Seis meses después del inicio de la pandemia, la actual segunda oleada de contagios en Andalucía deja abiertas importantes interrogantes que cuestionan la eficacia y la suficiencia de los medios que se están empleando para combatir la propagación del coronavirus. Con un foco principal de preocupación: Málaga. La Consejería de Salud ha admitido serias deficiencias en el servicio de Salud Responde en las provincias de Málaga, Sevilla y Cádiz, e incluso ha tenido que contratar sobre la marcha dos empresas de call center para eliminar el tapón de demandas. Justo cuando la Atención Primaria está destinada a jugar el papel central de anticipación en la detección de los posibles casos, para atajarlos antes de que su gravedad obligue al ingreso hospitalario. También son continuas las denuncias de retrasos en la realización y posterior comunicación de los resultados de las pruebas PCR para decretar las cuarentenas. Algunos laboratorios, como el del hospital Costa del Sol en Marbella, se han visto totalmente sobrecargados. La petición de rastreadores al Ministerio de Defensa también denota que el número previsto por la Administración autonómica ha resultado insuficiente. Más allá del rifirrafe político de esta semana en el Parlamento, con los reproches de la oposición al presidente de la Junta por una presunta ocultación de la propagación de la enfermedad, ya existía una creciente duda sobre si las vías de agua que la Covid-19 ha abierto en Málaga son, a estas alturas, suficientes para desbordar la situación en pocas semanas o queda margen para reaccionar y recuperar el control a corto plazo. El tiempo será el juez que despeje la disputa sobre si estamos ante una transmisión comunitaria o aún se puede contener y cercar los brotes que se vienen sucediendo. La Junta combatió mejor que otros la pandemia en su primera ola. Los niveles de contagio son inferiores a la gran mayoría de comunidades de España. Pero debe actuar con urgencia ante el grave problema detectado.