Las últimas bocanadas de ETA

ETA ya no engaña a nadie. Desde 2011 es una banda terrorista derrotada policialmente y sin apoyos sociales, políticos o económicos

Eta intentó ayer vender como un solemne acto de voluntad propia lo que no es más una urgente necesidad ante su evidente derrota policial, social y política. La banda terrorista, en un claro y desesperado acto propagandístico, asegura que el próximo 8 de abril estará completamente desarmada. El proceso, que se llevará a cabo con la supervisión del autodenominado Comité de Internacional de Verificación -cuya legitimidad en este asunto sólo es reconocida por el nacionalismo vasco y algún que otro bienintencionado ex líder internacional-, consistirá en entregar a la Policía francesa la ubicación de unos zulos que, según los especialistas, debe guardar un armamento escaso y deteriorado. ETA y sus compañeros de viaje pretenden también la colaboración de la prensa internacional, aunque esa organización terrorista prácticamente ya no levanta el menor interés fuera de nuestras fronteras.

En numerosas ocasiones, ETA ha querido entregar las armas al Gobierno de España para intentar así dar la sensación de una relación de tú a tú que nunca ha existido más allá de alguna que otra negociación para tantear el final de la banda. Sin embargo, el Ejecutivo siempre ha sido firme en esta cuestión: que los terroristas notifiquen sin más ceremonias dónde tienen escondidas sus armas, que se disuelvan como organización y que se entreguen a la Justicia para que puedan ser juzgados por un tribunal. Sólo así se dará por concluido el mal llamado conflicto vasco y se podrá proceder a revisar algunas medidas excepcionales, pero extremadamente útiles, que se tomaron en pleno fragor de la lucha contra el terrorismo y que no terminan de casar con el espíritu de nuestra legislación, como es la dispersión de los presos etarras. Ante esta doctrina del Gobierno no tenemos nada que objetar.

ETA ya no confunde a nadie. Desde hace años es una organización terrorista derrotada policialmente, sin apoyos políticos, financieros y sociales, cuyos miembros están condenados a vivir escondidos y acorralados, con la certeza de que, en cualquier momento, pueden ser detenidos por la Policía francesa o española. El anuncio del cese definitivo de su actividad terrorista armada del 20 de octubre de 2011 no fue más que la certificación de su inminente muerte, la cual -se sabía- no iba a llegar de sopetón, sino tras una lenta pero inofensiva agonía. La pantomima de ayer fue un ejemplo más de que la banda terrorista está dando sus últimas bocanadas y que ya sólo queda su esperada y cercana defunción, que será el día en que ETA anuncie su definitivo final y veamos a sus miembros sentados ante los tribunales de la democracia española.

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