BIOLOGÍA MOLECULAR

La arquitectura de la retina

  • Científicos de Centro Andaluz de Biología del Desarrollo investigan un gen esencial para el desarrollo del ojo. conocer cómo se forma este órgano puede ayudar a combatir tumores.

La forma en la que las células reaccionan para formar un órgano y así crear vida no es muy distinta en una mosca y en un ser humano. La base es la misma: durante el desarrollo embrionario las células seleccionan la parte de información genética que necesitan para especializarse en una función determinada. Por ejemplo, captar la luz en un ojo o contraerse en un músculo. El proceso tiene distintas fases. En la primera se forma el primordio, es decir, el conjunto de células que en el embrión están destinadas a configurar un órgano. Éstas se van multiplicando, de una a millares, pero todas permanecen indiferenciadas. Hasta que llega un momento en que se especializan en funciones concretas.

En el caso de la retina las células que distinguen la luz son los fotoreceptores, y se subdividen en conos, si captan el color, y bastones, si son capaces de detectar la luz tenue. Además, hay un conjunto de neuronas que digieren esa información antes de enviarla, como impulso nervioso, al cerebro. El estudio de la retina puede ser clave para saber más de nuestro cerebro, ya que el origen embrionario de ambos órganos es el mismo: el tubo neural. Al fin y al cabo la retina es una especialización del cerebro para detectar la luz. Y es más fácil de investigar porque, al tener menos tipos de células distintas, se organiza de modo más simple.

En éstas está el grupo Control del crecimiento e identidad de los órganos durante el desarrollo de la evolución, dirigido por el biólogo Fernando Casares, del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD), centro mixto de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Cienctíficas y la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla. Su trabajo reciente se ha centrado en un aspecto concreto: el gen Meis1. ¿Qué es? Una proteína “capaz de controlar la expresión de otros genes, o lo que es lo mismo, de seleccionar, de entre toda la información genética de una célula, cuál se usa en su presencia”. Meis1 se une al ADN, el substrato físico en el que está escrita la información del genoma, en puntos específicos, para, regulando la expresión de la información genética, impulsar la proliferación celular.

Éste gen actúa durante la fase de la formación del primordio del ojo. Así favorece la multiplicación de las células indiferenciadas. El equipo dirigido por Casares ha descubierto la relación entre este gen y dos de los promotores más activos de la proliferación celular: CiclinaD1 y C-Myc. El hallazgo aporta un nuevo dato en el reto de saber cómo se forma el ojo y así revertir algunas anomalías origen de enfermedades. Por ejemplo, se sabe que el Meis1, que actúa en otras regiones del sistema nervioso en formación y no sólo en la retina, es parte activa del desarrollo de la leucemia. Y presumiblemente esto es porque el gen favorece la multiplicación de células indiferenciadas de manera análoga a cómo lo hace en el ojo. En un desarrollo normal, Meis1 se desconecta una vez que se inicia la especialización. Si no es así, hay riesgo de que se genere un tumor. Al contrario, si el gen abandona su función antes de tiempo, no se generan suficientes células y el ojo resultante será muy pequeño.

Saber cómo se forma el ojo puede ayudar en el combate contra la enfermedad. Casares afirma que “el desarrollo es un proceso análogo al de la construcción de un edificio. Es algo muy complejo para alguien ajeno a la arquitectura o la ingeniería. Aún así, albañiles, fontaneros y arquitectos usan nuestro mismo lenguaje. En el caso de la biología, aún no entendemos cómo se comunican. Si el genoma fuese el equivalente a una enciclopedia de la construcción, en nuestro estado actual sólo podríamos leer palabras sueltas”.

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