Tribuna

F. Javier Merchán Iglesias

Catedrático de Educación Secundaria y Profesor de la Universidad de Sevilla

La formación del profesorado

El mundo universitario en el que se forja la formación previa de los docentes está muy distante del mundo de la educación en el que se desarrolla la práctica de la enseñanza

La formación del profesorado La formación del profesorado

La formación del profesorado / rosell

De entre las muchas preguntas que circulan recurrentemente por el universo de la educación, la cuestión de la formación de los profesores es una de las que menos se aborda en el debate público, quizás porque se suele considerar asunto reservado a la competencia de determinadas instituciones en las que los más directamente implicados -los propios docentes, los alumnos, las familias y las administraciones educativas- apenas tienen audiencia. Es cierto que una buena formación no garantiza el éxito en el ejercicio de la docencia -pues en ello influyen poderosamente otras variables-, pero es igualmente verdad que sin ella todo resulta más difícil. De manera que, sin considerar que la formación del profesorado pueda ser la panacea de nada, es preciso admitir que algo importa en la mejora de la educación

El caso es que la tozuda realidad nos enfrenta al hecho de que los maestros y profesores de secundaria que se incorporan por primera vez a la práctica de la enseñanza, suelen manifestar que la formación previa que han recibido -los estudios de Magisterio en un caso y el MAES en otro- no les han servido para nada. Grave constatación que nos tiene que poner a pensar. Y muy especialmente a quien tiene encomendada esa tarea por la sociedad, es decir, la Universidad. Mientras que en otros campos, como el de la sanidad, se da un alto grado de permeabilidad entre la formación y el ejercicio de la profesión, no ocurre lo mismo en el campo de la educación. El mundo universitario en el que se forja la formación previa de los docentes está muy distante del mundo de la educación en el que se desarrolla la práctica de la enseñanza, se mueven en órbitas distintas, con intereses y culturas que parecen ignorarse mutuamente. Desde luego, este distanciamiento tiene que ver con los planes de estudio que rigen en los estudios de los distintos Grados de Educación y en el Máster de Educación Secundaria (MAES); tiene que ver también con el modo en que se recluta al profesorado de las Facultades de Educación y el perfil de quienes tienen que formar a los profesores -muy alejado de la práctica docente en Primaria o Secundaria-; pero, sobre todo, el distanciamiento proviene de una suerte de recelo mutuo entre la corporación docente y la instituciones universitarias que se ocupan de su formación previa. Este recelo está fundado en la jerarquización del conocimiento necesario para la enseñanza, del que, con el paso del tiempo, se ha venido expropiando a los docentes. En la medida en que se fueron institucionalizando los estudios de Pedagogía, se han ido minusvalorando los saberes prácticos que constituyen el núcleo de conocimientos del docente. Así, el saber para enseñar en Primaria y Secundaria, se ha convertido en un patrimonio de expertos profesores universitarios que no enseñan en Primaria o Secundaria, un sobreentendido que, a la luz de la experiencia, niegan rotundamente los profesores de estos niveles educativos. Indudablemente esto produce un conflicto subyacente de poder y un conflicto de culturas que debe ser abordado en profundidad, más allá de las urgencias y las ocurrencias.

A este respecto, tenemos disponibles modelos en otros países pero también experiencias pasadas aquí en España (como el Plan Profesional del Magisterio en la IIª República). También en nuestros días se vienen planteando algunas ideas dignas de consideración. Así, por ejemplo, el llamado MIR educativo, propuesta todavía poco madura pero que merece nuestra atención. La fórmula de relación entre la Universidad y la formación y el ejercicio de la medicina es otra pista a seguir Me consta, igualmente, que las Facultades de Educación tienen abierto canales de reflexión y discusión sobre la formación de sus estudiantes. Seguro que de ese debate saldrán nuevas iniciativas. Por lo demás, un mayor acercamiento de los profesores a la investigación educativa que se produce en la Universidad es también una estrategia necesaria. Pero ello requiere que la difusión de estos trabajos no esté regida meramente por publicación en revistas de impacto - que sólo sirven para la carrera profesional universitaria- sino que se ubique en otros medios y ámbitos más próximos a los docentes.

En definitiva, es evidente que reestructurar la formación del profesorado es asunto complejo pero necesario. Corresponde a la Universidad la carga de la prueba, pero también a las Administraciones educativas a quienes compete particularmente la formación específica de los profesores de Secundaria.

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