleos rurales que venían a trabajar en las obras de la Exposición Iberoamericana de 1929. El Águila era inicialmente plural, las Águilas, ave legendaria que es metáfora de una barriada que fue levantando el vuelo y adquiriendo su propia personalidad.

La historia de un barrio se puede contar a partir de la de una familia. Cuando Francisco Carrera Paquili, diseñador, emprendedor, medalla de Sevilla, con calle en el Cerro del Águila, se enteró de que la periodista Marina Bernal, siendo hija de la barriada del Cerro, había pronunciado antes el pregón de la Mistela de Chipiona, no tardó en invitarla para que glosara las vivencias de la barriada donde creció y a la que hoy vuelve desde ese paraíso gaditano para acompañar a los titulares de su hermandad.

En el caso de Marina, son cinco generaciones relacionadas con el Cerro del Águila. Su bisabuelo compró unos terrenos, sus abuelos se casaron y se fueron a vivir allí; en el Cerro se conocieron sus padres, se formó la periodista y ahora vive una quinta generación, la de su sobrina Coral, nombre-insignia de su familia que resume muy bien la condición coral de un barrio que ha crecido de una forma solidaria. El barrio es una hermandad (dos, con la del Rocío) y viceversa.

Con su abuela paterna, Coral, Marina recorría los viernes las calles del barrio. Ese barrio en el que crecieron iconos de la cultura como el dramaturgo Salvador Távora, que desde su éxito con Quejío en el festival de Teatro de Nancy llevó el barrio del Cerro a los rincones más recónditos del planeta, desde Australia a Japón, o el torero Diego Puerta. Távora también probó suerte en la tauromaquia después de trabajar de soldador y matricero en Hytasa, una las mayores hilaturas de Europa, pero se cortó la coleta cuando en agosto de 1960 un toro acabó con la vida del rejoneador Salvador Guardiola en la plaza de toros de Palma de Mallorca.

La abuela materna, Manuela Galván, estaba casada con Juan Guerrero, capataz de obra que trabajaba en una empresa que construía carreteras y obras de enjundia como la Universidad Laboral (hoy Pablo de Olavide) o la infraestructura de la Feria del Prado. Este capataz tiró de mucha gente que vivía en el campo para que se labrara un porvenir en la ciudad. Antoñita, la madre de Marina, era devota de la Virgen de los Dolores, fue la inspiradora de esos Anónimos Infinitos de la periodista sevillana, biógrafa de Rocío Jurado y Lola Flores, que ya van por su tercera edición.

Aníbal González, el arquitecto ideólogo de la Exposición de 1929 que murió ese mismo año, tiene calle en el Cerro del Águila, como también la tiene Juan Talavera, el arquitecto que con las instrucciones de Pablo Armero, marqués de Nervión, fue diseñando el entramado de este barrio. Las primeras casas empezaron a entregarse hace un siglo. Las iban numerando y vendiendo, recordaba uno de sus vecinos más ilustres, Luis Montoto Martínez, nieto del Luis Montoto de la calle que el vulgo conoce como Oriente (murió en 1929, el mismo año que Aníbal González) y alma del periódico A vista de águila, que sacó a la calle su primer número el 1 de julio de 1991.

El año que viene es tiempo de conmemoraciones redondas en el barrio. En 1943 se erige su primera parroquia; en 1953 se trasladan a un nuevo templo, edificio construido por el arquitecto Aurelio Gómez Millán, cuñado de Aníbal González. En 1955 España entra en la ONU, se crea el Pacto de Varsovia, muere Ortega y Gasset y la primera junta de gobierno de la hermandad adquiere la imagen de la Virgen, obra de Sebastián Santos Rojas.

A la fábrica de Hytasa entraban los trenes por la mercancía. En sus terrenos se levantó la barriada Hispalis o el centro comercial Alcampo. Da nombre a un polígono de marcado carácter cultural donde tuvieron sede La Cuadra de Távora, los Ulen o Maestranza Films, la productora de Antonio Pérez que trajo un ramillete de Goyas para casa con Solas de Benito Zambrano. También da Hytasa nombre a un complejo deportivo donde juega el Cerro, cuyo histórico ascenso a Tercera División fue celebrado como un triunfo continental.

La misma calle donde residió lleva el nombre de Diamantino García, el histórico cura de los jornaleros, párroco de Los Corrales, devoto de Juanita Reina y de Ernesto Cardenal. Su entierro multitudinario, en medio de un aguacero, fue una prueba de afecto del barrio a un sacerdote ejemplar. La teología de la liberación llegó de su mano al Cerro, como la música luchadora de la flauta de Pepe Suero ("Andalucía la que divierte, clavado a fuego lleva un puñal…"), con calle en el barrio. El Cerro donde vivió Paco Herrera, músico rompedor, pionero del rap, de la ópera rock y que compuso una marcha procesional al Cristo del Desamparo y Abandono.

La primera estación de penitencia en la carrera oficial la hizo el 21 de marzo de 1989. Meses antes de que cayera el muro de Berlín. Construido en 1961, el mismo año de la riada del Tamarguillo que dejó sin hogar a miles de sevillanos y que ahora es sólo un obligado recuerdo de abandono y desamparo pretéritos en la Ronda del Tamarguillo y la calle Canal, donde el 26 tiene dos paradas. Para entrar en este barrio que sabe a año 29, a plaza de España y parque de María Luisa. Del Cerro del Águila al Monte Gurugú.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios