Tribuna

fernando castillo

Escritor

La pregunta de una generación

Entre quienes vivieron en los años treinta la experiencia de la división de la sociedad española que culmina con la Guerra Civil, siempre de ingrato aniversario, no fue infrecuente hacerse una pregunta que tiene algo de retórica pero que expresa la sorpresa por lo sucedido en julio de 1936. ¿Cómo pudo ocurrir aquello? ¿Cómo se pudo pasar en España de una situación más o menos tensa y conflictiva a un enfrentamiento militar, a una guerra convencional, con lo que esto supone de división radical y de violencia? No es de extrañar que aquellos artistas, escritores o profesores que, a pesar de militar en ideologías diferentes redujeron sus diferencias a límites tolerables, vieran con estupefacción cómo en solo unas semanas las detenciones y controles, los fusilamientos y paseos, los bombardeos y desfiles se convertían en la realidad cotidiana en toda España. Como recoge la literatura de la época --por ejemplo la novela de Wenceslao Fernández Flórez, Una isla en el mar rojo--, pocos se esperaban que esa "primavera del miedo" que precedió al levantamiento desembocase en una ruptura que acabara con una sociedad que, desde la Restauración, ciertamente había vivido con tensiones y problemas graves pero en paz. El joven Julián Marías, que en 1936 tenía veintidós años y contaba con una prometedora trayectoria académica e intelectual, fue uno de los que se preguntaron qué había sucedido para llegar a aquello. Una pregunta que, sin embargo, tuvo lugar cuando ya había sucedió lo irremediable.

Tanta conmoción le causó la guerra a Marías que escribió un opúsculo, editado por Fórcola, titulado La Guerra Civil ¿Cómo pudo ocurrir?, en el que intenta explicar cómo se produjo la extrema división de la sociedad española que acabó con la República y llevó al enfrentamiento. El punto de partida de su análisis era evitar la manipulación política e interesada de la Guerra Civil, el gran hecho dramático de la España del siglo XX, que veía aparecer. En el origen del acontecimiento, que piensa fue imprevisible, el joven filósofo sitúa la aparición de la discordia entre los españoles, entendida como la voluntad de no convivir con el otro, de no aceptar a quien tiene ideas diferentes. También considera la quema de conventos en Madrid en mayo de 1931 --un "suceso turbio"-- y la inadecuada reacción del gobierno, el momento en el que la antipatía hacia la República sustituye a la euforia de abril. De entonces partiría la discordia entre los españoles y la progresiva caída de la sociedad en lo que llama la "oposición automática", en el rechazo de todo aquello que no es lo propio. Insiste también el filósofo en la extremada politización que se produjo durante los años republicanos en perjuicio de la inteligencia pública, por lo que no es de extrañar que se diera una diferencia radical a la hora de interpretar la situación objetiva de España, en la que dominaba la voluntad de exclusión del otro.

Marías se muestra muy crítico con los extremismos, aproximándose a esa difícil España de centro por todos repudiada y en ambos bandos perseguida por su supuesta tibieza. Señala cómo, desde su nacimiento, la República estuvo acosada por una derecha cada vez más autoritaria, por el Ejército y la Iglesia, a los que se sumaron socialistas, anarcosindicalistas, comunistas y nacionalistas catalanes, partidarios de la revolución, que barrieron la moderación. Demasiados enemigos para una República que, como la de Weimar, se pretendía moderada y que no dejaba de estar cerca del espíritu del canovismo pero sin rey, que soñaba para modernizar España con modelos británicos y franceses imposibles en tiempos de radicalidad.

Aunque muchos españoles no quisieron el enfrentamiento, como revela la estupefacción con que muchos -los más lúcidos- la contemplaron, otros tantos aceptaron y quisieron lo que de hecho resultó ser una guerra civil, es decir, la identificación del otro con el mal y en consecuencia la necesidad de eliminarle. Y es que en realidad, lo sucedido en 1936, no era más que otra manifestación de la guerra civil europea abierta en 1914 --en la que se incluye el conflicto español-- y que solo acabaría en 1991 con el fin de la guerra de los Balcanes.

Marías, hombre moderado a quien la Guerra Civil le llegó en una edad en la que se empieza a vivir, marcándole, como a tantos otros, se interroga con el deseo de vencer a la guerra, de superarla y de situarla definitivamente en los anaqueles de las bibliotecas, trasladando su realidad de la política a la historia, lejos de interpretaciones coyunturales interesadas. Una pretensión que ahora invita a la reflexión, especialmente cuando se intuye el resurgir del cainismo y la sinrazón.

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