La espectacularidad de los charlatanes

Corresponde a los colegios profesionales y a las sociedades científicas combatir a los médicos negacionistas y sacarlos de la comunidad en la que ejercen

La corriente del negacionismo lleva varias décadas fluyendo, pero la pandemia del Covid ha ofrecido la oportunidad a una variopinta red de grupos y de personajes para unirse bajo una misma bandera en contra de las medidas que se vienen adoptando contra el contagio. Ayer fue el confinamiento; ahora, el uso de mascarillas y, mañana, la extensión de las vacunas. Los hay que niegan la propia existencia del SARS-Cov-2, a pesar de que es un coronavirus cuya hebra genética ya ha sido secuenciada y publicada. Esto es lo más importante: el conocimiento científico es universal, los estudios se publican, se testan y se someten al juicio de otros investigadores de modo continuo, durante décadas y décadas. Así es cómo funciona la ciencia desde hace siglos, lo que ha permitido el progreso de la humanidad. Es posible la equivocación, pero no el engaño, porque queda al descubierto tal como ha ocurrido cientos de veces. El virus del Covid-19 lleva pocos meses circulando por el mundo en términos científicos, de ahí que estemos viviendo en directo cómo se aprende de los errores. Estos grupos de conspiranóicos vivían, hasta ahora, recluidos en medios de comunicación de escaso eco o en el frikismo, pero algunos médicos han comenzado a dar pábulo a sus tesis. Esto es algo que se debe corregir, y lo mejor es que sean los propios colegios profesionales de médicos y otras profesiones científicas los que impidan estos mensajes y saquen de la comunidad a estos charlatanes que, por lo general, suelen ocultar otro tipos de intereses. La comunidad científica internacional ya ha alertado del riesgo de lo que han llamado infodemia, toda una corriente de mentiras bien armadas en un relato seudocientífico que puede terminar por hacer mucho daño a la salud de las poblaciones. Ante este tipo de personajes dañinos, los medios de comunicación no pueden actuar con una falsa equidistancia ni aprovecharse de sus excentricidades espectaculares para aumentar las audiencias. Sería un error imperdonable. Hay que combatir sus mentiras con argumentos y hechos, pero también es necesario encapsularlos y no darles la proyección de la que carecen y que ansían.

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