Tribuna

Manuel gracia navarro

Ex presidente del Parlamento de Andalucía

Cuarenta años después

No olvidaré nunca la sesión constitutiva en el salón de tapices de los Reales Alcázares de Sevilla, con la emoción de poner en marcha aquello por lo que tanto habíamos luchado

Cuarenta años después Cuarenta años después

Cuarenta años después / rosell

Se cumplen cuarenta años de las primeras elecciones al Parlamento de Andalucía. Fue una campaña electoral hermosa, la ilusión de la gente era enorme. Me propongo hacer un ejercicio de memoria sobre aquellos momentos, sus circunstancias y lo que vino después. No olvidaré nunca la sesión constitutiva en el salón de tapices de los Reales Alcázares de Sevilla, con la emoción de poner en marcha aquello por lo que tanto habíamos luchado los andaluces. Sabíamos que podríamos cambiar esa especie de negro destino que había arrojado a Andalucía al rincón oscuro del atraso y el subdesarrollo.

La Andalucía que nos encontrábamos al llegar a la formación del primer gobierno estaba en el límite inferior del subdesarrollo: el analfabetismo era una lacra social muy pesada, centenares de pueblos andaluces en los que los jornaleros buscaban trabajo en las plazas cada mañana carecían de infraestructuras de acometida y saneamiento de aguas, nuestras comunicaciones terrestres eran pésimas en un territorio desarticulado completamente, y nuestra industria era inexistente en la práctica, salvo el islote de la naval en crisis en la bahía de Cádiz. Pero esa realidad era aún más negra si pensamos en la conciencia de explotación y discriminación que sufría el pueblo andaluz, que sólo se había visto quebrada por la explosión popular del 4 de diciembre y culminada el 28F. De hecho, era la primera vez desde 1936 en que el pueblo andaluz tenía ante sí la oportunidad de recuperar su dignidad, menospreciada sistemáticamente por la dictadura franquista y por una derecha dirigente que solo veía en Andalucía una fuente de beneficios económicos y un lugar para su esparcimiento.

Cuarenta años después, la Andalucía que encontró la derecha al entrar en el gobierno es una tierra con progreso económico y social y uno de los potenciales de crecimiento más altos de toda la Unión Europea. Un mundo rural que no se ha despoblado como en Castilla y León o Galicia, y donde existe la agricultura más moderna y competitiva de Europa. Una industria que se ha sostenido y modernizado, con polos industriales muy competitivos, como la aeronáutica o los parques científicos y tecnológicos existentes y los puertos como enclaves logísticos de primer orden, una industria naval reconvertida, una gran potencia en energías renovables, dotada de infraestructuras públicas modernas y favorecedoras de la inversión privada, pasando de 20.000 a 500.000 empresas y liderando el ranking de exportaciones junto a Cataluña.

Todo eso es incuestionable, pese al intento de la derecha por presentar como grandes logros aquello que ya se consiguió en 2018 con gobiernos socialistas. Pero quiero pensar en las personas que han sido destinatarios durante esos cuarenta años de las políticas de cohesión territorial y bienestar social. Quiero recordar a los centenares de miles de hombres y mujeres - sobre todo mujeres - que aprendieron a leer y escribir mejorando así sus vidas, a los centenares de miles de andaluces que pasaron a ser usuarios de una sanidad pública universal que les acercó las prestaciones médicas a su municipio, o a las decenas de miles de personas mayores que encontraron centros en los que recibir una atención digna. También quiero recodar a las decenas de miles de familias cuyos hijos han podido acceder a la universidad sin tener que desplazarse fuera de su territorio, o en los miles de trabajadores de empresas como Delphi, o Santana Motor, que gracias a los ERE, sí gracias a esos ERE tan vilipendiados, siguen cobrando hoy sus ayudas que continúa pagando este gobierno de las derechas que tanto se ha beneficiado de ese vilipendio.

A todas esas personas quiero recordar en esta hora, y quiero pensar en quienes no vivieron aquellos primeros años de nuestra autonomía, y pueden creer que todos los derechos de los que hoy disfrutan son irreversibles, porque no importa quién gobierne. Lo que está sucediendo en Estados Unidos o lo que puede ocurrir en España con el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo pone bien de manifiesto que se pueden dar pasos atrás, y que las políticas de los gobiernos afectan a las vidas de la ciudadanía: la crisis de la pandemia no ha tenido efectos tan devastadores en el empleo y el bienestar de millones de familias españolas con este gobierno como hubiese tenido de haber gobernado la derecha; lo prueba el contraste con la respuesta de los gobiernos de la derecha ante la crisis financiera de 2008 a base de recortes, paro y despidos. Porque no todos los políticos son iguales, ni todas las políticas significan lo mismo para el presente y futuro de las personas: recordemos y actuemos en consecuencia.

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