catástrofe natural Las peores inundaciones del último medio siglo

Adaptados a la vida acuática

  • Retretes flotantes y taxis con remero proliferan en Bangkok y otras ciudades de Tailandia, un país que se ha convertido en una sucesión de palafitos

El retrete flotante y el taxi con remero son algunos de los útiles producto del ingenio tailandés ante los cotidianos inconvenientes causados por las inundaciones que han convertido Tailandia en un país de aldeas acuáticas. Los afectados con mayor suerte sobreviven en las azoteas u otras zonas altas gracias las exiguas raciones de víveres que el Gobierno reparte, pero a aquellos sin tanta fortuna no les queda otra opción que la de pasar la mayor parte del día a remojo para conseguir el sustento, aunque sea desafiando a las enfermedades provocadas por el agua contaminada por la basura y la podredumbre.

"El Gobierno nos trae comida en un camión, pero no es mucha cantidad. Aquí no podemos trabajar, así que no tenemos dinero para comprar", explica una joven del barrio capitalino de Ban Plad.

Con diez retretes flotantes nuevos para unos 70.000 habitantes, las autoridades esperan reducir el riesgo de infecciones causadas por el vertido de excrementos en el agua que desde hace cerca de dos meses anega la mayor parte de la ciudad de Ayutthaya, conocida por las ruinas de construcciones centenarias y cercana a la capital, Bangkok.

Los excusados están montados sobre una especie de balsa provista de bidones cerrados que hacen de flotadores, un depósito en el que almacenan la porquería y una cabina con una cortina para que los usuarios tengan intimidad.

Otro ingenioso invento consiste en elevar hasta un metro la rueda delantera de esos característicos triciclos tailandeses llamados tuk tuk, con unas largas horquillas que le dan al vehículo el aspecto de una motocicleta de estilo chopper que tira del carrito en el que se acomodan los pasajeros.

Aunque la mayoría de los tailandeses sobrellevan las penurias con estoicismo, estas inundaciones consideradas las peores registradas en Tailandia en el último medio siglo y que comenzaron hace unos tres meses, continúan causando muertes casi a diario, aunque ahora la mayoría de la víctimas no perecen ahogadas sino electrocutadas en su casa o en la calle.

Las autoridades del país sitúan en 529 el número de muertos y en 2,9 millones el de afectados por las inundaciones ocurridas en 27 provincias de la meseta central y en Bangkok, ahora casi sitiada por la tromba de agua que empezó a llegar hace dos semanas.

Mientras que en el centro financiero y comercial ni siquiera se aprecian charcos, el agua ha anegado ya un 60% de la superficie de Bangkok, conocida tiempo atrás como la Venecia de Oriente por su red de canales.

Las autoridades de Tailandia luchan para que evitar que se cumpla la premonición de su rey, Bhumibol Adulyadej, quien años atrás y en plena efervescencia constructora, alertó de que a ese paso y con la desaparición de los canales para hacer calles y edificios encima, la capital sería como un "retrete sin cadena".

El imparable avance de las aguas mantiene en ascuas a la inmensa mayoría de los residentes en Bangkok, que atentos siguen la evolución por medio de los mensajes que reciben en sus teléfonos móviles o pegados a la televisión que informa sobre las inundaciones a casi todas horas con programas especiales y en directo.

En barrios anegados se han producido casos de desobediencia civil por parte de vecinos hartos de llevar una vida acuática y en algunos sectores de la población aflora el hastío cuando entran en comercios y supermercados desabastecidos a causa de la ruptura de la distribución.

Muchas miles de toneladas de basura se acumulan en las calles y el agua que anega amplias áreas del oeste y norte de la metrópoli, está adquiriendo cada vez más un color verde oscuro.

En las zonas residenciales de la capital, la gente se pertrecha de las últimas creaciones de la moda popular: pantalones, botas y bolsas impermeables de diferentes colores y diseños.

"Tengo medicinas, pero no consigo quitarme los hongos y ya hasta me duelen", dice Sanjing sin perder el humor y mientras adopta una rara postura para sacar el pie de dentro el agua.

Cerca, un grupo de jóvenes beben cerveza al son de música rock en un garito improvisado montado sobre una plataforma que sobresale del agua en una angosta calle, por la que la gente camina con el agua hasta las rodillas.

Unos portan protegida por plásticos la compra hecha en algún mercado de la zona seca, otros arrastran una especie de cubiletes flotantes en los que han metido a sus hijos para evitar que tengan que nadar.

"Antes tenía una moto-taxi, pero tras las inundaciones compré la barca para seguir ganando algo de dinero", explica Sorai, quien espera recuperar los 224 euros que invirtió en la compra.

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