El sueño es una necesidad fisiológica fundamental que debe ser satisfecha para asegurar la supervivencia. Actualmente debido a la pandemia del Covid-19 son muchos los que sufren insomnio. Un trastorno que dificulta al paciente a conciliar y mantener el sueño y que puede repercutir en la esfera social, laboral y familiar. Es el trastorno del sueño más común y la mitad de los pacientes nunca ha tomado medidas para resolverlo. Me comenta el doctor Francisco Valenzuela, neurólogo y responsable de la Unidad del Sueño Hospital Nuestra Señora del Rosario, que los problemas de sueño se manifiestan por factores estresantes y se complican por malas conductas como el consumo de sustancias, el trabajo a turnos, el jet lag y las enfermedades psiquiátricas.

Durante la vejez se ven incrementadas las visitas a la unidad del sueño, por el aumento de problemas médicos, psiquiátricos y por el sedentarismo. Es más frecuente en mujeres, personas desempleadas, divorciadas y en ocasiones en personas con menor grado de educación. Se pueden manifestar en el contexto de otros padecimientos crónicos, de hecho, aproximadamente el 50% de los pacientes con enfermedades crónicas padecen insomnio. Valenzuela me habla del insomnio de adaptación, un trastorno que tiene una duración limitada y representa la respuesta pertinente a un acontecimiento en la vida del paciente. Es un estado de hiperalerta que se puede cronificar. Todo conlleva a un círculo vicioso en el que cuanto más esfuerzo hacemos para lograr inducir el sueño más agitación y más frustración se genera lo que provoca una mayor dificultad para dormir. También tratamos el síndrome de apnea del sueño, una enfermedad crónica caracterizada por la obstrucción repetida de la vía aérea superior donde se produce el cese completo o parcial del flujo aéreo por el aumento del colapso de la vía respiratoria. Esto provoca hipoxia intermitente con microdespertares que inducen a su vez a la fragmentación de sueño.

Los síntomas nocturnos de la apnea más comunes son episodios de asfixia, movimientos anormales, nicturia, reflujo gastroesofágico, polidipsia durante la noche, diaforesis, congestión nasal, hipersalivación y pesadillas. Sin embargo, durante el día lo más frecuente es el sueño no reparador, fatiga, cefalea matutina, irritabilidad, apatía, depresión, dificultad para concentrarse, alteración de la líbido e impotencia sexual, sequedad faríngea y bucal matutina. Así, Valenzuela recalca el peligro del alcohol, ya que su consumo antes de dormir disminuye la latencia de sueño fragmentando la segunda mitad. Al consumirlo de forma continua se va desarrollando tolerancia al efecto hipnótico pero se mantiene el efecto trastornador del sueño. En quienes padecen alcoholismo, el porcentaje de insomnio es mayor, tardan más en conciliar el sueño y sufren un patrón más desorganizado con múltiples despertares.

Para el tratamiento del insomnio se requiere un diagnóstico global. Las primeras medidas a tomar son reconducir los hábitos de higiene de sueño, intentado evitar el tratamiento farmacológico. Seguro.

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