Una sociedad cada vez más pesimista

El pesimismo actual sólo beneficia a los populistas y a los que quieren vender fórmulas mágicas para salir del atolladero político

Entre los datos del Barómetro de Metroscopia publicado ayer por este periódico destaca uno que nos debería llevar a una profunda reflexión: el aumento del pesimismo de los ciudadanos ante la situación política actual. La encuesta no deja lugar a dudas. Si el pasado mes de julio el 63% de los encuestados afirmaban sentirse pesimistas, ahora, en septiembre, esta cantidad se eleva hasta alcanzar el 69%. Es decir, se registra un aumento de seis puntos en apenas dos meses. Además, y esto es muy importante, dicho pesimismo no crece sólo entre los votantes del espectro del centro derecha, sino que alcanza también a los del PSOE, formación que actualmente está en el poder.

Que el pesimismo alcance a casi el 70% de la población, como decíamos, es un dato más que preocupante, ya que desvela un estado de ánimo colectivo que en nada ayuda a la regeneración ponderada de un sistema político que necesita evidentes retoques, pero sin olvidar nunca que es el que mayores cuotas de bienestar y libertad ha dado a nuestro país a lo largo de la historia. Una situación como ésta sólo puede beneficiar a los populistas y a los que quieren vender fórmulas mágicas para salir del atolladero en el que se encuentra España. Gran parte de este desencanto, hay que decirlo, se debe a la actitud de una clase política instalada en el escándalo, como bien se ha demostrado en los últimos casos de los másteres falsos y los plagios de tesis y publicaciones académicas, por no hablar de la corrupción, que nos dejan la imagen de una clase política tramposa y aprovechada, más pendiente de sus exclusivos intereses personales y partidarios que de servir a la sociedad. Una clase que, además, lleva años siendo incapaz de dotar al país de una estabilidad parlamentaria que permita afrontar con serenidad y consenso los muchos y graves problemas de la actualidad: Cataluña, cambio climático, corrupción, educación, pensiones, recuperación económica, inmigración, etc. El pesimismo, como apuntábamos, es el humus del que pueden nacer iniciativas políticas radicales no deseables, tanto a la derecha como a la izquierda, como ya está pasando en muchos países de Europa. El primer paso que deben dar los políticos para atajarlo es demostrar su intención de solucionar los problemas y no de crearlos. El barómetro indica que los ciudadanos desaprueban la incapacidad de los actuales diputados para alcanzar pactos. Hay que comprender, de una vez por todas, que el sistema multipartidista ha desbancado definitivamente al bipartidismo, pese a que sus dos pilares (PSOE y PP) siguen gozando de relativa buena salud. La sociedad reclama acuerdos a varias bandas que solucionen sus problemas reales. De lo contrario, el pesimismo seguirá creciendo.

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