Tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide

Descomposición gubernamental

Lo siguiente será dar la Orden de Isabel la Católica al emir de una de las peores dictaduras del planeta, a ver qué pasa. Disculpen, ya se ha hecho

Descomposición gubernamental Descomposición gubernamental

Descomposición gubernamental / rosell

El hedor es tan intenso como el cansino argumentario con el que despachan cada desastre. Decía Seneca que muy trabajosa y breve es la vida de los que olvidan el pasado, descuidan el presente y temen el futuro. Precisamente, lo que esta clase política de mentalidad tuitera, rebozada en garrulismo identitario, trata de inocular al exhausto ciudadano. El pasado es solo un escándalo etéreo que ya no aparece en el móvil. El presente es una sucesión de noticias discontinuas que desembocan en un partido de fútbol o una telenovela turca. El futuro es terror y más terror. A la Covid, a perder el trabajo, a no poder pagar las facturas, a que Putin apriete el botón o a que los recortes terminen por dinamitar los servicios públicos. Parece que lo siguiente será privatizar Correos. Este Gobierno no nos da tregua. Pero tranquilo, no pasa nada. Ponga la tele del duopolio y apreciará su error. En realidad, la calle está repleta de fachas y piolines. Ese es el problema. Vivimos en el mejor de los mundos posibles y no nos habíamos enterado. Ya lo dijo Leibnitz. Pero, al fin y al cabo, ¿quién necesita a la filosofía cuando tenemos los libros de autoayuda, el coaching o un Gobierno que siempre nos dirá lo que está bien o mal? Las humanidades son una pérdida de tiempo y el conocimiento científico un obstáculo para una mente abierta. No es raro que vivamos rodeados por antivacunas, terraplanistas y homeópatas.

El ansia de este Gobierno por cuartear tanto instituciones como la arquitectura de este maltrecho Estado ha llegado incluso a la cultura y la educación, algo que para la mayoría de los políticos es tan solo una nota al pie de página en el programa electoral. Una cosa es erosionar la fiscalía, el Tribunal de Cuentas o hasta el CNI. ¿Pero a quién le interesan las humanidades?

En las España de las "embajadas" autonómicas dedicadas a denigrar nuestra imagen, los trabajadores del servicio exterior real del Estado están en huelga por sus bajos salarios -primero en Gran Bretaña, ahora en Australia-. La pobreza infantil está por encima del 30% en el país de los 20.319 millones para un Plan Estratégico de Igualdad. La política exterior no es que sea inexistente, que ya lo sabemos desde hace lustros, sino que ahora se decide cada mañana. Lo último es mandar a la muerte a un activista argelino, a ver si no se mosquea mucho Argelia tras el sospechoso desaguisado del Sahara. Lo siguiente será dar la Orden de Isabel la Católica al emir de una de las peores dictaduras del planeta, a ver qué pasa. Disculpen, ya se ha hecho.

Las gasolineras sin cobrar, el campo en situación límite y España cada vez más dependiente energéticamente del exterior. Por muchas cortinas de humo que se lancen, nos enfrentamos a una realidad de familias que no llegan a fin de mes. La pulsión antisocial de este Gobierno de incompetentes o, simplemente, cenizos les condenará. Mientras tanto, la carcoma institucional amenaza con debilitar la arquitectura institucional de nuestro país.

Tenemos un Gobierno que se humilla ante un separatismo de charanga y pandereta. Desmiembran sin rubor ni lógica cuerpos estatales como los secretarios locales y avanzan en la desaparición del Estado de amplias zonas de España. Los separatistas de Sabino Arana y Heribert Barrera están encantados. Nunca un número tan limitado de mediocres consiguieron tanto y oprimieron a tantos. El bien común está en la UCI. Incluso se han puesto a competir dentro del Ejecutivo para ver quién es el más servil, en una loca carrera por atacar a la Jefatura del Estado o por insultar a los policías que defendieron nuestra Constitución.

El Estado autonómico se diseñó para contentar a aquellos que lo aprovecharon para erosionar la igualdad entre los ciudadanos y mejorar las expectativas de negocio de las familias de siempre. Ni Sánchez, ni Feijóo han aprendido nada. Uno pretende apaciguar para ir tirando y otro contentar a, como dijo la ministra anarquista Federica Montseny, la peor burguesía española. Una imprescindible aliada en esta espiral de erosión institucional. Ambos partidos parecen no entender que con la plurinacionalidad no se llena la cesta de la compra.

Tanto el PP como el PSOE han demostrado su incapacidad para solucionar los problemas estructurales de España. La igualdad de los ciudadanos y sus derechos civiles y políticos no se negocian. Los intereses de los españoles están por encima de cualquier agenda o recomendación global. Un país no puede estar constantemente cuestionando su existencia, ni subvencionando a los que desean su destrucción. España debe reindustrializarse, garantizar el mayor grado posible de independencia energética e invertir en I+D y en garantizar educación, sanidad y pensiones públicas. Es necesaria la irrupción de una fuerza de izquierdas con estos fines.

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