Una campaña que apenas ha servido para nada

Más que explicar sus soluciones, los candidatos se han empeñado en complicar aún más la situación política

Decíamos al principio de esta breve campaña electoral que los candidatos debían centrar todos sus esfuerzos en dos cuestiones: explicar cuáles eran sus recetas para los principales problemas de España y despejar las dudas sobre sus posibles pactos y vetos. Hoy ya es jornada de reflexión y se puede asegurar que la campaña casi no ha servido para nada en tanto que no se ha aclarado ninguna de estas cuestiones. Estos últimos días, más bien, hemos visto cómo los candidatos se han empeñado en complicar la situación política aún más. Para mayor preocupación, se han producido errores memorables, como el lío que se ha hecho el presidente del Gobierno en funciones con la separación de poderes, dando a entender que iba a dar órdenes a la Fiscalía General del Estado para traer a España al ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, algo que es incompatible con la independencia de la Justicia y, por tanto, con un Estado de Derecho; o la moción claramente electoralista aprobada en el Parlamento de Madrid por PP, Cs y Vox para prohibir los partidos separatistas en España, algo que también supone una lectura muy particular de la Constitución española. Este estado de nervios y dislates se debe en gran parte a la omnipresencia en la política española del problema catalán, que todo lo contamina.

Sin embargo, durante los últimos días los ciudadanos apenas han recibido mensajes sobre las soluciones que los diferentes candidatos proponen para problemas de primera magnitud, como el envejecimiento de la población, la precariedad del sistema de pensiones, la desaceleración económica (que puede desembocar en una nueva y destructiva crisis), el incumplimiento de la Ley de Dependencia, las carencias en Sanidad y Educación y un largo etcétera. De hecho, el traslado de los restos de Francisco Franco, una medida claramente electoralista más allá de su pertinencia o no, ha merecido muchísima más atención en el debate público que cualquiera de las cuestiones antes mencionadas, en las que los españoles nos jugamos nuestro bienestar. Al respecto, los medios de comunicación también deberíamos hacer una seria autocrítica.

Mañana por la noche sabremos finalmente cuál ha sido el veredicto de las urnas, pero muchos temen que estas elecciones no sirvan para acabar con el bloqueo que vive el país, lo que obligaría a repetir una vez más los comicios, con lo que el ciclo de inestabilidad política llegaría a unos extremos insoportables. Confiemos, esta vez, en la responsabilidad de los candidatos.

El miércoles 30 de octubre el pueblo se vistió de luto y sonaron las campanas anunciando la muerte de Soledad Gallego Rodríguez, después de una lenta, larga y grave enfermedad.

Mantuvo hasta el último instante ansias de vivir. Luchó con todas sus fuerzas sin desvanecer, nunca cerró los ojos a la vida. Pero cuando el viento viene de cola y la vida se empeña en golpear y lo consigue, poco se puede hacer. Las asociaciones donde ella formó parte activa le enviaron en agradecimiento a su labor ramos de flores y coronas.

Soledad fue una mujer sencilla de pueblo, humilde, honrada, cristiana, seria y cariñosa, a la que la salud le dio la espalda y, empinada y triste, fue su última cuesta. Pero ese tedioso tiempo lo soportó con dignidad, con su Virgen de la Soledad por bandera, su única confidente, apoyada por toda su familia, sus amigas, el personal de cuidados paliativos y por el párroco don Manuel Gómez Sánchez, que le administraba los Santos Sacramentos. No voy a hablar de las gentes que la acompañaron, pero sí quiero destacar que tanto la sala de duelo como la Parroquia de Nuestra Señora de la Iniesta, donde se celebró la misa de corpore insepulto por el eterno descanso de su alma, fueron desbordados en su aforo, y casi el cementerio donde recibió cristiana sepultura, resaltando que hubo un absoluto silencio.

Fue una mujer de mérito, tan guapa como noble, tan simpática como buena, con esa dulzura y bondad que tanto le agradaban a la gente, con esa mirada inocente de niña. Así hasta el final, en plena juventud, con la misma discreción, entereza y valor que afrontó su enfermedad, esperó su muerte, sin molestar a nadie, sin aspavientos, sin causar dolor, porque el dolor que ahora nos embarga no nos lo ha producido ella, sino su ausencia.

Hija de Francisco Gallego Sánchez y Juana Rodríguez Fernández, era la segunda de cinco hermanos, estuvo casada con Fernando Herrera Lozano, de cuyo matrimonio tiene tres hijas y un varón, y a pesar de su juventud, tiene nieto y nieta, de la que ella estaba muy orgullosa.

Qué buen recuerdo nos has dejado a los que te queríamos.

Estoy plenamente convencido de que si hay vida después de la muerte, Soledad tiene un palco reservado en la gloria.

Con todo el cariño de tus tíos Isabel y Pedro Gallo.

Pedro Gallo Puerto

(Jerez)

El grave complejo de inferioridad que aqueja a importantes sectores de la Iglesia, ante los incesantes ataques y burlas que ésta padece procedentes del progresismo, provoca actuaciones extrañas. Como sucede respecto a las celebraciones escolares del macabro Halloween, introducido en España hace apenas unos lustros con éxito más que notable. Sin negar que el festejo tenga su gracia cuando se traslada al mundo infantil con sus divertidos disfraces, tampoco cabe ignorar los riesgos que conlleva de inducirles a frivolizar con el sentido de la muerte, o incluso a empatizar con lo diabólico. Por esta razón, en los colegios católicos deberían cuidarse de celebrarlo de modo que eclipse el auténtico significado de dos grandes fiestas cristianas como son la de Todos los Santos, y la de los Fieles Difuntos. Aunque más alarmante, por la confusión que genera, es lo sucedido en el Vaticano con ocasión del cacareado Sínodo de la Amazonia, donde se exhibieron unas estatuillas representando a la Pachamama (diosa indígena de la tierra) y un idolillo que parecía publicitar la viagra, llegando incluso a ser objetos de aparente culto por algunos clérigos que se postraron sumisamente ante ellos. Si unos fomentan hacer el zombi, a otros les encanta hacer el indio.

Miguel Ángel Loma Pérez (Sevilla)

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