III BIENAL CANELA DE SAN ROQUE

No hay Dolores sin Remedios

  • Dolores Agujetas y Remedios Amaya sobresalen en la tercera gala de la Bienal Canela de San Roque en la que quedó evidente el alto nivel interpretativo del bailaor David Morales.

  • No faltó la presencia del artista local Antonio Aparecida.

Remedios Amaya, durante su magnífica actuación en la Bienal.

Remedios Amaya, durante su magnífica actuación en la Bienal. / Erasmo Fenoy

Una de las grandes claves de la Bienal de Arte Flamenco Canela de San Roque es la diversidad de nombres que presentan sus carteles, consiguiendo en la mayoría de noches colocar en las tablas a artistas tan alejados entre sí como Remedios Amaya y Dolores Agujetas. Ambas gozan de la admiración del público a pesar de tener discursos bien diferenciados.

La primera, metal precioso de la fiesta; la segunda, profundamente canónica y ortodoxa. Dos maneras de entender el mensaje y, cómo no, de ofrecerlo, pero dos mujeres prodigiosas y bañadas por la gitanería. Hoy día no se puede entender una escuela sin la otra.

Tercera noche de la muestra, una gala entretenida aunque un poco larga y en la que participaron otros nombres como el cantaor sanroqueño Antonio Aparecida y el bailaor de linense David Morales. La bienvenida la dio en esta ocasión el periodista Juan Casal, que destacó la consolidación de la cita incluso “en un año tan convulso”. El primero en salir fue Aparecida, de negro con botines rojos, templándose por malagueñas del Mellizo acabadas en rondeñas. “Estábamos 24 horas juntos, para mí Canela era un hermano”, dijo Antonio antes de entrar de lleno en un cante a compás tomado como un viaje por su propia historia y la de tantos nombres del flamenco de su tierra y de Málaga. Manuel Peralta entonó su guitarra por alegrías, a lo que el cantaor respondió con la fuerza que da experiencia y con letras personalizadas, nada de acudir a los clásicos gaditanos. Concluyó su actuación por bulerías y cuplés como ‘Caridad la Sanluqueña’.

Momento para interiorizar, llega Dolores Agujetas. La hija del siempre mítico y admirado Manuel tiene el don de conmover. Su cante va al tuétano, a las tripas. Huye la jerezana de lo previsible para afrontar los cantes con espontaneidad. Se acuerda de Manuel Torre en la soleá inicial. El público no puede aguantarse. Cortito y bueno, el cante en un catavino. Bien ‘El Perla’ en la guitarra, que acompaña las fatigas del camino trágico de la seguiriya que Dolores ejecuta. Las fatigas dobles de esta fragüera se quedaron en San Roque. Cada letra es una sentencia. Cada fandango, una puñalada. Memorable aportación la de Dolores por bulerías, acordándose de su rama de los Chalaos, Rubichi y Agujetas. La Plazuela se hizo dueña del Teatro Juan Luis Galiardo por media hora.

Y de Jerez a Sevilla, parándonos en Triana. Cruzar el puente es llegar a la Cava de los Gitanos y encontrarnos a la musa de los cabales, Remedios Amaya. Elegante como siempre, envuelta en la magia de las estrellas, convenció desde el primer segundo. La artista parece que lo tiene todo ganado antes de abrir la boca. Sonrisa eterna y radiante por su estampa. Siguieron en la escena 'El Perla', y los palmeros José Rubichi y Fernando Canela Chico, que prendieron la mecha por soleá. Remedios se levantó y se descalzó, y sacó lo mejor de sí en los tangos. Se alejó del micro pareciendo estar en una fiesta familiar y llegando a provocar que el respetable cantara junto a ella aquel éxito ‘Turú turai’. Se remanga el vestido para coronarse en las bulerías. La gente en pie.

No fue fácil mantener la intensidad creada por Remedios, pero ahí estaba el renombrado bailaor David Morales que puso todo el empeño en culminar la gala de la mejor manera. Y lo consiguió con oficio y brillantez. Arropado por un gran elenco en el atrás fue hilvanando movimientos dancísticos en una muestra de sobrado dominio técnico. Recuperó fragmentos de espectáculos ya estrenados como 'Amor en libertad' y 'Lorca', arriesgando en vestuario, pero acertadamente reconstruido en un todo emocionante. Destacaron las voces de Jesús Cobacho y Esperanza Soria, que acompañaron en la vidalita, por soleá y bulerías al protagonista que rompió la frustración de no encontrarse con su público desde antes de que iniciara la pandemia. Ante la adversidad: baile, cante y toque porque no hay Dolores sin Remedios.

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