Los continuos desdenes de Torra a Sánchez

Mientras QuimTorra esté al frente dela Generalitat, el problema catalán seguirá sintener solución

La absurda polémica por la fecha de la primera reunión de la mesa de diálogo sobre Cataluña entre los gobiernos central y de la Generalitat dejó claro ayer, una vez más, que Quim Torra no tiene entre sus principales objetivos el diálogo sincero y abierto dentro de la legalidad, sino más bien los de ganar tiempo, blanquear su imagen de cara a las inminentes elecciones autonómicas y humillar al Estado para contentar al sector más radicalizado del independentismo, en el que él mismo milita con convicción. Pese a ser uno de los peores presidentes autonómicos que ha tenido España en sus años de democracia, y a sufrir la vergüenza de haber sido inhabilitado como diputado catalán por la Junta Electoral Central por un delito de desobediencia, Torra se permitió ayer desdeñar la convocatoria para el próximo lunes de dicha mesa, alegando que no había sido avisado previamente y exigiendo acordar conjuntamente la fecha. Torra vuelve a actuar ante Pedro Sánchez como si fuese el presidente de un Gobierno soberano, como ya hizo durante la visita del jefe del Ejecutivo central a Barcelona, la cual dejó estampas que provocaron el sonrojo a una buena parte de la sociedad española. Lo preocupante es que a Sánchez no parecen importarle demasiado estos desplantes y sigue empeñado en poner buena cara a Torra. A estas alturas, el Gobierno de España debería comprender que, mientras Torra sea presidente de la Generalitat, es imposible avanzar en un diálogo pausado y sincero sobre cómo se va a retomar la legalidad en Cataluña, sin que ello suponga que nadie renuncie a sus ideas y aspiraciones políticas. ¿Por qué persevera entonces en esta línea? Sencillamente, porque debe pagar los apoyos de los independentistas de ERC a la investidura como presidente de Pedro Sánchez. Mientras el Ejecutivo siga requiriendo de los votos del soberanismo en el Congreso de los Diputados, tendrá las manos atadas para realizar una política catalana dirigida a superar la enorme fractura producida por el procés. Una vez más, habrá que insistir en la necesidad de que el Gobierno renuncie al apoyo de unos partidos que lo único que pretenden es la disolución de España como país. Asimismo, el independentismo debe caer de una vez por todas en la cuenta de que Quim Torra es un político nefasto que sólo puede aumentar aún más la brecha que separa a los catalanes. Mientras él o los que piensan como él estén al frente de las instituciones, el problema catalán seguirá sin tener solución.

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