MUEJRES PERIODISTAS

El micrófono como arma

  • La voz de las mujeres africanas no se deja oír en una sociedad patriarcal y continuos conflictos. Un proyecto de la Fundación Euroárabe usa internet para salvar ese silencio. Algunas han visitado Andalucía para contarlo

Caddy Adzuba vive en Congo. Tiene sólo 26 años, pero ya ha visto cosas que nadie debería ver en su vida. “Nunca comprendí la razón de tanta violencia; las enterraban vivas y se reían”, comenta.  Malika Boussouf es argelina y ha visto pueblos enteros masacrados por los terroristas. Por contarlo, ha estado condenada dos veces a muerte. Son dos de las periodistas incluidas por la Fundación Euroárabe en el proyecto Un altavoz para el silencio. Durante una semana han estado en Granada aprendiendo a crear una red de noticias a través de internet, que les permita salvar las dificultades de comunicación y censura en sus países, sobre todo para denunciar la violencia contra las mujeres.

No es fácil vivir en Congo. En los últimos 20 años han sufrido dos guerras, en la última de las cuales, la guerra mundial de África (1988-2003),  se enfrentaron casi todos los países vecinos, con el mayor número de víctimas desde la II Guerra Mundial, casi cuatro millones de muertos. Caddy vive en Kivu del Sur, muy cerca de Ruanda, de donde les llegó una avalancha de refugiados, consecuencia de las matanzas de 1990. Detrás de los refugiados, llegaban los asesinos: “No solamente mataban a los hombres, sino que secuestraban y  violaban a todas las mujeres, las desgarraban con piedras y palos, luego les cortaban el clítoris y  enviaban   este siniestro paquete a los que quedaron en el poblado”, comenta Caddy. Según ella es una táctica de guerra. “Si aterrorizas de tal manera a los hombres, que se ven incapaces de proteger a su familia, les incitas a desertar, a abandonar el combate”, explica.

La violencia no se produce sólo durante la guerra. Caddy, que estudiaba Derecho en Kinshasa, se hizo periodista para contarlo, asqueada de la injusticia y la inseguridad jurídica de su país. Le ha costado la cárcel y el temor de poner en peligro a las personas que  denunciaban lo que estaba prohibido contar. Para salvar la censura, crearon redes de apoyo que utilizan internet para comunicarse. Eso les permite llegar hasta los núcleos rurales, donde se producen los mayores abusos y se tiene menos información sobre cómo defenderse.

Malika tiene una experiencia similar, aunque no cuenta historias tan salvajes. En los pueblos argelinos, los terroristas se limitaban a asesinar a toda la población. Por publicarlo fue amenazada de muerte dos veces, primero por los islamistas del GIA y después por la Policía. Se salvó por los pelos en ambas ocasiones. Recibió una oferta de asilo político en Francia pero la rechazó, pues considera que debía continuar denunciando el terrorismo en su propio país. “He tenido que vivir armada, protegida por tres guardaespaldas, pero mi arma es el micrófono”, asegura. Malika es muy conocida en Argelia  por su combativo programa de radio. Es feminista y considera que las mujeres son los hombres de Argelia. “Cuando los terroristas les prohibían llevar a sus hijos al colegio, eran ellas las que les hacían frente”, dice. Por eso mantiene una batalla permanente contra  el Código de Familia aprobado en 1984  “que devuelve a la mujer a la Edad Media”, asegura.

Malika tiene un aire europeo de la Francia de entreguerras. Muy menuda, con la piel muy blanca, vestida de negro con los labios muy rojos y una coqueta boina. En el grupo que la rodea desentona un poco. Sus compañeras son altas, corpulentas, con la piel muy oscura y el crespo pelo negro suelto o anudado en minúsculas trenzas. Todas visten a la europea, vaqueros o traje de chaqueta. La mayoría son musulmanas, pero sólo una se cubre de la cabeza a los pies, Lina Hamade, del Líbano, idéntica a Virginia Woolf, si la escritora se hubiera puesto el pañuelo musulmán. Algo las iguala: fuman como carreteros.

Lina quiere utilizar los recursos tecnológicos que ha aprendido en Granada para desmontar estereotipos. “No todas las mujeres musulmanas están sometidas ni todos los hombres son autoritarios; somos cultas y estamos emancipadas”, afirma. Considera normal que haya prejuicios entre Occidente y Oriente porque los hay en su propio país, “el mayor problema de Líbano es que sus habitantes son más leales a la comunidad a la que pertenecen que al país”. Por eso trabaja en Beirut con el movimiento Linaltaki (Deja que nos encontremos) que fomenta el diálogo entre colectivos y religiones.

Frente a la imagen que los medios de comunicación suelen dar de África, “una mezcla de lástima y horror”, dice Caddy, ellas reivindican la pujanza de la sociedad civil en sus países a pesar de los conflictos. “Nuestro sistema educativo es eficiente en las ciudades”, afirma  Liemia El Jaili, sudanesa. Aunque en las zonas rurales casi todos son analfabetos, porque la descolonización británica cometió el error de desarrollar sólo éstas, sobre todo en el norte. Sudán es un claro ejemplo de esa visión del horror. El conflicto de Darfur, en el oeste del país, iniciado en 2003, ha provocado medio millón de víctimas y atraído la atención de famosos, como George Clooney, que ha denunciado esta crisis humanitaria a la que nadie parece poner límite. Agravada por la sequía, la situación de los refugiados es alarmante. “Quienes sufren son las mujeres, son las que soportan el país”, dice Leimia. Desde el Centro de Derechos Humanos en Jartúm, pretende llegar a las dispersas comunidades rurales en el país más grande de África con la formación y los medios técnicos que la Fundación Euroárabe ha puesto en sus manos. Le permitirá recibir y difundir información que denuncie la violencia y proporcione a las mujeres de su país recursos “para defender unos derechos que todavía desconocen que tienen. Si no lo hacemos, las van a borrar del mapa”.

El proyecto implica a periodistas de 12 países  del Magreb y África.  Alguna de ellas ni siquiera puede dar su nombre por las represalias que pudiera sufrir en su país de origen. Las nuevas tecnologías les permitirán ejercer de altavoz  para evitar ese silencio.

Sitios de interés:

Fundación Euroárabe de Altos Estudios (www.fundea.org).

Federación Internacional de Periodistas  (www.ifj.org)

y la  Red Europea de Mujeres Periodistas (www.mujeresperiodistas.net).

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