Tribuna

José antonio gonzález alcantud

Catedrático de Antropología Social

Italia y nosotros

Bueno será recordar que la actual rebelión de Italia contra Europa no va dirigida ni contra los balcánicos ni contra los ibéricos, sino que repudia el continente germanizado

Italia y nosotros Italia y nosotros

Italia y nosotros

El sociólogo y político siciliano Napoleone Colajanni (1847-1921) publicó en 1905 un volumen en el que analizaba la extendida idea que los latinos eran una raza "inferior" o "degenerada". Su texto titulado Anglosajones y latinos. Razas superiores y razas inferiores exhibía el problema del postrado sur. Probablemente la animosidad entre las culturas latinas y anglosajonas nunca haya alcanzado un punto de fisión más incómodo. Francia en diferentes épocas, aprovechándose de circunstancias como ésta, se afirmó como nación latina, y se propuso como madre y líder de la latinidad. Napoleón III, aconsejado por la andaluza Eugenia de Montijo y por Merimée, así lo había entendido previamente, inaugurando y encabezando el pan-latinismo. Muchas décadas después, durante la Exposición Iberoamericana de 1929 celebrada en Sevilla, España intentó fletar una hispanoamericanidad trufada de pan-semitismo árabe y sefardí que actuase de contrapeso al expansionismo anglosajón en América.

En la Italia que ahora se quiere escabullir de Europa el problema del sur sigue sangrando. Le dio para pensar al marxista Antonio Gramsci, y en la actualidad no ha perdido vigencia en las polémicas internas italianas. A mí el Mezzogiorno me sigue pareciendo lo más atractivo de la península itálica. Verbigracia, Nápoles o las islas Eolias son lugares extremos. En los campos flégreos, en el tejido urbano napolitano, hay un cráter activo, de barros volcánicos en ebullición, al cual se asoman con descaro y desafío los edificios de pisos. En la isla de Vulcano, en el archipiélago eolio, la familiaridad del volcán permite sumergirse en las aguas sulfurosas que expulsa el cráter. El propio Vesubio que tiene su cono taponado por la acumulación de piedras y cenizas que generó la erupción de 1944 algún día volverá a rugir con violencia. Dicen que toda la bahía de Nápoles en sí es un inmenso volcán cuyos signos apocalípticos ya se perciben. Todo es de una potencia divina: Stromboli, la volcánica isla existencial de Rossellini; el Etna, el volcán donde la leyenda dice que Empédocles se arrojó. En este orden de naturalezas y vidas extremas Wagner se inspiró en la costa amalfitana para engendrar su sublime Parsifal.

Mas el norte de Italia no está desprovisto de encantos telúricos: el abrupto lago d'Iseo, de magnetismo asimismo wagneriano. También de orientalidad: la desembocadura del Po volcada al mosaico y al canto bizantino. Venecia, siempre disonante del papado, alberga la leyenda de san Marcos procedente de la egipciaca Alejandría. Amén de la estética, en las ciudades italianas se libraron grandes batallas humanas. En las mazmorras sombrías del elegante castillo de Ferrara se pudrieron dos amantes, madrasta e hijuelo, por haber compartido lecho. La arena de Verona sirvió al divino Dante en su exilio para imaginar los infiernos. Belleza e infierno, refinados, coexisten.

Roma en sí misma no deja de ser una megaurbe pueblerina, de encantos fellinianos, con un río Tíber descuidado, en cuyas márgenes un graffitaro ha grabado sobre la mierda acumulada sus dibujos. Nunca podremos olvidar el cine de inspiración romana desde De Sica hasta Sorrentino, pasando por los invocados Rossellini o Fellini. Nunca.

Entre los sureños existe una alianza afectiva extraordinaria. A pesar del sacco de Roma por Carlos V, o de la leyenda negra que promovió entre otros Verdi con su Don Carlo. Italia y nosotros estamos fraternizados por un sentido de la existencia que tiene mucho de sustancialización onírica. No hay que recurrir a falsos parecidos costumbristas. Sólo estamos hermanados en lo surreal que conduce a lo bello.

Bueno será recordar que la actual rebelión de Italia contra Europa no va dirigida ni contra los balcánicos ni contra los ibéricos, sino que repudia el continente germanizado. Hará cosa de un año se inauguró en Bruselas un Museo de la Cultura Europea por iniciativa de la presidencia del Parlamento, que ejerce precisamente un italiano. Una buena iniciativa empañada, sin embargo, por el intento infructuoso de centrar Europa. Hay demasiada guerra mundial en el discurso del nuevo museo. Cierto que la primera y segunda contiendas actuaron de catalizador del primer movimiento europeísta en el que destacaron figuras visionarias como Coudenhove-Kalergi y Romain Rolland, con sus respectivos paneuropeísmo y pacifismo. Pero sigue habiendo poco sur, escasa profundidad histórica.

La Unión Europea debiera objetivar que en el Mediterráneo está el origen de la idea de Europa. Podría haber diseñado políticas mucho más acordes con esta circunstancia inevitable. La UE no puede permitirse la desafección italiana. El Brexit tendrá su impacto, pero Europa puede prescindir de Gran Bretaña. Con Italia no es lo mismo, hoy por hoy es el verdadero talón de Aquiles del proyecto europeo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios