Humildad y Paciencia

Solemnidad e historia se funden en el Cristo de La Caña

  • Las costaleras de la Esperanza salvan con maestría la salida de La Coronada

Solemnidad y tradición, dos señas de identidad de la Semana de Pasión sanroqueña, que se hacen presentes en el Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia y Nuestra Señora de la Esperanza. Ambas imágenes entre fieles y devotos, recorrieron las calles adoquinadas del bello casco histórico de la ciudad, haciendo un guiño a la historia.

Antes de las 10:00 horas sonaba la música desde la calle San Felipe. La Asociación musical La Pasión, de Jerez de la Frontera hacía su aparición en la plaza, llena de fieles a pesar del aire frío de la noche. Cuando las manecillas del reloj marcaban la hora señalada, se abrían las horas del templo y aparecía la Cruz de guía, seguida por una veintena de pequeños penitentes con sus túnicas rojas. A continuación, el Cristo de la Caña y el himno de España y los primeros aplausos. Sus 54 cargadores salvaban con maestría la puerta del templo. Bellamente engalanado con lilas y rosas carmesí en la parte alta del trono descendía con paso firme por la rampa del atrio.

Las 72 mujeres cargadoras, muy jóvenes muchas de ellas, hacían lo propio con la Virgen de la Esperanza. Tulipanes y velas blancas, la mayoría apagada por el viento de la noche, adornaban a la bella Esperanza que descendía con la misma templanza por la rampa. Mientras el Cristo miraba de frente la salida de su Madre. Las cargadoras la giraban poquito a poco hasta colocarse en el centro de la plaza, concediéndose un pequeño respiro tras el esfuerzo.

La valiosa talla del Cristo enfilaba ya la calle Rubín de Celis, donde hombro con hombre los devotos siguieron todo el cortejo, por las calles San Nicolás, San José, Los Reyes, General Lacy, Almoraima, hasta llegar a la carrera oficial en la calle Málaga. El frío no quitaba ni un ápice de la devoción a este Cristo con más de tres siglos de antigüedad, procedente de Gibraltar. A la hora prevista, enfilaba ya el Cristo la calle San Felipe, seguido muy de cerca por la Esperanza, una sanroqueña en toda regla, tallada y policromada en San Roque, por el también sanroqueño Juan Casas Peña. A pesar de su juventud, cinco años en la calle, cuenta con muchísimos fieles. Su bello y limpio rostro que mira con esperanza a su hijo es ya una de las imágenes más queridas de la Semana Santa sanroqueña, en la que todas tienen un lugar preferente.

Las dos imágenes llegaban tras los esfuerzos de sus costaleros a la Plaza de la Iglesia, donde se produjo el encuentro antes de su entrada en el templo, para devoción de sus devotos.

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