Tribuna

Francisco núñez Roldán

Historiador

Rojo sobre verde

Desde la caída del Muro, los comunistas europeos se quedaron huérfanos y hubieron de travestirse para ocultar su fracaso histórico y para no ser señalados como una amenaza

Rojo sobre verde Rojo sobre verde

Rojo sobre verde / rosell

Hace quince años publiqué en este periódico una tribuna que partía de un hecho ocurrido en Italia en los 80: el cartel que el Partico Comunista había elegido para una campaña electoral de aquella década mostraba un paisaje todo verde y a sus pies un lema que decía Questo è rosso. El comunismo se apropiaba del ecologismo político naciente, como después lo haría del feminismo burgués y tras esto de cualquier otra cosa banal que hiciera olvidar el pasado reciente del comunismo soviético. Paradójicamente, en términos marxistas se trataba de una apropiación cultural y política indebida. El cartel y su lema me parecieron muy ingeniosos aunque, desde entonces, el PCI no hizo sino fracasar reiteradamente hasta hoy: en las elecciones generales italianas de 2018, acompañado de otras fuerzas izquierdistas (aquí llamadas progresistas), sufrió una estrepitosa derrota, pues con el 1,1 % de los votos no consiguió ningún escaño en el Parlamento italiano.

Desde la caída del Muro, los comunistas europeos se quedaron huérfanos y hubieron de travestirse, primero para ocultar su fracaso histórico y después para no ser señalados como una amenaza contra la democracia liberal. La lección de aquella experiencia italiana es que quien traiciona sus orígenes acaba descubierto y humillado. Quien se apropia de las ideas ajenas, porque ha perdido o se ha despojado de las propias, debe pagarlo; y quien olvida las prioridades sociales (justicia, trabajo, educación, sanidad y vivienda) y opta por la palabrería y la propaganda moral hueca, abandonando a su suerte a los que se decía proteger en manos de aquellos que solo ambicionan el poder por el poder, acaba desnudo, sin escudo protector y sin alma.

Es verdad que la evolución del pensamiento y de las ideas está en la lógica de todos los procesos racionales. Y por tanto, no sostengo que los comunistas o los socialistas deban seguir manteniendo férreamente sus posiciones doctrinales (si es que disponen de ellas, como apuntaba el profesor Lazo en una tribuna pasada, Contar con ellos). En modo alguno. No es necesario explicar lo obvio: los tiempos cambian por la fuerza de las nuevas técnicas, por la aparición de nuevas ideas que transforman y adaptan las viejas.

Y tanto cambian los tiempos que lo que parecía ser propiedad de la izquierda ha pasado a manos del mismísimo capitalismo, un capitalismo transmutado en verde. En estos días en los que algunos han proclamado una apocalíptica emergencia climática, el capitalismo ha salido en su ayuda: algunas empresas del Íbex nos han bombardeado con su propaganda excusándose en la agonía del planeta. Cambiemos el mundo, proclama una, como si se tratara de un eslogan arrebatado a la izquierda antisistema. El cambio consiste en llegar a 2030 comprometiendo miles de millones de euros en "financiación verde". Hasta entonces todo será verde: bonos, proyectos e inversiones. No hay empresa y negocio que no se proclame sostenible, ecologista y verde, como si eso fuera su razón de ser. Y algunas realmente lo son y han crecido a impulsos de este nuevo credo. Parafraseando a Marx, el mundo es un gigantesco almacén de mercancías, de mercancías verdes. El mundo ha cambiado de color. Ya no se lleva el rojo.

¿Qué pensarán al respecto los viejos comunistas del continente? A ellos y a los descendientes progres de mayo del 68 el capitalismo les ha ganado de nuevo la partida ¿Cómo han osado enfrentarse al Leviatán del dinero? "Nadie que le haya hecho frente quedó a salvo, su fuerza es incomparable, su corazón es duro como roca, ¿quién podrá resistir ante él?" (Job, 41,1-26). Como antídoto, la verdadera izquierda, la izquierda humanista, tiene que volver a sus ideales de origen, analizando la verdadera realidad de las cosas. Y la realidad es que los hombres sufren, no han dejado de sufrir. En palabras de un presentador de telediarios, "el planeta se queja". Ante tamaña estupidez hay que responder que quien se queja es el hombre, al que se le pretende despojar de lo que le hace diferente de cualquier otro animal: su alma, su dignidad, su singularidad, su naturaleza irrepetible. Es al hombre a quien hay que salvar.

Es necesaria una nueva política que, partiendo del humanismo cristiano, pueda gobernar el mundo buscando la utilidad del poder para transformar la realidad: la pobreza en bienestar, el desempleo en trabajo y dignidad, la ignorancia, la vulgaridad y la ramplonería social en educación, instrucción y conocimiento, la soledad en compasión, la enfermedad en salud.

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