Tribuna

Miguel Alberto Díaz

José Araujo y su Tarifa del Alma

Dicen que te has ido, pero yo sé que no te has alejado, y quedarán en la memoria colectiva, además de tus artículos, tu poemario

José Araujo Balongo, fallecido en marzo.

José Araujo Balongo, fallecido en marzo. / E. S.

Este viernes, en su Tarifa del alma, se rinde un sentido y justo homenaje a José Araujo Balongo, un hombre sencillo, culto y bueno en toda la extensión de la palabra.

Le conocí en 1981, coincidiendo con las protestas por la crisis provocada por la adulteración del aceite de colza que de manera injusta se imputaba a todas las empresas conserveras de Andalucía, y hombro con hombro ganamos la batalla de la opinión publica y de los despidos que podía haber generado en un pueblo que, durante decenios, ha elaborado el mejor de los manjares que con artesanía trabajan con un esmero especial las mujeres y hombres de Tarifa.

José Araujo provenía del sector conservero y fue además un prolijo autor que de la gente sencilla sacó la inspiración para con su genial y comprometida prosa resaltar los innumerables valores que tiene su pueblo.

Valores de lucha por una sociedad mejor y más justa. Después de la defensa del empleo y condiciones dignas de las personas trabajadoras de las fábricas de conservas, estuvimos juntos con los marineros del sector pesquero o en la lucha contra el denominado Cable de Tarifa. Luchas que compartimos junto con otro ilustre tarifeño como era José Rodríguez, Pepe el Marino, y con un elenco de paisanos que enseñaron al mundo que Tarifa también existe.

Eras de esas personas que cuando el drama de la inmigración arrojaba a nuestra costas a personas que venían buscando un futuro digno para ellos y para sus familias, huyendo de la miseria, dieron una lección de humanidad y trasladaron a toda España un mensaje de que en la Tarifa del neopreno y de las playas infinitas viven personas con un corazón de oro.

Fuiste alumno de Juan Quero, otro autodidacta de Facinas, del cual aprendiste que una de las mejores virtudes de la vida es la de elevar a la categoría de sencillas las cosas complicadas. Nadie como tú podría ensalzar mejor a otra persona como María la del Laurel, que no quedó en el anonimato de la historia porque una persona justa como tú biografió su semblanza.

Mi amigo José Araujo, ese niño de la posguerra al que en el inicio de su vida laboral, con muy corta edad, le llamaban en la fábrica Joselito el de los recados y que terminó siendo el contable. Una vida que se resume en una esmerada recopilación de artículos de opinión publicados en distintos medios, como en nuestro Europa Sur, o en un libro titulado Tarde azul de levantera, con la colaboración incondicional de otro buen amigo como es Ildefonso Sena.

Dicen que te has ido, pero yo sé que no te has alejado, y quedarán en la memoria colectiva, además de tus artículos, tu poemario, y agradezco, como tarifeño de adopción que me considero, que el ilustre Ayuntamiento de Tarifa como máxima institución del pueblo te reconociera como Hijo Predilecto.

Dicen que la gente muere cuando sobre la faz de la tierra no queda nadie que la recuerde, pues te prometo que mi/tu familia de Algeciras no olvidará que en un momento difícil de mi vida, cuando me pedían prisión por ponerme al frente de los pescadores que luchaban por el derecho a trabajar en su bendita mar, me dedicaste un maravilloso artículo titulado Acero. Pues hoy, con la humildad del alumno, te lo dedico a ti; uno de mis mejores maestros y Amigo y recordando que en su último párrafo decía: “Tienes la propiedades del acero, te podrán romper, pero doblarle nunca, nunca”.

Hasta siempre Amigo

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