Tribuna

Alfonso lazo

Historiador

Enfermedad mental contagiosa

La presunta extrema derecha en España es un invento de la progresía a fin de ocultar la propia vacuidad: primero se construye un molino, luego se grita que es un gigante

Enfermedad mental contagiosa Enfermedad mental contagiosa

Enfermedad mental contagiosa / rosell

Según la literatura médica, más específicamente psiquiátrica, el síndrome de Estocolmo es una enfermedad caracterizada por la sumisión, e incluso el amor, que el secuestrado acaba sintiendo hacia su secuestrador, y que le lleva a congraciarse con él hasta el punto de imitarlo. En política, los españoles hemos visto estos últimos años un caso de libro: el complejo y miedo reverente sentido por el PP de Rajoy hacia la izquierda. Lo que no conocía la literatura médica es que el síndrome de Estocolmo fuera contagioso.

Después de la marcha de Rajoy, cataléptico todo su mandato por el temor a que PSOE y Podemos lo acusaran de franquismo, parece como si el Partido Popular con Pablo Casado se hubiera sacudido los complejos y tomado un estilo de ofensiva permanente contra Sánchez. Lo asombroso es que después de las elecciones andaluzas del 2 diciembre sea ahora Ciudadanos el que da síntomas de pánico como consecuencia de la aparición de Vox. No miedo a Vox, sino miedo a que el sanchismo lo acuse de ser amigo de Vox. Así que, naturalmente, la propaganda del PSOE aprieta sobre Rivera cultivándole esos miedos para hacer fracasar el cambio en Andalucía; si bien una publicidad que no puede ser más necia: PP, Cs y Vox presentados como el triunvirato de la extrema derecha en España. Necia y nada novedosa.

Ayer mismo, cuando Vox aún no existía, Pedro Sánchez acusaba a Ciudadanos de ser el partido del Íbex 35 y al PP de falangista. ¿Dejarán de serlo si rompen con Vox? Para los comunistas de los años 30 del pasado siglo el socialismo democrático era la extrema derecha. "Socialfascistas" llamaban entonces a la socialdemocracia. Parece un chiste, porque si Vox no estuviera aquí, para el PSOE el Partido Popular habría continuado siendo "la derecha extrema" (Zapatero dixit); y si el PP no existiese, los extremosos derechistas serían los de Ciudadanos. Y es que una serie de objetos puestos en fila por fuerza ha de contar con dos extremos. El que llegue el último -nos gritaban en el campamento de la Milicia Universitaria- queda arrestado y, naturalmente, siempre había alguien en situación de arresto.

La presunta extrema derecha en España, y en buena parte de Europa, es un invento de la progresía a fin de ocultar la propia vacuidad: primero se construye con cuatro tablas un molino de viento, luego se grita que es un gigante, y ya tiene la supuesta izquierda su fascismo ad hoc. Ocurre, no obstante, que los jóvenes combatientes antifascistas nunca conocieron al verdadero fascio y hacen un poco el ridículo. Susana Díaz habla del "pacto de la vergüenza". Vergüenza de qué. Vox no es Podemos, no quiere destruir la Constitución ni el "Régimen de 1978"; quiere reformarla, sí, lo mismo que Pedro Sánchez. Mas a Ciudadanos parece, en efecto, darle vergüenza tratar con Abascal; mientras a Sánchez no le da ninguna tratar con Torra y despachar todos los días con Pablo Iglesias. "Constitucionalistas" les llama algún orate.

Sánchez se supera a sí mismo, y delante de las cámaras suelta que su Gobierno estará muy atento a lo que ocurra en Andalucía; si hay peligro para las libertades -añade- "actuaremos con la fuerza del Estado". O sea, que amenaza a los andaluces con el 155 que no quiere aplicar en Cataluña. Hoy, en Dinamarca y Austria, dos exquisitas y ejemplares democracias, gobierna la llamada extrema derecha y no ha desaparecido ninguna de las libertades propias de esos países. ¿Han perdido acaso los italianos su libertad? ¿Se ha expulsado a algún extranjero, venido legalmente y con sus papeles en regla? Es verdad que nuestros buenistas quieren "papeles para todos" y todos adentro, pero esa querencia es un problema psiquiátrico que poco tiene que ver con la racionalidad política. Quizás el secretario de Relaciones Institucionales del PSOE-A también necesite ayuda profesional cuando llama a Vox "la ultraderecha peligrosa".

En suma, la actitud ambigua y dubitativa de Ciudadanos en torno a la única manera de consolidar el portentoso cambio de Andalucía sólo puede responder a una de estas tres razones: o bien, en efecto, ese partido es víctima del patético síndrome de Estocolmo; o bien nos encontramos, por el contrario, con una inteligente argucia política entre Rivera y Casado haciendo como si Rivera no hablara con Abascal; o bien cabe que Rivera no pase de ser un cantamañanas de futuro incierto. Veremos cómo se comporta Cs en el Gobierno andaluz a lo largo de toda la legislatura de cuatro años. Una enorme responsabilidad.

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