Tribuna

abel veiga

Profesor de ICADE

Ruleta política

Nadie ha elegido a Pedro Sánchez para resistir nada. Un presidente gobierna, no resiste, y si no gobierna debe irse o hay que echarle. Pero nada más

Ruleta política Ruleta política

Ruleta política / rosell

La política en España se ha convertido en una ruleta. Eso sí, disparatada. Donde todo es circunstancial, y a la vez, efímero. Se es pero se fue. Ya no se es. Y la memoria en este país es sumamente frágil, fácilmente quebradiza. Pero sobre todo, desagradecida. De eso pueden dar buena cuenta muchos que han estado en la política, por los motivos que fueren, con mayores credenciales de servicio público o escasas, que de todo hay, pero con una nota común, prima hoy más la mediocridad, espejo y reflejo de lo que es la sociedad española, que la inteligencia. Eso sí, con excepciones.

Esta semana hemos visto como la ruleta cobra fuerza, tanto en el principal partido de la oposición que -pese a elegir a su nuevo presidente sí vive momentos revueltos, sumamente revueltos aunque se tapen las cosas- como en el Gobierno, que tiene que inventar agendas que curen los caprichos y errores del presidente, pero al que sobre todo, se le pone más cuesta arriba la gobernabilidad. No tanto por la negativa del Partido Popular (qué va a hacer más que poner palos a las ruedas de Sánchez) como por sus aliados que le abrieron las puertas de La Moncloa, donde les unían dos cosas, el fuerte rechazo personal a Rajoy y el deseo de que, librándose se éste, ciertos temas enrocados y que rompen la armonía española puedan despejarse.

Mal sabía el presidente, éste y su antecesor, que el andamiaje jurídico frente al expresidente catalán se iba a debilitar hasta el punto en el que estamos, y mal creía que el nacionalismo iba a atemperar el pulso y el impulso. Lo pareció, pero por si acaso acaba de quedar claro que los de Puigdemont están dispuesto a romper con todo, aunque con ello se vaya a una fractura y suicidio político total en Cataluña. Eso hace mucho que ya no importa. O al menos para todos ellos.

La ministra portavoz del todavía Gobierno Sánchez acaba de insinuar un "resistir hasta lo razonable". Dos vocablos que encierran toda una filosofía política contradictoria, resistir y razonabilidad. Quién mide y cómo lo que es razonable y hasta dónde debe llegar y qué sentido tiene apelar hoy a resistir y para qué, ¿resistir qué? Si no es capaz de gobernar, convoque elecciones. Pues sabe que no tiene mayoría para nada y que el alcanzarla significa dádivas, prebendas, competencias, y una elasticidad imposible conforme a la Constitución. Nadie ha elegido a Sánchez para resistir nada. Un presidente gobierna, no resiste y si no gobierna debe irse o hay que echarle. Pero nada más. Esto no es una guerra política, es una ruleta con jugadores ávidos de riesgo y dispuestos a jugárselo todo a un solo color o a una sola ficha. Ésa es la desgracia que tiene la política hoy en España. Demasiados tahúres sentados precisamente en la misma mesa y al mismo tiempo. Y con esos miembros es francamente difícil encarrilar algo.

Pronto empieza el juego de la amenaza de elecciones anticipadas o tal vez las que tuvieron que producirse en vez de la moción o una dimisión del presidente que permitiera a su partido proponer otro candidato. Pronto juega Moncloa con avisar de que, en otro envite irreal y no querido, o le apoyan o todo el castillo de naipes se desbaratará también para los partidarios de la ruptura de España. Demasiados caballos desbocados en una cuádriga la hace ingobernable y el juego de suma cero no se da. Todos tiran al mismo tiempo hacia múltiples lugares antitéticos y el experimento no va a salir bien. Sánchez lo sabe, los podemitas también y todo el nacionalismo que ha apoyado interesada y limitadamente al primero, mejor que nadie.

Se abre el juego en la mesa de la ruleta. El premio gordo espera. Algunos creen que recién tocados el cielo quizás puedan llegar al paraíso monclovita. Otros han visto como el suflé se les ha derrumbado de la noche a la mañana cuando todo les llevaba en volandas. Los socialistas saben que el precio a pagar pasados unas semanas de cierta tranquilidad va a ser oneroso y severo. Y los nacionalistas a lo suyo, como siempre, ganar centímetros, exasperar a todos y rompiendo piedra a piedra pero sin compasión ni prisa. Gira la ruleta y lo hace en dos tiempos, acelerando al principio, y amortiguando el ritmo y su cadencia al final. En medio, toda esta farándula hipócrita y cínica en dosis justas. Calores de este estío que no termina de llegar en el norte y funde las neuronas en otros lares. El espectáculo sigue. Y preparémonos para más voltaje interesado. Pues de eso se trata. Voltajes impostados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios