Sociedad

Waterloo y la Diada: la fascinación napoleónica de Puigdemont

  • Eligió como refugio la localidad donde Napoleón perdió su imperio y comparte aureola de mártir con Napoleón III, sobrino del emperador

Napoleón III y Carles Puigdemont.

Napoleón III y Carles Puigdemont. / M. G.

En el segundo centenario de la batalla de Waterloo, librada el 18 de junio de 1815, que puso fin al dominio de Napoleón en Europa, que entonces era decir el mundo, Carles Puigdemont Casamajò era alcalde de Gerona, destino del que fue catapultado a la presidencia de la Generalitat para que la Cup desbloqueara su boicot a la presidencia de Artur Mas. El 6 de abril de 1974, el grupo sueco Abba ganó el festival de Eurovisión celebrado en la localidad inglesa de Brighton con la canción ‘Waterloo’. Puigdemont tenía once años. Nació el 29 de diciembre de 1962 en la localidad gerundense de Amer. La víspera, festividad de los Santos Inocentes, nació Quim Torra, su sucesor en la presidencia de la comunidad catalana.

La derrota de Napoleón en Bélgica y la victoria de Abba en Inglaterra son dos ejemplos del magnetismo que sigue ejerciendo una palabra: Waterloo, que volvió al primer plano de la actualidad cuando fue la localidad elegida por Puigdemont para huir de la Justicia española. En esa elección parece flotar una fascinación por el periodo napoleónico. El emperador corso sometió a España y nombró a su hermano rey del país vecino, motivos más que suficientes para que desde el independentismo se cumpla la premisa de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos.

Antes de Waterloo, Napoleón sufrió otra derrota sonrojante. Fue la de Bailén de 1808, muy cerca de donde seis siglos antes se librara la batalla de las Navas de Tolosa. Ese año nace en Burdeos Carlos Luis Napoleón Bonaparte, futuro Napoleón III, hijo de uno de los hermanos del emperador. Le cupo la doble honra de ser el único presidente de la Segunda República Francesa y el último monarca de ese país. El 4 de septiembre de 1870, con su captura en Sedán y la derrota en la guerra francoeuropea, se ponía fin al Imperio francés.

Hay un curioso paralelismo entre las trayectorias políticas de Napoleón III y Carles Puigdemont, unidos además por ese topónimo legendario, Waterloo, nombre de una batalla de la que fueron privilegiados cronistas Walter Scott o Stendhal. A los dos, el que fuera emperador y el ex alcalde de Gerona, les asiste una triple aureola de prófugos, presos y refugiados, aunque las circunstancias fueron bien diferentes.

Por una ley de 1 de enero de 1816, cuando el futuro Napoleón III tenía siete años, se desterró a todos los Bonaparte de Francia. Hortensia de Beauharnais, cuñada de Napoleón, compró un castillo en Suiza, país en el que creció su hijo Carlos Luis y en el que llegó a ser voluntario de su ejército. Refugiado en Inglaterra, entró en dos ocasiones furtivamente en Francia, en 1836 y en 1840. La segunda la hizo en una nave por el canal de la Mancha, fue detenido y encarcelado en el castillo de Ham, del que logró huir cambiándose la ropa con un carpintero que trabajaba en la prisión. Cuando se produce la revolución de febrero de 1848 en Francia que pone fin al reinado de Luis Felipe, el sobrino de Napoleón regresa al país, se presenta a las elecciones de 10 de diciembre de 1848 y las gana por abrumadora mayoría.

El 2 de diciembre de 1852 proclama solemnemente por referéndum el nuevo Imperio del que será su emperador entre 1852 y 1870. El 30 de enero de 1853 contrae matrimonio con la granadina Eugenia de Montijo, de la que este año se ha conmemorado el centenario de su muerte.

Prófugo, preso y refugiado. El mismo currículum que Carles Puigdemont, que incluso iguala a Napoleón III en intentos de golpes de Estado si por tales se toman el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 y la declaración unilateral de independencia del 27 de octubre de ese año. Un día después es cesado de su cargo y el 29 de octubre cruza la frontera oculto en un automóvil, coge un vuelo en Marsella (el primer destino del exilio de Alfonso XIII) hasta Bruselas. Fue puesto en busca y captura acusado de los delitos de rebelión, sedición y malversación de caudales públicos.

