Llovía cuando estaba prevista la hora de que la Hermandad del Santo Entierro y la Virgen de la Soledad realizase su estación de Penitencia en la calle.

La junta de gobierno tomó entonces dos decisiones. La primera fue retrasar la salida media hora y traspasar el atrio del santuario de la Inmaculada a las ocho ya que la previsión meteorológica anunciaba una tregua del cielo. La segunda determinación fue acortar el recorrido para evitar que la lluvia sorprendiese a a cofradía y a sus titulares en la vía pública. Así, finalmente el cortejo salió de la iglesia y por la plaza de la Iglesia llegó hasta la calle Padre Rodríguez Cantizano, después continuó por Sol hasta llegar a Clavel. Desde allí entró a la calle Real y paso por la carrera oficial para regresar a su templo.

Tal y como acordaron el equipo de gobierno y el Consejo Local de Hermandades y Cofradías, propietario de la talla del Santo Entierro, ninguno de los dirigentes del Ayuntamiento participó en el desfile, en el que si estuvieron representados los cuerpos de la Policía Nacional y la Guardia Civil.

Antes de sacar a los pasos a la calle, dos costaleros retiraron con escobas el agua que había caído. Fuera centenares de linenses esperaban para ver estas imágenes en la calle a pesar del mal tiempo.

El primero en cruzar el arco de la puerta fue el paso del Santo Entierro. Sin banda, como es habitual, afrontó su estación de penitencia con el único sonido del llamador y el de las pocas voces de los ciudadanos que se atrevían a hablar ante el paso del Cristo yacente.

Después le tocó el turno a la Soledad. El palio salió sobre ruedas y una vez en el atrio del santuario, los costaleros levantaron en peso el paso para que se colocaran las patas y tras esto, ponerse bajo las trabajaderas y sacar a la Virgen a la calle.

A pesar de haber recortado el recorrido, a la hermandad le sorprendió la lluvia de regreso en la plaza de la Iglesia y tuvo que correr al final.