Tribuna

Rafael Ruiz

Director asociado en Arup España

Tecnología, movilidad y ciudad

Al peatón hay que darle el protagonismo que merece, ya sea con iniciativas que modifiquen la red viaria o aumentando el tiempo de verde en los semáforos

Tecnología, movilidad y ciudad Tecnología, movilidad y ciudad

Tecnología, movilidad y ciudad

La movilidad está viviendo una revolución que se está extendiendo rápidamente a nivel mundial. El avance de la tecnología impulsa nuevos modos de transporte o usos distintos de modos que conocemos, desde el presente de los vehículos eléctricos (bicicletas, patinetes, coches, autobuses, etc.), hasta los inminentes vehículos conectados y autónomos, lo que nos obliga a volver a imaginar cómo ha de ser el transporte para ofrecer una movilidad segura y sin barreras. La posesión de los vehículos es otro factor importante y cada vez es más común en nuestras ciudades la práctica de la movilidad compartida.

Tanto los nuevos agentes como la digitalización están induciendo ya un cambio en la forma en que nos movemos por nuestras ciudades. La elección de modo de transporte se produce atendiendo a dos variables fundamentales: la distancia del viaje y la información disponible para realizarlo. Hoy, más que nunca, el usuario dispone de tal cantidad de información (modos disponibles para un mismo trayecto, tiempo de viaje, coste, comodidad, seguridad, imagen, etc.), que las opciones se han visto multiplicadas en un corto periodo de tiempo.

Llegados a este punto, la pregunta es, ¿existe una visión clara -y estable en el tiempo-, de lo que cada ciudad necesita para ir todos en la misma dirección? Los nuevos modos de transporte están absorbiendo viajes, pero sería conveniente entender a qué tipo de movilidad dan servicio y regular su implantación. Por ejemplo, no parece lógico que las flotas de vehículos eléctricos compartidos capten demanda del transporte público en zonas donde la accesibilidad de este último sea óptima. En caso de que así fuera, ¿por qué no replantearse los beneficios que tienen?

Otro ejemplo son los patinetes eléctricos que, al ser vehículos a motor, deberían ir por la calzada y los usuarios deberían llevar casco (que es parte del coste de elegir ese modo de transporte y cuya exención se podría entender como una subvención). Puede que en alguna ciudad la tecnología se adelante a la revisión de la ordenanza municipal correspondiente, pero estas deben aclarar qué espacio han de ocupar los nuevos sistemas de transporte unipersonales en la trama urbana.

Un tema distinto es si se producen fricciones entre los usuarios de la calzada y si es seguro desplazarse en bicicleta o patinete eléctrico por la misma. Culturalmente, la prioridad la tiene el coche desde hace mucho tiempo y ese cambio de paradigma va a costar.

Uno de los pasos fundamentales para promover la movilidad sostenible consiste en invertir la pirámide de la movilidad, en la que el vehículo privado está tradicionalmente en lo más alto. No se trata de ir contra el coche, que debería poder seguir accediendo a muchos sitios de las ciudades, pero sí de reducir su prioridad donde no es necesario que la tengan, y eliminar el tráfico de paso si hay itinerarios más apropiados.

En esta línea, al peatón hay que darle el protagonismo que merece en la ciudad, ya sea con iniciativas que modifiquen la red viaria, repartiendo los espacios de una manera más equilibrada, o, por ejemplo, aumentado el tiempo de verde en las fases peatonales de los semáforos.

La elección del modo de transporte que hacemos ya sea en coche, bicicleta, a pie en transporte público o en una combinación de estos afectar a nuestro bienestar físico y mental. No necesitamos complejas infraestructuras para ofrecer oportunidades de transporte saludables. Hay pequeñas actuaciones que aumentan considerablemente la accesibilidad peatonal o hacen este modo de transporte más atractivo, integrándolo como una pieza fundamental dentro del sistema de transporte urbano.

Esto presenta un desafío significativo. La tecnología no va a resolver por sí sola los problemas de movilidad. Por este motivo, es necesario que la Administración se posicione. Ya no hablamos de futuro, es un cambio que está ocurriendo, por eso es necesario asentar ya las bases de esta visión, con una regulación adaptada a las necesidades reales de cada ciudad, promoviendo políticas y prácticas que garanticen la salud, el bienestar y la accesibilidad de todas las personas. Esta debe ser nuestra prioridad.

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