Una operación que aún tiene algún agujero

La buena marcha de la cooperación entre España y Marruecos en la lucha contra el yihadismo debería exportarse a otros ámbitos policiales

Apenas cuarenta y ocho horas después de que los ministros del Interior español y marroquí, Juan Ignacio Zoido y Mohamed Hasad, respectivamente, se felicitasen por la "estrecha" cooperación policial entre los dos países, más de 400 inmigrantes subsaharianos saltaron la valla fronteriza en Ceuta y entraron ilegalmente en territorio español desde Marruecos. A nadie se le escapa el control que ejerce la Policía del país magrebí en las zonas cercanas a las plazas de Ceuta y Melilla (cuya soberanía española no es reconocida por Marruecos), por lo que cuesta mucho pensar que este salto masivo la cogió desprevenida. Algo, evidentemente, está fallando y no todo es tan idílico como se nos está vendiendo.

Sería injusto, sin embargo, no reconocer los muy buenos resultados que está dando la colaboración entre las policías española y marroquí en la lucha contra el yihadismo. Ambos países han realizado en más de una ocasión operaciones conjuntas que se han saldado con la desarticulación de células que tenían ramificaciones al norte y al sur del Estrecho. Lo contrario no se entendería. Tanto España como Marruecos, como ya se ha demostrado trágicamente en más de una ocasión, son objetivos del terrorismo islamista radical. A nuestro país el yihadismo no le perdona su clara pertenencia al bloque occidental y su compromiso en la lucha contra el Estado Islámico -el Gobierno ya ha anunciado que va a pedir al Parlamento que le autorice a mandar más efectivos a Iraq-. Además, España levanta las nostalgias de los yihadistas por su pasado histórico vinculado al Islam. De hecho, la llamada a reconquistar Al Andalus forma parte de la habitual retórica de los terroristas. Por su parte, Marruecos también está en el punto de mira, pese a su condición musulmana y a que el monarca es considerado como descendiente del Profeta. Esto se debe, principalmente, a su estilo de vida relativamente occidentalizado, a sus alianzas con el bloque occidental y a su persecución sin descanso del integrismo, muy vinculado a los movimientos contrarios al régimen marroquí. Por tanto, la colaboración entre los dos países es inevitablemente buena.

Sin embargo, sería muy deseable que esta "estrecha" colaboración se trasladase también a otros aspectos del campo policial, como la lucha contra la inmigración ilegal, golpeando especialmente a las mafias que la permiten, y la persecución del narcotráfico, que no siempre es tan fluida como debería. En estos aspectos se debería avanzar en los próximos tiempos.

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