Tribuna

antonio porras nadales

Catedrático de Derecho Constitucional

¿España o la India?

¿España o la India? ¿España o la India?

¿España o la India? / rosell

La pretensión de nuestros dirigentes de manipular conceptos científicos del ámbito de la politología o del derecho público para reutilizarlos a su servicio parece que no tiene límites. Primero fue la noción de gobernanza, una categoría en gran medida aún ignorada, que propone una visión horizontal y coordinada de los procesos de acción pública y que ha acabado derivando en el redundante palabro de la "cogobernanza".

Y ahora es la noción de gobernanza multinivel la que se trata de manipular al servicio de sospechosos intereses. Gobernanza multinivel significa interacción entre esferas institucionales colocadas a distinta escala (local, regional, estatal, europea); es una categoría que se refiere al ámbito de las instituciones y no a la sociedad. Ser europeo no quiere decir ser superior a ser español, como ser español no quiere decir ser superior a ser andaluz o extremeño. En los modernos estados de derecho, todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. La gobenanza multinivel sería una forma de entender las interacciones entre las distintas esferas institucionales de cada uno de los territorios organizados, y tiene en la Unión Europea uno de sus principales campos de desarrollo.

Pero pretender forzar las dimensiones semánticas de determinadas categorías para proyectarlas fuera de su ámbito constituye un juego propio de aprendices de brujo cuyas consecuencias no siempre sabemos calcular.

El ejemplo negativo más conocido es el que han destripado Acemoglu y Robinson en su obra El pasillo estrecho de 2019: el caso de la India. Teóricamente, la India es una democracia bien asentada con un marco constitucional consistente, donde, sin embargo, no se cumple el primero de los postulados que configuran cualquier Estado de Derecho: el de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. La realidad de la India manifiesta, por el contrario, un mantenimiento del ancestral y milenario sistema de castas que coloca a cada ciudadano en un nicho social diferenciado y bloqueado del que es imposible salir, a pesar de que las castas estén prohibidas por la Constitución. Hablar de un auténtico Estado sobre la base de un soporte social caracterizado por su radical desigualdad constituye una auténtica falacia: sin igualdad de los ciudadanos no existe ningún tipo de Estado. Por eso, en rigor, la India no debería ser conceptuada como un auténtico Estado constitucional.

Proyectar la categoría de la gobernanza multinivel más allá de la esfera de las relaciones interinstitucionales o del derecho público para colocarla en un ámbito de dimensión social o socioterritorial supone hacernos a todos los ciudadanos desiguales sin que nos demos cuenta del cambio. Por supuesto que las desigualdades sociales y económicas siguen existiendo, como han existido siempre, pero el poder del Estado y de la ley debe ser igual para todos, de lo contrario avanzamos por el mismo camino que la India. Y así, en España, siguiendo el modelo hindú, las castas se transformarían en territorios dotados de una desigual posición ante el Estado, de tal modo que los derechos y libertades de los españoles serían distintos según el territorio en el que habiten. En la cima de la jerarquía estarían dos comunidades que todos conocemos, equivalente a los brahmanes, en su origen maestros, intelectuales y sacerdotes; en una escala inferior, los kshatriyas, guerreros o funcionarios; luego, los vaishyas, granjeros y comerciantes; y finalmente, los sudras, simples obreros. Por último, en el sur del sur quedaríamos los marginados, los dalits o parias.

Durante largos años nos hemos habituado a considerar el paradigma de la diversidad como un principio avanzado y progresista que permite al Estado afinar sus políticas para ajustarlas a una realidad inevitablemente diferente. No habíamos pensado en las consecuencias imprevistas y a largo plazo de tal dinámica. No habíamos entendido que, en el fondo, cuando yo digo "soy diferente" estoy, de forma implícita y sutil, tratando de decir "soy superior". Tras las diferencias aparecen las desigualdades, tal como en la India reemerge y se mantiene a lo largo de los siglos el milenario sistema de castas.

Si lo que pretendemos es que todos vayamos a sumergirnos alegremente en un sistema de diferencias territoriales consolidadas, y si además y para colmo aspiramos a que no nos demos cuenta de lo que estamos haciendo, entonces está claro: nuestro futuro se llama un Estado multinivel. Es un concepto tan moderno que a todos nos encantará, sin darnos cuenta de dónde nos estamos metiendo. Y no cabe duda de que las diferencias serán aceptadas y consensuadas felizmente. Mediante la forma de Estado multinivel España se colocará nuevamente en la avanzadilla mundial.

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