Tribuna

Lola Pons Rodríguez

Historiadora de la lengua y catedrática de la Universidad de Sevilla

Una calle para Nebrija

El nombre de Nebrija no suscita tormentas políticas ni ideológicas; reconocer a Nebrija es reconocer las letras, las humanidades, el cuidado lingüístico, el talento

Una calle para Nebrija Una calle para Nebrija

Una calle para Nebrija / rosell

En Andalucía no llegan ni a 40 las calles llamadas "Elio Antonio de Nebrija". Ni siquiera la tienen las ocho capitales andaluzas. Es una cifra vergonzosa para nosotros, andaluces, que gustamos de acudir a la figura de Nebrija cuando queremos reivindicar la digna condición de nuestro acento o los logros intelectuales de nuestros antepasados. Me parece bien que les dediquemos calles a roqueros, ciudades polinesias o colectivos profesionales (desde los pulidores a los carteros), pero si esas entidades, personajes y lugares merecen el reconocimiento de una calle, estoy segura de que también la merece una figura de ámbito europeo como el andaluz Elio Antonio de Nebrija (1444-1522).

Una calle recuerda a los ausentes y asegura la memoria. En Sevilla tienen calle "Antonio de Nebrija" las localidades de Alcolea del Río, Bormujos, Coria del Río, El Cuervo, Gines, Herrera, Las Cabezas de San Juan, La Rinconada y Utrera, además de la propia capital (en el barrio de Nervión) y, por supuesto, la localidad natal del maestro Antonio: Lebrija. Córdoba, cuyo cabildo le dio a Nebrija la oportunidad de viajar como becado a Bolonia en una estancia que cambió su vida, posee una calle Nebrija pero solo dos pueblos de su provincia la tienen también: Pozoblanco y Puente Genil. En Málaga, donde los hijos de Nebrija tuvieron imprentas y dejaron una huella libresca, hay únicamente cinco calles dedicadas al gramático: Antequera, la propia capital malagueña, Marbella, Torremolinos y Rincón de la Victoria. En Granada, solo cuatro pueblos tienen calle dedicada a Nebrija: Chauchina, Santa Fe, Motril y Montillana. A ambos extremos de la comunidad autónoma, Almería y Huelva homenajean muy poco a nuestro gramático: una calle en la urbanización Esuri de Ayamonte y otra en la propia capital son los únicos lugares que tiene la provincia de Huelva dedicados a Nebrija; en Almería, por su parte, solo hay dos calles dedicadas a Elio Antonio: la de la propia capital y una en Berja. La ausencia de Nebrija es llamativa en provincias cuyas instituciones se están volcando en organizar actividades sobre lengua: la provincia de Jaén, cuya universidad ha acogido una interesante exposición bibliográfica sobre Nebrija, solo cuenta con una calle (en Martos) dedicada a él. En Cádiz capital, donde tanta programación sobre la lengua española se está desarrollando últimamente, no hay calle dedicada a Nebrija; sí las hay en Tarifa, Trebujena, Arcos de la Frontera, además de un colegio en Jerez y otro en Villamartín.

La suma de toda Andalucía, como ven, es escasa. En este año celebramos el V Centenario de Nebrija y estamos en el contexto idóneo para llamar la atención sobre esta ausencia y para reclamar que haya más calles, plazas, colegios e institutos llamados Nebrija. La iniciativa Una calle para Nebrija, que lidera la Cadena Ser en Andalucía, aspira a dar al gramático el reconocimiento que se merece. La campaña ya ha dado sus resultados: la localidad de Tomares, en Sevilla, ha tomado hace unos días la feliz decisión de incluir a Nebrija en su nomenclátor. Como historiadora de la lengua y comisaria científica del Año Nebrija en Andalucía, lo celebro y espero que Tomares sea la primera localidad de una extensa lista posterior.

Son muchas las razones para reconocer a Nebrija con una calle. Si atendemos a sus escritos sobre el latín, Nebrija fue el autor del libro de texto que se estudió en España, buena parte de Europa y de América hasta época reciente: las Introductiones latinae y tuvo la valentía de escribir la primera gramática completa de la lengua española. Dar una calle a Nebrija no es hacer arqueología: estamos hablando de un personaje vigente: a su muerte, su obra siguió siendo impresa y utilizada en muchas universidades y centros de estudio, y, además, fue el modelo inspirador para la escritura de gramáticas de lenguas indígenas en América. Es un personaje andaluz, es uno de los nuestros: nació en Lebrija, al sur de la provincia de Sevilla, y desde esa infancia andaluza ya tenía una fuerte inquietud intelectual por el saber y por extender y aplicar sus conocimientos.

El nombre de Nebrija no suscita tormentas políticas ni ideológicas; reconocer a Nebrija es reconocer las letras, las humanidades, el cuidado lingüístico, el talento. No les pido a los ayuntamientos andaluces un imposible: les pido un poco de cultura lingüística y de gratitud en la memoria. Qué orgullo habría de ser, para cualquier andaluz, dar su dirección diciendo: "Yo vivo en la calle Nebrija".

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