El 25 de marzo de 2018, la policía alemana de Schlewg-Holstein lo detuvo cuando cruzaba la frontera procedente de Dinamarca y quedó en arresto provisional en la cárcel de Neumünster. No tuvo que cambiarse la ropa con nadie, bastó una fianza de 75.000 euros para ser puesto en libertad. Como Napoleón III, Puigdemont también fue elegido diputado (del Parlamento Europeo) y como aquél sueña con volver algún día para ser proclamado presidente de la República catalana. Lo de emperador es una quimera que además le sonará al título que distinguió a Lerroux en Barcelona, el Emperador del Paralelo.

Waterloo es uno de los episodios que más fascinación literaria e histórica sigue ejerciendo. “Napoleón lo tenía terriblemente cautivado”, escribía Dostoievsky sobre Raskolnikov, el protagonista de ‘Crimen y castigo’, “… el verdadero amo a quien le está permitido todo, bombardea Tolón, arrasa París, ‘olvida’ un ejército en Egipto, pierde medio millón de hombres en la campaña de Moscú, escapa por milagro de Vilna. Y después de su muerte le erigen estatuas”.

Napoleón atraviesa los primeros Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Escribiendo el primero, ‘Trafalgar’, entre enero y febrero de 1873, se produce la proclamación de la Primera República. Hay Episodios como Bailén, la batalla coetánea del nacimiento de Napoleón III, Cádiz, Zaragoza o Gerona, la primera patria política de Puigdemont. La presencia de Napoleón es continua en el Episodio ‘La Corte de Carlos IV’, donde alguno de los personajes da pábulo a rumores que suenan a precursores de los actuales cotilleos políticos.

Uno de ellos imagina a Godoy “intentando, con el auxilio de Bonaparte, mandar a América a la Real familia, quedándose él de Rey de España”. En otro, un conspirador de opereta sitúa al propio Godoy en los preparativos de las bases “de un tratado por el cual España cedería las provincias catalanas a Francia, a cambio de Portugal y el reino de Nápoles”.

La batalla de Waterloo fue uno de los catorce momentos estelares de la Humanidad elegidos por Stefan Zweig. Suena con tintes proféticos: “A veces, y éstos son los momentos más asombrosos en la historia universal, el hilo de la fatalidad cae durante una fracción de segundo en unas manos por completo incompetentes”. En Waterloo había luminarias de derrota, “no es el sol de Austerlitz, radiante y de buenos augurios”, dice Zweig de una batalla que considera “una obra maestra de tensión y dramatismo” en un tablero donde las fichas las movieron Napoleón Bonaparte y el duque de Wellington.

Ganó Inglaterra (con tropas alemanas, holandesas y el ejército prusiano) y será Inglaterra el país que organice en 1974 el festival de Eurovisión. Casi medio siglo después, ninguna canción ha superado en ritmo y belleza a ‘Waterloo’. Aquello no fue una batalla, pero fue un festival cargado de connotaciones políticas. Francia no participó porque en plena fase de ensayos falleció Georges Pompidou, presidente de la República francesa desde 1969.

Italia se negó a retransmitir el Festival por pensar que la canción que lo representaba, ‘Sí’, defendida por Gigliola Cinquetti, hacía propaganda subliminal en el referéndum sobre el divorcio que tenía lugar una semana después en el país transalpino. La canción portuguesa sería eclipsada dos semanas después por Grándola Vila Morena, himno oficioso de la revolución de los claveles que tuvo lugar el 25 de abril de ese año. Vivía Franco, hacía cuatro meses del atentado contra Carrero Blanco y presidía el Gobierno Carlos Arias Navarro. A España la representó un catalán, Pedro Pubill Calaf, Peret en todas las emisoras, un gitano de Mataró, cuna de la rumba catalana, que interpretó el tema “Canta y sé feliz”. Cruyff terminaba su primera temporada en el Barcelona.

Carles Puigdemont sigue residiendo en Waterloo. La casa la fotografió en una ocasión el psiquiatra sevillano Ulises Bidón Vigil de Quiñones. El eurodiputado parece un napoleón de copistería que volverá a celebrar la Diada por los hechos que sucedieron el 11-S de 1714, un siglo y un año antes de Waterloo. Prófugo, preso y desterrado, un nuevo Napoleón III. Los dos se casaron con extranjeras: el sobrino de Napoleón con una granadina; el ex alcalde de Gerona, con una rumana. La sombra del Steaua de Bucarest es alargada.

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