Tribuna

Antonio porras nadales

Catedrático de Derecho Constitucional

La cámara estrellada

La cámara estrellada La cámara estrellada

La cámara estrellada

La cámara estrellada o Star Chamber fue un edificio antiguo de Londres, desaparecido en alguno de los históricos incendios que sufrió la ciudad, donde se reunía el Consejo de la Corona que, con el paso del tiempo, dio lugar al actual Gabinete británico. No se sabe con exactitud si es que el edificio tenía forma o decoración de estrellas, porque ya no existe.

La sala donde se reúne el Consejo de Ministros en España no está decorada con estrellas ni tiene forma estrellada. Sin embargo, nuestro proceso territorial se mueve entre la duda de practicar la gobernanza territorial en modo cooperativo, como se ha demostrado durante la pandemia, o practicar el modelo de bilateralismo puesto en marcha tras la reunión en Barcelona de la Mesa de Diálogo. Si se opta por lo segundo, como desean algunos socios del Gobierno, parece que el Ejecutivo, antes de decidir sobre cualquier cuestión, deberá consultar previamente a la Comisión bilateral Estado-Generalidad. Una comisión prevista en el Estatut (artículo 183) que va a constituir en la práctica el auténtico gabinete hacia el que se irá desplazando el poder del Estado, puesto que cualquier asunto aprobado por el Gobierno podrá afectar de forma más o menos indirecta a Cataluña. El Consejo de Ministros sólo podrá decidir allí donde previamente le autorice la Comisión bilateral y en los términos o con los límites que ésta establezca; de lo contrario se estaría produciendo una violación del ordenamiento fundamental del Estado. Así que ya tendríamos en España un gabinete hacia el que se irá desplazando el centro de gravedad de la actividad de dirección política del Gobierno.

Para resolver los inconvenientes potenciales de este sistema, nuestros dirigentes tuvieron hace algo más de una década una idea genial: copiar el Estatut en los nuevos estatutos de las restantes comunidades. Y así, con la generalización del nuevo modelo, el panorama resultante parece claro: al final, no habrá una comisión bilateral, sino diecisiete. En consecuencia, cada sesión del Consejo de Ministros tendría que ser precedida de un largo preámbulo donde el ministro de la Presidencia tendrá que recorrer un itinerario a través de las diecisiete comisiones bilaterales antes de poder adoptar la decisión correspondiente: lo que en la práctica supondrá diecisiete puntos de veto.

Para abordar operativamente este complejo proceso convendría que el Consejo de ministros comenzara a reunirse en una cámara estrellada; es decir, una sala en forma de estrella con diecisiete puntas, donde en cada una de las esquinas se constituiría la correspondiente comisión bilateral; o sea, los diecisiete gabinetes que conformarán en la práctica el futuro Gobierno de la confederación ibérica. Hay que imaginarse el panorama. No es una elucubración, sino el resultado lógico de aquello que los españoles votamos al ratificar las reformas de nuestros respectivos estatutos de autonomía.

En cada una de las esquinas de esa sala estrellada donde se reúna el Consejo de Ministros podrán expresarse los símbolos y fundamentos históricos de cada Comunidad: unas se situarán antes de 1839, como ha pedido recientemente el País Vasco; otras podrán acudir a la época de los vándalos o alanos, o incluso a las milenarias raíces ibéricas y tartésicas. La sala estrellada será un compendio de los símbolos y legitimidades de nuestra historia remota, donde residen las raíces de nuestro ser como nación.

No pensemos que tal sistema (si es que se le puede llamar sistema) va a llegar a paralizar nuestro Gobierno: si hay unanimidad en las comisiones bilaterales, al final los ministros podrán hacerse la correspondiente foto. No pensemos tampoco que tal sistema va a producir un bloqueo en el Gobierno, porque siempre existirán ámbitos exentos de la decisión previa de las comisiones bilaterales: por ejemplo, si decide conceder una medalla o un indulto, podrá decidirlo de forma perfectamente autónoma.

Esta es nuestra doble alternativa territorial en términos históricos: acudir al modelo cooperativo para ajustarse a las exigencias de la gobernanza global del siglo XXI, o apostar por el reforzamiento de los poderes de autogobierno de las autonomías, con sus comisiones bilaterales. De este modo, las posibles emergencias globales con que nos amenaza el siglo XXI -como la pandemia, el cambio climático, la crisis energética u otras vicisitudes de dimensión mundial- podrán ser encaradas y respondidas de forma inmediata. Nuevamente, España asumiría un papel de vanguardia para situarnos ante la forma de gobierno del siglo XXI.

La única duda que se puede suscitar es si, como sucedió en Inglaterra en los remotos tiempos de la Monarquía absoluta con su Cámara estrellada, al final no vamos a acabar todos estrellados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios