Ras. Ras. Con una palabra onomatopéyica inauguro esta sección, que no persigue otra cosa que aliñar con un poco de aceite, sal y mucho vinagre (que no sea el de Módena, por favor) estos días de pandemia y confinamiento que nos obligan a quedarnos al borde del perímetro, sin sacar la pierna más allá de lo conveniente, que ya sabemos lo que ocurre a quien osa traspasar las líneas socialmente establecidas.
Hablando de piernas y de sonidos onomatopéyicos, hagan estas semanas de movilidad restriñida (que no estreñida) por buscar en el baúl de la ropa a punto de tirar. Y ahorren. Por los tiempos que vendrán. Y por la moda que nos viene. Les digo esto porque unas medias rotas les pueden costar 140 euros. Como lo leen. A mí no me lo pregunten, que les contesten quienes han agotado este "exclusivo" artículo que la firma italiana Gucci ha lanzado al mercado y que ha cosechado un indudable éxito de ventas por internet (yo siempre soy más de tienda física y probador).
Adiós a las medias tupidas, de rejilla o de cristal. Llevarlas con carreras y agujeros, recién sacadas de un after (tugurio con toque de queda al alba) se ha vuelto glamuroso por ocurrencia de Alessandro Michele, quien en su día tuvo la mugrienta idea de diseñar unos pantalones con hierba incorporada, como si la prenda hubiera sufrido una considerable refriega en el campo, jardín o cualquier otro ámbito de verde follaje que el lector alcance a imaginar.
Un debut a la hora de la siesta
Para carrera, eso sí, la que lleva Gloria Camila Ortega, la hija de la cantante chipionera y el diestro de Cartagena, que ahora tendrá un papel en una serie televisiva de sobremesa, de esas que se ven mientras Morfeo nos tienta. La joven -tras su experiencia, no con mucha suerte, en el mundo de la moda- formará parte de un elenco de artistas, lo que ha desatado las críticas de varias actrices que, con la crisis del Covid, no ganan para disgustos.
Lo cierto es que Gloria Camila se presentó a un casting y la eligieron. No sabemos si por sus dotes interpretativas o por su trascendencia mediática. Habrá que estar atentos al estreno del serial -en horas de siesta, pijama y orinal- para comprobarlo.
Las rupturas de la pandemia
Aunque culebrón, el que viene protagonizando desde el verano la terna de Enrique Ponce, Paloma Cuevas y Ana Soria. Aquel matrimonio de formas perfectas y sonrisa impertérrita, se ha hecho trizas con una tercera en discordia que está -como diría mi recordada abuela- en "la flor de la edad".
Una veinteañera que ha logrado que el torero de Chivas deje abandonados, en el fondo del armario, sus pantalones chinos y camisas Oxford. Ponce estrena vaqueros, chupa de cuero, ático en Almería y cariños (con demasiado edulcorante) en Instagram. No hay amor si no se muestra -y se alardea- en las redes. Lo que parecía que iba a ser un divorcio pacífico comienza a complicarse. Se avecina fuerte marejada.
Tiempos duros para las relaciones de pareja. El confinamiento pesa (y aburre) mucho. La pandemia nos ha dejado otro sonoro divorcio. El del marqués de Benamejí e Isabel Cobo. Casi tres lustros a los que se ha puesto fin estos meses de contagios y restricciones.
Luto en la nobleza
El Covid pasa factura en la aristocracia. Lo hizo en primavera con el marqués de Griñón, que no pudo superar las graves consecuencias del virus. Siete meses después, aunque por otros motivos, ha muerto su hermano, el marqués de Cubas, un auténtico galán en las noches del Madrid de los 70. A quien fuera su esposa, Marta Chavarri, se le ha podido ver estos días en las páginas de Diez Minutos, en su primera aparición tras el fallecimiento de Fernando Falcón.
Destellos de una época en que la nobleza y la empresa acaparaban el papel couché con relatos de romances, infidelidades y alguna que otra foto que no dejaba hueco a la imaginación. Aunque, eso sí, sin medias rotas.
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