Provincia de Cádiz

Jerez empieza a recuperar el buen ambiente motero diez años después

  • Las avenidas copan la atención de los visitantes bajo intensa vigilancia policial

  • La ciudad recupera parte del mercado perdido

El Gran Premio es un ritual. Todo fluye conforme a unas normas que, pese a no estar escritas, son cumplidas a rajatabla. El camino hasta Jerez se puede hacer de muchas maneras, ya sea con la moto debajo o con la moto detrás, en el remolque del coche. Lo primero, venir montado, forma parte del rito, lo segundo -aparecer en misa después de que el cura haya leído el Evangelio- parece que es lo mismo... pero no es igual. Una vez superado el primer trance, llegar a Jerez sin percance alguno, resta vivir el evento. Ahora aparece una tripleta de posibilidades: ir al circuito, no ir y disfrutar del ambiente o hacer ambas cosas.

Y a la hora de divertirse, como todo en la vida, hay que elegir los lugares. La avenida de Europa es un clásico. Ya sea porque es vía natural de acceso a Jerez, ya sea porque allí se quemó rueda años antes, lo cierto es que esta zona tiene un efecto de llamada. Hay quienes van a dejarse ver, quien acuden para meter ruido, quienes acampan de urbana forma para, abastecidos los maleteros de los coches de bebidas y equipos de música, unen sus particulares 'chunda-chunda' a los decibelios desbocados de las motocicletas. Y la Policía lo sabe. Y allí se ubica a la espera de que no haya ningún acontecimiento.

Muchos visitantes siguen teniendo la sensación de que estos días Jerez es una ciudad en la que la ley impera pero sin excesos, en la que hay cierta 'manga ancha' ideal para que el fervor motero se desboque. Pero se equivocan. La Policía Nacional se hace fuerte en la avenida de Europa. Se planta allí, con furgones, con caballos, y con unos monos de uniforme que dejan claro, a jerezanos y visitantes, que están allí para controlar y no contemporizar. La Policía Local se hace cargo de la vigilancia de los accesos. Las Unidades de Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional, procedentes de su base de Sevilla, hacen lo propio en el meollo. Que la gente sale de las aceras y se 'come' la calzada... abren paso; que hay quienes entorpecen el tráfico quemando goma... advertencia y sanción en caso de persistencia en la locura.; que un loco levanta rueda... pues vítores colectivos en primera instancia, multazo en segunda instancia y en caso de resistencia al Juzgado... de Primera Instancia.

Javier y Juan pueden considerarse un ejemplo tipo del asistente al Gran Premio. Son madrileños. Rozan los 25 años. Han venido con amigos/as para pasar un fin de semana de diversión. "Hemos alquilado en Guadalcacín -señala Javier- que es un lugar idóneo y poco conocido. Allí dejamos las cosas y no hacemos otra cosa que callejear, comer, beber y pelearnos para ver qué hacemos mañana".

Y es que a los visitantes, si hay algo que les llama la atención, es la variedad de posibilidades que la provincia les oferta. "Si el día está bueno nos iremos a la playa, si no, ya veremos". Jerez, para ellos, es el atractivo central pero también una ciudad de paso. Muchos vinieron hace años y al no poder entrar por orden de la alcaldesa de entonces, Pilar Sánchez, decidieron marcharse a otros lares donde fueron mejor acogidos. No se marcó en su código genético el ADN de la movida motera jerezana. Y hasta hoy. O casi hasta hoy.

El centro de Jerez volvió a disfrutar ayer de un gran ambiente motero. Las consecuencias del cierre dictaminado en su momento por la ex alcaldesa Pilar Sánchez parecen haber sido superados. Al fin. Años han pasado. Y ha sido duro comprobar la forma en la que una decisión discutible se llevó consigo gran parte del beneficio del GP. Han pasado ya casi diez años. Hoy dicen que hay cerca de un 10% más de moteros. El centro de Jerez ha resucitado.

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