Una de espías

El Gobierno parece dispuesto a utilizar algo tan sensible como la Seguridad del Estado en la refriega política, sin pararse a evaluar las consecuencias

Todo el mundo espía a todo el mundo. En medio de una tormenta política por la presunta intervención de comunicaciones privadas por parte del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) a los separatistas catalanes que intentaron en 2017 subvertir el orden constitucional, el Gobierno denuncia que su presidente y su ministra de Defensa también fueron espiados a mediados de 2021, sin que hasta ahora se pueda determinar quién y para qué extrajo valiosa y voluminosa información de sus teléfonos móviles, que, en principio, tendrían que ser dispositivos encriptados y de alta seguridad. En todos los casos, el de los nacionalistas catalanes y el de los miembros del Gobierno de la nación, el protagonista es el dispositivo informático Pegasus, un sofisticado software elaborado por una empresa israelí que en principio sólo podría ser vendido a gobiernos para combatir el terrorismo y el crimen organizado, pero que, a juzgar por lo visto, no era tan difícil de conseguir. Aunque lo que está pasando en España estos días parece una mala película de espías, conviene tomárselo en serio porque estamos hablando, por una parte, de la seguridad del país y su protección frente a agresiones extranjeras y, por otro, de los mecanismos que puede utilizar el Estado, y los servicios de Inteligencia son una parte esencial del mismo, frente a amenazas de desestabilización. Lo más preocupante del asunto es que el Gobierno parece dispuesto a utilizar cualquier cosa que le venga bien en sus refriegas políticas, sin pararse a evaluar las consecuencias. Si de verdad se ha enterado ahora de que hace un año Pedro Sánchez y Margarita Robles fueron espiados, malo porque revela que tenemos una brecha de seguridad de dimensiones considerables. Y si lo sabía y lo ha sacado ahora por conveniencias estratégicas, todavía peor porque revela una forma de actuar en la que algo tan sensible como la protección del Estado se puede usar en la batalla política. Cada vez alarma más comprobar en qué manos estamos.

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