Adiós a un mito

Rafaella Carrá: oda al rubio platino y los pantalones palazzo

  • La artista italiana nos reconcilia con la época dorada de la televisión

  • Fue precursora de Madonna, Lady Gaga y Rosalía en vestuario y baile

Una jovencísima Raffaella Carrá luce tipazo sentada en un banco.

Una jovencísima Raffaella Carrá luce tipazo sentada en un banco. / D. S.

España vivía los fastos del 92 y éste que les escribe se asomaba al siempre trepidante balcón de la adolescencia. Una mujer con melena recta, rubio platino, se colaba la noche de los jueves en la pantalla del televisor. Era de los pocos programas de variedades que, por aquella época, se emitían en directo. Sin los medios técnicos que hoy se poseen. Al frente se encontraba Raffaella Carrá, una artista casi desconocida por mí hasta entonces.

Uno de los concursos más populares que incluía el formato era la llamada telefónica (no existían entonces los móviles), que se realizaba al azar a esa hora de la noche, lo que deparaba respuestas de lo más variopinto. Recuerdo especialmente que en una de esas llamadas una madre joven, ajena a la emisión del programa, le confesó a la presentadora italiana que se había cansado de vivir y que esa misma noche lo iba a tirar todo por la borda. La Carrá tuvo que cambiar de inmediato el chip de jolgorio y diversión para, dentro de sus facultades, proporcionar el consuelo necesario con el que esa joven desistiera de su intención.

Aquella reacción me dejó enganchado por completo a esta diva boloñesa, por la que a partir de ese momento empecé a tener una especial admiración. Fue en aquellos años de pubertad cuando descubrí toda su trayectoria: su llegada a España al final del tardofranquismo, en una televisión en blanco y negro a la que ella le dio todo el color de sus atuendos que, curiosamente, casi medio siglo después vuelven a estar a la última.

Me refiero a esos monos con pantalones palazzos que hoy lucen las influencers de la moda (nunca me acostumbraré a este palabro) y las modelos más cotizadas en distintos saraos. Por no hablar de los crop tops, que le valieron el sobrenombre de “el ombligo de Italia”. Aquellas prendas de diseño imposible –ideadas para su puesta en escena con sus complejos bailes que rozaban la acrobacia– guardaban un halo futurista que bien podría estar relacionado con el pintor y compatriota con el que compartía apellido artístico: Carlo Carrá.

Uno de los modelos de la Carrá en los que dejaba ver su famoso ombligo. Uno de los modelos de la Carrá en los que dejaba ver su famoso ombligo.

Uno de los modelos de la Carrá en los que dejaba ver su famoso ombligo. / D. S.

Y es que Raffaella María Roberta Pelloni (el nombre que constaba en su DNI) había sido también una futurista, tanto en su puesta en escena (mucho antes que Lady Gaga y Madonna), en su vestuario profesional (nada nuevo hay en lo de Rosalía), como en las letras de sus canciones que, bajo el barniz del tono festivo y jocoso, manifestaban importantes reivindicaciones para una década en la que aún calentaban los rescoldos del mayo del 68: el feminismo, la libertad y diversidad sexual y hasta la masturbación femenina (presten atención a lo que se dice en el 53-53-456).

El Vaticano realizó una serie de observaciones sobre su indumentaria, que rompía las costuras de la mojigatería que aún imperaba en ciertos sectores sociales, pero acabó aceptando a la Carrá como signo de los nuevos tiempos que habrían de venir y que cristalizaron en aquella España del 92 que volvía a ponerse el mundo por montera.

Una de las primeras fotos del inicio artístico de Raffaella Carrá. Una de las primeras fotos del inicio artístico de Raffaella Carrá.

Una de las primeras fotos del inicio artístico de Raffaella Carrá. / D. S.

Recuerdo que por Hola, Raffaella, el programa del que les hablaba antes, pasaron personajes de primera línea y de la más diversa índole. Sentados en aquel sofá blanco, impoluto, donde se sometían a todo tipo de juegos y hasta de hipnosis. Entre ellos me llamó especialmente la atención cómo el mismísimo Paco Umbral (“Yo aquí he venido a hablar de mi libro”) participó en el juego de la silla. Acudir al programa de la Carrá era un acontecimiento social. Quien no se sentaba con la italiana no era nadie en aquella España que vivía la época dorada de la televisión, cuando por la caja tonta aparecían personajes que realmente merecían el calificativo de importantes.

Y es que usted compara los tiempos televisivos de la Carrá (que supo reciclarse y ser coach –prefiero decir jurado– de la versión italiana de La Voz) con los actuales y se le viene el mundo abajo. Entre todo lo que nos deja, queda la marca de su estilismo, de la eterna vanguardia. Ahí tienen de ejemplo la exposición celebrada en 2018 en Roma, que reunió 400 trajes lucidos en sus años de trabajo en la RAI, la televisión pública del país transalpino, y en cuyos diseños tanto tuvieron que ver Corrado Colabucci, Luca Sabatelli y Gabriela Mayer. Artífices de que la Carrá sea un icono de la moda pop. Arrivederci.