Crímenes de agosto

La bomba de Las Letanías o hasta dónde llegó la maldad humana

La bomba de Las Letanías o hasta dónde llegó la maldad humana La bomba de Las Letanías o hasta dónde llegó la maldad humana

La bomba de Las Letanías o hasta dónde llegó la maldad humana / Rosell

El agosto de 2003 fue uno de los más tórridos que se recuerda. En Sevilla se sucedieron 16 días con temperaturas máximas por encima de los cuarenta grados. Las páginas de los periódicos de aquellos días se llenaban de noticias de muertes achacables al calor: la de un mendigo que se quedó dormido al sol, la de varios ancianos que vivían solos en sus casas, algunas de ellas sin aire acondicionado, e incluso la de un matrimonio en la que uno de los miembros ejercía de cuidador y falleció, dejando al otro desasistido y muriendo también a los pocos días.

Aquel verano terminó de estallar el 14 de agosto, víspera de la Virgen de los Reyes, en una calle de la barriada de Las Letanías llamada Consuelo de los Afligidos. En mitad de la madrugada, Matías Martínez, de 72 años, un vecino que había salido recientemente de la cárcel por matar a su mujer y al que los servicios sociales habían realojado en un piso de Las Letanías, prendió fuego a varias bombonas de butano que había acumulado días atrás en su casa. Hoy se cumplen 19 años.

El bloque en llamas. El bloque en llamas.

El bloque en llamas. / D. S.

Lo que hizo aquel hombre indica hasta dónde puede llegar el ser humano en su maldad. Matías se había preocupado de rociar con gasolina toda la escalera del bloque, y de verter más combustible por debajo de las rendijas de las puertas de sus vecinos, para que el edificio se convirtiera en una bola de fuego. Esa inquina fue la que le salvó la vida a la familia que vivía encima de Matías, el matrimonio de Ángel y Dolores y sus dos hijas, Esperanza y Vanesa, de once y ocho años. El piso solo tenía un aparato de aire acondicionado en el salón, por lo que las niñas, ante el fuerte calor, habían colocado los colchones en el suelo de esta estancia y dormían allí durante las noches de verano.

Un sanitario trabaja en el bloque incendiado. Un sanitario trabaja en el bloque incendiado.

Un sanitario trabaja en el bloque incendiado. / D. S.

Las pequeñas se despertaron cuando notaron los colchones empapados de gasolina y fueron al dormitorio donde estaban sus padres para contarles lo que pasaba. En ese momento se produjo la explosión. La vivienda voló. Todo quedó destrozado. Todo salvo una habitación: el dormitorio en el que estaban los cuatro, que milagrosamente salieron ilesos. Al pirómano le molestaban especialmente los juegos de los niños del bloque.

Ángel, el padre de las niñas era el presidente de la comunidad y se convertiría después en el rostro de los afectados, se movería de manera incansable para conseguir primero un realojo en una vivienda digna, y después la construcción de un nuevo bloque. Las intensas gestiones de aquellos días hicieron que perdiera su trabajo en un almacén de alimentación. Al día siguiente de la explosión representó a los vecinos en la procesión de la Virgen de los Reyes, patrona de la Archidiócesis, junto al cardenal Carlos Amigo Vallejo, recientemente fallecido. Se vivieron momentos muy emotivos aquella mañana en la Catedral.

Policías nacionales llegan al bloque de la explosión. Policías nacionales llegan al bloque de la explosión.

Policías nacionales llegan al bloque de la explosión. / D. S.

En la explosión de Las Letanías murieron cuatro personas, entre ellas el incendiario, cuyo cuerpo fue encontrado en el portal sin el brazo derecho. Literalmente le había volado cuando encendió el mechero. "Si no muere, de aquí no habría salido vivo", decían algunos de los residentes en el barrio, todavía indignados, la mañana de la explosión.

El mismo día 14 de agosto se hallaron entre los escombros los cuerpos sin vida de Miguel y María del Valle, ambos de cincuenta y siete años. Era el matrimonio que vivía en el piso ubicado justo debajo de la del incendiario. Miguel acababa de salir del hospital tras haber pasado un periodo ingresado por un infarto. Las personas que sobrevivieron estaban convencidas de que Matías, en su retorcido pensamiento, esperó a que le dieran el alta médica a su vecino del bajo para reventar el bloque. Hasta que no lo escuchó de nuevo en casa, no llevó a cabo su diabólico plan.

Una grúa derriba el bloque. Una grúa derriba el bloque.

Una grúa derriba el bloque. / D. S.

Unos días después de la deflagración murió en el hospital otra vecina, Salud, a quien todos conocían como Chica, que ingresó con el 90% de su cuerpo quemado. Otras treinta y dos personas resultaron heridas de diversa consideración y ochenta tuvieron que ser desalojadas de sus casas. Otros saltaron desde una altura considerable para ponerse a salvo. Fue una noche de locura en el Polígono Sur, donde no paraban de llegar ambulancias, camiones de bomberos y coches de la Policía.

El suceso provocó posteriormente varios episodios similares en Sevilla, que fueron resueltos a tiempo por la Policía, por parte de vecinos conflictivos que se animaron a intentar hacer volar por los aires sus bloques. En uno de esos episodios, en Pino Montano, fue clave el papel de una madre, que se había encerrado en el cuarto de baño y, desde la ventana de esta habitación, iba lanzando trozos de papel higiénico en los que escribía lo que estaba haciendo su hijo, que había reunido varias bombonas de butano y amenazaba con meterles fuego. También en el polígono de San Pablo o en Las Naciones estuvieron a punto de sufrir la locura de algunos vecinos que quisieron imitar, afortunadamente sin éxito, al pirómano de Las Letanías.

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