EL PERSONAJE: EDUARDO FIORAVANTI, BUSCADOR DE REVOLUCIONES

"Íbamos a las barricadas como el que va al cine"

Eduardo Fioravanti podría haber tenido una vida cómoda en la España de la dictadura, amparándose en los títulos nobiliarios y la fortuna de su familia. Pero su infancia malagueña entre los pescadores de la Carihuela (Torremolinos), cuando los niños pobres no tenían ni zapatos, lo moldeó como un buscador de revoluciones.

Su abuelo fue un pionero en la costa.

Mi abuelo, el marqués de Nájera, llegó a Torremolinos en los años 50, tras malgastar en Cuba la herencia de su padre. Dirigió el hotel Montemar y fundó el club El Remo, en la Carihuela.

¿Fue quien trajo los primeros turistas?

Fue uno de los que trajo el turismo a la costa, sobre todo el inglés. Dirigió el hotel Los Monteros, en Marbella, y el Golf Guadalmina, en San Pedro de Alcántara.

¿Ustedes vivían con él?

Llegamos con mi madre cuando mi padre se marchó a Venezuela, tras luchar en la Guerra Civil. Fue a buscar oro y nunca más le vi.

¿En qué bando luchó su padre?

Con los falangistas. Lo fusilaron en la cárcel Modelo de Madrid, en el año 36.

¿Pero no dice que se fue a América?

Fusilaron a un montón de falangistas, pero él cayó bajo los muertos. Su madre, que era italiana, avisó al cónsul. Le encontraron entre los cadáveres.

Tuvo suerte.

Se marcharon a Italia, pero él regresó a España y se hizo piloto en Sevilla, con García Morato.

¿Qué heredó de él?

La inquietud por la aventura. Cuando me detenía la Policía Social, me decían: “¡Que tu padre es de los nuestros, que tu padre hizo con nosotros la Guerra Civil!”

¿Y qué les contestaba?

“No tengo nada que ver con esas ideas, soy del otro lado.”

¿El marqués rojo?

Heredé de mi madre el título de marqués de Nájera, pero no lo utilizo.

¿Cómo era Torremolinos?

Vivíamos cerca del Arroyo de la Miel. Al colegio nos llevaban en un carrito con un burro. Tardábamos una hora.

¡Y eso que eran los ricos!

Éramos un gueto burgués, pero yo era amigo de los hijos de los pescadores y jugaba con ellos en el Chanquete Club de Fútbol, en La Carihuela.

¿Así se hizo de izquierdas?

Mis inquietudes empezaron ahí. Veía el contraste entre los veraneantes, siempre de fiesta, con los niños del pueblo, que no tenían ni zapatos.

¿Cuándo empezó su lucha clandestina?

En la Universidad. Comprendí que había marginados, que habían perdido una guerra, y vencedores, que éramos nosotros.

¿Y qué opinaba su familia?

La primera vez que me detuvieron no daban crédito. Por suerte tenía un tío militar, que me rescató.

¿Cómo lo hizo?

Fue vestido de militar y dijo: “¡Que saquen a mi sobrino de aquí! Y dirigiéndose a mí, añadió: “¡Y tú, a estudiar y déjate de manifestaciones!”

Pero se exilió en París.

Volví a ser detenido por repartir propaganda en los barrios obreros. Militaba con los maoístas, en las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

¡Ni más ni menos!

Estuve seis meses en prisión. Quisieron hacerme un juicio sumarísimo, que equivale a la pena de muerte. Pero mi familia me ayudó.

Una vez más.

Obtuve la libertad provisional. Aún así, me podían caer de seis a doce años de cárcel, así que me exilié.

¿Y de qué vivió en Francia?

Me matriculé en Económicas en la Sorbona. Me ayudaba mi familia y trabajaba de pintor con un malagueño al que conocí en las barricadas de mayo del 68.

No se perdió ni una ¿eh?

El mayo francés fue un curso especial de revolucionario muy avanzado, con barricadas y ocupaciones. Me quedé en Francia siete años. De allí saltaba a Bolivia, Chile…

¿Con qué organización?

Por libre, con un grupo de amigos. Íbamos a las barricadas como el que va al cine.

¿Con qué causas se comprometió?

Me contrató el Gobierno peruano para trabajar en la reforma agraria. Ocupamos una hacienda de cien mil hectáreas y la entregamos a los campesinos.

¿Y qué pasó?

Me detuvieron y me expulsaron del país.

¿No le desalentaba tanta expulsión?

Al morir el Che fui a Bolivia, a dar unos cursos en la Universidad. Pero hubo un golpe de Estado y pusieron carteles por toda la ciudad: se buscan terroristas extranjeros.

Le precedía su fama.

De allí fuimos a Chile, con Allende aún vivo. Pero ya se veía venir que iba a haber otro golpe y nos fuimos a Palestina.

¿Qué hicieron allí?

Estuvimos en el cuartel general de Arafat en Beirut (Líbano), y en un campo de entrenamiento de la OLP.

¿Por qué regresó a España?

Al morir Franco hubo una amnistía. Nada más pisar el aeropuerto me detuvieron. Me interrogó el comisario Sáenz, el mismo que me había golpeado diez años atrás.

¿Alguna vez le acusaron de espía?

No, pero la Policía político social española quiso que fuera confidente.

¿Cuál fue su peor experiencia?

La muerte de amigos. En Madrid, en el año 67, la Policía tiró por la ventana a un compañero que se resistió. Se llamaba Rafael Guijarro.

Si volviera a nacer hoy, ¿qué sería?

De izquierdas. Intentaría que la gente joven se comprometiese más. Antes buscábamos la libertad. Hoy les preocupa el consumo.

¿Aún se siente comunista?

No creo en el comunismo, que aprovecha su poder para subyugar a la población. Lo mío es de aquí a dos siglos.

¿…?

Creo en una forma de sociedad anarquista, sin Estado, tan perfecta que el hombre no estará en conflicto con nadie.

¿Y cree que en dos siglos…?

Creo que antes o después será posible. Hace doscientos años vivíamos en el feudalismo.

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