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La Torre de don Fadrique se prepara para su apertura

Los operarios trabajan en los merlones y sobre la cubierta de la Torre de don Fadrique.

Los operarios trabajan en los merlones y sobre la cubierta de la Torre de don Fadrique. / Antonio Pizarro

Un espacio único que recobra en estos días todo el lustre del pasado. La actividad en el antiguo convento de Santa Clara es frenética. Las obras se solapan en este oasis del barrio de San Lorenzo que, a lo largo del próximo año, recuperará dos de sus joyas: la Torre de don Fadrique y la iglesia. La primera de las actuaciones, que también incluye la rehabilitación de los jardines y la portada de Maese Rodrigo, la acomete el Ayuntamiento con una importante subvención del Estado gracias al programa del 1,5% Cultural. Los trabajos en la atalaya medieval dejan ver ya su tonalidad más clara y un interior sobrio pero de una gran belleza y solidez. La segunda de las intervenciones la lleva a cabo el Arzobispado. Todavía restan catorce meses de obra para que el templo barroco, una joya de Juan de Oviedo con importantísimas obras de Martínez Montañés, vuelva a estar abierto.

La entrada histórica del convento de Santa Clara, la de la calle del mismo nombre, es un auténtico trasiego de operarios. El bello compás, que será rehabilitado también cuando terminen las principales intervenciones, sirve como improvisado espacio de trabajo y acarreo de materiales. Los andamios cubren las fachadas del templo y la portada de Maese Rodrigo, que conduce a los jardines. En este bucólico espacio la Torre de don Fadrique muestra ya signos de su esperada restauración. Lo primero que se ha hecho es un tratamiento biocida y, posteriormente, se ha limpiado toda la superficie con agua a presión controlada.

“El cambio ha sido muy importante. Nos encontramos con restos de humos, por algunas hogueras o antorchas, que se han limpiado mediante áridos”, explica Pilar Soler, una de las restauradoras. Tras los tratamientos llevados a cabo destaca cómo luce la bella portada, en la cara norte, que estaba encalada y se ha limpiado con bisturí, o las esquinas, donde se pueden apreciar los capiteles antes muy ennegrecidos. La torre presentaba numerosos morteros añadidos, algunos de los cuales se han dejado porque eliminarlos causaba mayores problemas. Durante los trabajos en el exterior han aflorado hasta 9 nueve marcas de canteros.

Una de las plantas de la torre. Una de las plantas de la torre.

Una de las plantas de la torre. / Antonio Pizarro

La Torre de don Fadrique formaba parte del palacio de este infante, hijo de Fernando III El Santo, pero siempre estuvo exenta. Su función era recreativa y es un ejemplo único de este tipo de construcción en Sevilla. “Era una torre-mirador. El palacio en su origen tenía una estructura similar al Alcázar. Contaba con cuatro torres en lo que hoy es la zona del claustro. Todavía se conservan dos completas. Cuando se instalan las monjas lo hacen sobre lo que se llamaban las casas de don Fadrique. Posteriormente, fueron construyendo el convento que hoy se conoce” explica Carmen Hernández, arquitecto de la Gerencia de Urbanismo que ha redactado el proyecto.

Los estratos de la torre de don Fadrique. Los estratos de la torre de don Fadrique.

Los estratos de la torre de don Fadrique. / Departamento de infografía

En el interior de la construcción medieval se han eliminado la ingente suciedad que se acumulaba y las numerosas defecaciones de aves. La torre es de una clara inspiración italianizante, fruto de los viajes que el infante realizó por el país transalpino. A pesar de la austeridad y sencillez, hay detalles que saltan a la vista, como el suelo grabado de la entrada o las bóvedas góticas de nervadura que arrancan en unos bellos chapiteles. Los pasamanos de madera también llamarán la atención de los visitantes.

La torre, que mide 30 metros de alto y 8,40 de lado, cuenta con tres plantas y una azotea. La restauración está previsto que termine en febrero y para la primavera se podrá abrirse a las visitas. Tendrán que ser guiadas y en grupos de no más de diez personas por las propias características del inmueble, cuya subida es complicada debido a la angostura de las escaleras.

Los jardines y la portada de Maese Rodrigo

En el perímetro de la torre, la restauración también avanza a buena velocidad. Ya se ha limpiado un importante lienzo de la fachada que creó Juan Talavera, arquitecto municipal, a principios del siglo XX cuando se adaptó el espacio para acoger el Museo Arqueológico Provincial. Talavera le dio el ambiente actual al entorno de la torre, creando los jardines o la alberca, que también serán remozados.

La puerta de entrada a la torre. La puerta de entrada a la torre.

La puerta de entrada a la torre. / Antonio Pizarro

El tercer elemento patrimonial sobre el que se interviene es la portada de Maese Rodrigo, que en su momento estuvo en el colegio del mismo nombre situado en la Puerta de Jerez y que da acceso a los jardines de la torre desde el compás. Este elemento está siendo sometido a una limpieza y a la eliminación de los elementos vegetales, como parte de la restauración integral. También se consolidarán los elementos, se repondrá la cubierta y se reintegrará volumétricamente donde sea posible. Un problema que tienen que resolver los técnicos es el encaje con el muro de la sacristía de la iglesia, ya que está superpuesta y no coinciden. Igualmente, se han encontrado durante las obras algunos elementos desmontados de la portada que no se instalaron al no caber.

Detalle de la construcción de la torre. Detalle de la construcción de la torre.

Detalle de la construcción de la torre. / Antonio Pizarro

En cuanto a las obras de la iglesia, encargadas por la Archidiócesis en virtud del convenio suscrito con el Ayuntamiento, los albañiles trabajaban en la zona superior, donde ya había sido levantada la mayor parte de las tejas, y en el perímetro exterior.

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