TODOS los indicadores ofrecen ya evidencias de que Andalucía también se encamina hacia una tercera ola de la pandemia. Era lo esperado tras la relajación de las últimas semanas, justificada con el pretendido objetivo de "salvar la Navidad". La comunidad, sin embargo, parte en una posición de ventaja. Sus porcentajes de contagio y hospitalizaciones son sensiblemente mejores que los de la mayoría de las comunidades autónomas. Cuenta con margen suficiente para adoptar medidas que permitan revertir una situación mucho antes de alcanzar los indeseados picos que se registraron el pasado mes de noviembre. El Gobierno andaluz, una vez más, ha apostado por una respuesta tibia. Cierra los bares por la noche y adelanta una hora el toque de queda, al margen de la clausura perimetral de la región. Da la impresión de que continúa más preocupado por la contestación que pueda recibir de algunos sectores perjudicados que por desarrollar una estrategia de estabilización a medio plazo, que permita unos niveles de convivencia aceptables con el virus sin desmoronar la economía ni tensionar el sistema sanitario. Modular las restricciones siempre es deseable, pero con tasas de incremento de contagios de 50 puntos en una semana o de 11 puntos al día, como ayer, quedan pocas dudas de cuál será la evolución que nos aguarda en las próximas semanas. Y ya se sabe que las únicas recetas que funcionan son restringir la movilidad y los contactos sociales, aunque estemos en época de rebajas. No es necesario cargarse de más argumentos para justificar dentro de unos días las medidas que ahora no se toman. La anticipación fue la virtud de la que siempre había presumido el Ejecutivo de Juanma Moreno. Al menos hasta que las vacunas permitan un paulatino cambio de la situación. Esa campaña debe convertirse en prioridad absoluta y destinar todos los recursos posibles, incluso privados, para asegurar una inmunización generalizada en el menor plazo posible. Hasta ahora, y aunque el consejero de Salud reclame más dosis, la comunidad no ha conseguido administrar todas las recibidas, más allá de la decisión de conservar para la segunda vuelta un 20% de las unidades.

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