Juanma Moreno recibió ayer la confianza del Parlamento andaluz y quedó investido como presidente de la Junta gracias al abrumador apoyo que recibió de los andaluces en las urnas el pasado 19 de junio. La oposición cumplió su papel e intentó deslegitimar los planteamientos que hizo la víspera el candidato, sin aportar tampoco grandes novedades más allá de las recetas ideológicas que cada partido tiene perfecto derecho a defender. La abstención de Vox, un regalo inesperado, hay que entenderla como un gesto de mano tendida al que durante la anterior legislatura fue su socio parlamentario, que tendrá lecturas nacionales, y como un claro mensaje con el que diferencia su oposición de la de la izquierda. Una vez cumplido el trámite del debate parlamentario, el reelegido presidente tiene vía libre para diseñar la estructura de su Gobierno y para poner los nombres que a su criterio cumplan los objetivos planteados. Ahí están los dos retos inmediatos de Moreno y por los que se va a poder adivinar cuáles son los caminos que va a adoptar la legislatura más allá del catálogo de proyectos y medidas que constituyen su programa. La distribución en consejerías de las competencias a administrar es un tema capital porque define las prioridades. La amalgama de atribuciones en un mismo departamento, como ocurrió la pasada legislatura, obedece más a razones de conveniencia política que de eficacia administrativa. Tan importante como lo anterior es la lista de componentes del nuevo Ejecutivo. El presidente, como es lógico en estos casos, mantiene un absoluto hermetismo sobre los nombres que maneja, pero ha dado suficientes pistas para adivinar que cuando dentro de unos días se conozcan habrá profesionales de prestigio en las áreas que gestionarán más que componendas de partido o cuotas territoriales. No están los tiempos ni está Andalucía para valorar otra cosa que no sea el talento y la efectividad. Como dijo ayer el propio Juanma Moreno al cerrar el debate en el Parlamento, ahora lo urgente es ponerse a trabajar.