Patrimonios familiares

De los bares en Cantora a la cerveza de los Windsor

  • Le empresa que quiere comprar la finca gaditana proyecta un complejo hostelero

  • La familia real británica crea su propia birra

Isabel Pantoja participa como jurado en un programa de televisión.

Isabel Pantoja participa como jurado en un programa de televisión. / D. S.

A mí ya, a estas alturas de la película, me sorprenden pocas cosas. Esto es, que escasas circunstancias provocan la sensación de dejarme ojiplático. Ni siquiera el tercer género introducido por la corriente morada que hace terminar en “e” cualquier término que se preste al doble género. Allá cada cual con complicarse el lenguaje, que ya resulta difícil su buen uso hasta en las más altas instancias. Será por ello que en algunos asuntos siempre me produce más efecto lo que va más allá del titular escrito a groso modo. Ustedes se preguntarán a qué viene esta reflexión con la que comienzo la tabarra que les proporciono cada semana desde estas líneas. Pues viene después de tener constancia de en qué puede acabar convertido el kilómetro cero del chismorreo español: Cantora.

La revista Diez Minutos lleva esta semana a su portada que Kiko Rivera (Paquirrín en los felices 80) quiere vender la parte de la mítica finca (un 47% de la misma) a una empresa especializada en rentabilizar propiedades legadas mediante herencias, como es el caso de estas tierras de Medina Sidonia. La noticia ha levantado su buena polvareda, en tanto que supone un claro aviso a su madre, propietaria mayoritaria de Cantora, sobre la que pesa una importante losa financiera. Pero más allá de los enredos familiares (incluido el drástico adelgazamiento de la cantante, quien asegura habérsele “cerrado el estómago”), lo que más ha llamado la atención de éste que les escribe es el proyecto que la referida empresa quiere levantar en estos términos gaditanos: un complejo hostelero. O dicho en un lenguaje políticamente incorrecto: bares, bares y más bares.

No sé si le ocurrirá como a mí, pero es escuchar lo del complejo hostelero y se me viene a la mente aquel famoso anuncio de décadas pasadas (cuando vivíamos creyéndonos el cuento de la sociedad del bienestar) en el que nos hablaban de Marina d’Or, la soñada ciudad de vacaciones. Pues a un tanto igual me suenan las intenciones de los que han mostrado interés con hacerse con la parte del hijo de la tonadillera. Y yo ya me veo los autobuses repletos de domingueros (si la vieja normalidad se recupera algún día) llegando a esa verja que una noche de invierno tuvo que saltar Isa P (o lo que es lo mismo, Chabelita) para hablar con su madre. Y luego, ir en búsqueda de la cerveza y de la oferta más económica para saciar el estómago. Sin olvidar la visita al museo que los nuevos propietarios quieren habilitar en recuerdo del torero de Barbate y de la cantante de Triana.

Kiko Rivera y Jorge Javier Vázquez en el programa especial dedicado a la herencia de Cantora. Kiko Rivera y Jorge Javier Vázquez en el programa especial dedicado a la herencia de Cantora.

Kiko Rivera y Jorge Javier Vázquez en el programa especial dedicado a la herencia de Cantora. / D. S.

En definitiva, un parque temático en mitad de la nada para que siempre recordemos la finca que ha sido testigo de tantas noticias que han llenado horas de televisión y páginas del papel cuché. Donde Maribel (para los amigos) pronunció aquella frase que pide mármol: “¡No me vais a grabar más!”. Y es que yo ya estoy imaginando una placa cerámica recibiendo a los centenares de visitantes con tal enunciado en la verja donde rara es la vez que no hay cámaras de televisión apostados. Por supuesto, espero que tal recorrido incluya también una parada en el cuarto oscuro donde Kiko descubrió las pertenencias de su padre que sus hermanos (los hijos de Carmina Ordóñez) llevan décadas reclamando y de las que, por ahora, la Pantoja dice que no se desprende de nada.

Puestos a emprender (palabra fagocitada por los políticos), prefiero quedarme con la iniciativa puesta en marcha por la Reina Isabel II, que ha decidido sacar al mercado –en memoria de su difunto marido– una línea de cervezas, ya que el duque de Edimburgo era muy aficionado al zumo de cebada. Recordemos que a la familia real británica, al contrario de lo que ocurre con la española, le está permitido regentar negocios propios y la monarca británica ha tenido a bien poner a la venta esta bebida que lleva el nombre de la finca real Sandringham, donde se cultiva la cebada con la que se fabrica, que es totalmente ecológica, algo de lo que está muy concienciado el Príncipe de Gales, quien ya en su día lanzó una ginebra (elixir preferido en los Windsor) orgánica.

La Reina Isabel II, esta semana, en la apertura del Parlamento británico. La Reina Isabel II, esta semana, en la apertura del Parlamento británico.

La Reina Isabel II, esta semana, en la apertura del Parlamento británico. / Reuters

Por cierto, que también ha trascendido que Carlos de Inglaterra es muy defensor del reciclaje y la sostenibilidad, de ahí que lleve 35 años usando el mismo abrigo en sus actos oficiales. Eso es sacar el máximo rédito a una prenda, testigo, a ras de piel (que diría un cursi), de toda una época: desde Diana de Gales al Brexit. 

La cerveza de la familia real británica cuesta 3,99 libras esterlinas y en su envoltorio aparecen liebres y faisanes, animales propios de Sandringham. Algo que también podrían hacer los del complejo hostelero en Cantora con la fauna que allí habita... Mejor vayamos acabando. No hay envase para tanto.