La levantá

Se nos fue la primavera

Se nos fue la primavera.

Se nos fue la primavera.

Los días comenzaron a alargarse, brotaba el azahar, el sol intensificaba su brillo, verdecían los jardines y floreaban los anhelos de esa esperada semana.LOS días comenzaron a alargarse, brotaba el azahar, el sol intensificaba su brillo, verdecían los jardines y floreaban los anhelos de esa esperada semana.Igualás, ensayos, traslados de pasos, cultos en los templos a nuestros amantísimos titulares. Vía Crucis Oficial majestuosamente celebrado, trasiegos de hermanos en las casas de hermandad, tardes de limpieza de plata, de abuelas cosiendo nuevas túnicas, de montajes de esas efímeras arquitecturas que son nuestros misterios y palios en frías noches de priostes y mayordomos.

Jornadas mirando al calendario, restando los días para la llegada de un nuevo Domingo de Ramos.Y justo cuando todos esperábamos su llegada, nos robaron la primavera y, con ella, nuestra Semana Santa. Me niego, no me resisto a no vivir las experiencias que me deparaba la presente Semana Santa algecireña. Así que, como si de un diario de las emociones se tratara, dejaré constancia escrita de mi Semana Santa, de esta Santa Semana, fugaz, invisible, intangible, convirtiendo la nada en algo grande. La presente edición cofradiera nos deparaba momentos nuevos, soplos de aires frescos en la religiosidad popular. Iba a ser una Semana Santa madrugadora, de vísperas, vistiendo de galas a un Viernes de Dolores inédito en la Ciudad. Jesús Coronado de Espinas, germen de la futura hermandad de la Coronación, saldría a las calles de un barrio lejano, revindicando su lugar y sentido en el futuro cofrade algecireño. Viernes de Dolores pleno, junto al vía crucis del Señor del Perdón y María Santísima de la Amargura y Desamparo. Con la caída de la noche, vendría el traslado del Cristo de la Caridad en el misterio de su Sagrada Mortaja desde San Antonio a su casa de hermandad en el coqueto San Isidro.El Sábado de Pasión sería jornada de reencuentros en La Palma, mi Hermandad del Nazareno. Junto a los benjamines de la casa volvería a celebrar la escuela cofrade; risas, correteos, nuestra satisfacción reflejada en la cara de los más pequeños al descubrir la magia de nuestro veneno cofrade. Al final de la jornada, en Salesianos, aguarda la primera levantá de nuestra Semana Mayor. Amor y Alegría desbordadas entre emociones de vísperas y nuevas esperanzas.

Amanece el Domingo de Ramos, matutinas procesiones de Palmas en los Templos, mañanas de sol, de aromas, de abrazos y besos. Jesús en su Entrada Triunfal hubiesen fusionado la tarde en eclosión devocional. Montereros, parque Mª Cristina, la vuelta por Salesianos, las calles de la Cuesta del Rayo. Un nuevo Domingo de Ramos.Engarzado espera un Lunes Santo, junto a la barroca esquina del Santuario de Europa. Jesús Atado a la Columna, obra maestra de José Román. Quería despedirme del misterio que desde los recuerdos de mi infancia acompañaban al Señor, pues el año próximo veremos culminado la nueva metamorfosis estética ideada tiempo atrás por los soñadores de la hermandad. Quería deslumbrarme con la luminosidad de María de las Lágrimas, ascua de luz en la noche calmada. Y el Martes Santo pasear por San Isidro, en busca de un cautivo al que sencillamente llamamos Señor. Vivificar nuestro mejor exponente de religiosidad popular. Necesitaba más que nunca caminar bajo el manto verde de la Esperanza, esa esperanza tan necesaria en estos tiempos.

Histórico y distinto Miércoles Santo, las Colinas volvería a agitar los cimientos de su barriada, Ecce Homo avanzando entre avenidas, renovando fuerzas y afianzándose en la jornada.

Misterio de tribunal,con flamantes chicotás, avanza desde a lejanía, sin detener su compás.

La jornada nos mostraría una estampa inusual, la Buena Muerte del Señor saldría este año desde la Parroquia del Corpus Christi. La Cuesta del Rayo tan acostumbrada a la algarabía rezaría enmudecida al ver pasar al Señor en su Buena Muerte. Pasado el ecuador, llega mi particular punto de inflexión.

Jueves Santo, madrugadora jornada, desayuno con mis hermanos, visita a San José Artesano, rezos, ánimos, pellizco en el estómago. La tarde avanza rápido, espigados capirotes morados circundan la Plaza Alta, Jesús con la cruz al hombro, el Nazareno arranca clamores y saetas de un pueblo que lo espera. Tras Él, un cofre de plata y oro, relicario compuesto de esfuerzos, tesón, luchas, anhelos y plegarias de unos hijos que la arropan. Mi Madre de la Amargura, ataviada de Reina, prendidas sus velas, amalgama de olores y sinfonía de colores. Madre y Reina Nazarena, tu pena se consuela en la mística madrugada, pues el gentío es pañuelo que enjuga tus lágrimas. Jueves Santo añejo, maridaje de nuevos sabores, de tonos blancos y azules, Tres Caídas es el reflejo del cielo de una tarde tempranera en San José Artesano. Un antes y un después el que esperaba a la hermandad trinitaria en el día del Amor Fraterno. Arbores de un nuevo misterio para el Señor junto a un barrio agitado que sin lugar a dudas iba a salir tras Dios. Llegamos al epílogo, casi extenuados, reponemos fuerzas y comienza el ritual; es Viernes Santo y como siempre acompaño a mi otra hermandad. Ser mantilla de La Soledad, decana y maestra de nuestras hermandades, es aportar un humilde granito de arena a siglos de historia. La peina, la mantilla, el luto en el vestido, los guantes de encajes, el rosario y, lo más importante, siempre acompañada de ti, SOLEDAD. Viernes Santo pleno, los barrios y el centro de nuevo fusionados. Misericordia y Mortaja, nos os veo pero os intuyo, os siento, os diviso entre calles, oliendo vuestras esencias. Toda historia tiene un gran final, el culmen, Jesús Resucitado. Iba a despedirme de esa dulce talla rondeña a la espera de ver el nuevo rostro de nuestra Resurrección. Delicia de semana, aún no has llegado y yo te siento lejana. Volverás con fuerza, brotarás en 2021, con ilusiones renovadas. Cuando todo esto sea algo pasado, un mal sueño del que despertaremos, para volver a vivir nuestra Semana Santa.