Salvar Abengoa

La multinacional no debe quebrar y para evitarlo hace falta un acuerdo inclusivo que dé paz social, mantenga el empleo y refinancie y modernice sus negocios

LA solicitud de concurso voluntario por parte de los actuales administradores de Abengoa acerca a la quiebra a la multinacional andaluza, otrora emblema de la industria no sólo de la comunidad sino de España. La última deuda bruta publicada por la empresa, a cierre del ejercicio de 2019, se acerca a los 6.000 millones de euros, en el que será el mayor concurso desde la Gran Recesión, muy cercano a la liquidación más cuantiosa vivida en la historia empresarial española, la de Martinsa-Fadesa, que puede incluso superar si el pasivo total rebasa los 7.000 millones a cierre de 2020, unas cuentas que aún no se conocen. Con más de 14.000 trabajadores en todo el mundo, 3.000 de los cuales radican en España y en su mayoría en Andalucía, serían un grave retroceso para el empleo, con una incidencia directa sobre la economía sevillana. El actual consejo de administración, formado sólo por dos personas elegidas por los accionistas pero que incumplieron sus mandatos y se alinearon con la dirección anterior para ejecutar un rescate que rompía el grupo y liquidaba la matriz histórica, con 80 años recién cumplidos, han pedido el concurso precisamente porque esa operación de refinanciación ha fracasado, aunque han declarado su intención de salvar sólo a las filiales, lo que apunta a un empecinamiento en la ruptura del grupo. Y lo hace prácticamente a una semana de que la propiedad los destituya en una próxima junta de accionistas del 4 de marzo, lo que cuestiona su actuación. Abengoa no debe quebrar. Todo lo contrario. Por lo que significa, ahora más que nunca deben aunarse voluntades para lograr un acuerdo de refinanciación inclusivo que permita recuperar la paz social, mantener el máximo empleo y relanzar unos negocios que están paralizados desde hace meses y que han perdido el gen de innovación del que hicieron gala en los últimos decenios. Un acuerdo que no margine a ningún grupo de interés de la compañía, como ocurría en el rescate fracasado, y que necesita del apoyo de las administraciones, que deben abandonar la bronca política y centrarse en encontrar una solución que haga viable a un grupo que, pese a las dificultades, puede tener un futuro que mantenga viva la creación de riqueza y empleo que siempre fueron su santo y seña.

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